viernes, 23 de marzo de 2007

ALIENÍGENAS

Me dejaron caer en este planeta, sin libro de instrucciones, hace sesenta y tres años. En el lugar de donde vine la gente vive hasta los doscientos cuarenta años, por lo que mi edad humana, traducida a ese cómputo, sería la de un veinteañero.

Al principio no tuve problemas. Mi aspecto no difería demasiado del de los demás y crecí rodeado de amigos y vecinos que me aceptaban como uno de ellos. No tengo especial memoria de aquellos años, ni aunque la tuviera osaría aburrir a nadie con la nostalgia del paraíso perdido, --en el lugar de donde vine, eso se considera de muy mala educación-- pero en algún momento que no puedo recordar mis orejas puntiagudas y mis cejas circunflejas emergieron como un rasgo distintivo de mi condición, y desde entonces todos me consideraron un tipo raro.

Fui expulsado de todos los colegios, y cuando llegó el momento, de todos los empleos. Ejercí variados oficios, trabajos y profesiones, pero ninguno me duraba nada. En eso fui un adelantado, treinta años antes de que la precariedad laboral se instalara en las sociedades humanas, lo que me facilitó un entrenamiento muy valioso para sobrevivir en esta época marcada por lo transitorio, donde nada es permanente.

Esa inestabilidad laboral, vinculada a la forma de mis orejas y mis cejas, pero también a mi carácter variable y tornadizo, me llevó a aficionarme a la escritura, porque todos, alienígenas o no, necesitamos un agarradero estable en medio de la tempestad que es la vida en cualquier lugar del universo. Podría decir que yo elegí la escritura, pero es mas cierto que ella me eligió a mi.

Como era un sujeto raro, también me convertí en un escritor raro. Alguien que nunca pensaba en lectores ni editores y durante lustros investigó en las formas expresivas vinculadas a la sensibilidad lírica y a la memoria, desde la limitación de su aislamiento y su soledad, apenas acompañadas por un nivel y extensión de lecturas muy inferior al practicado por los escritores profesionales. Como la escritura era para mi un salvavidas, no una profesión, nunca sentí la necesidad de ampliar mi estrecho círculo de conocimientos literarios. Por otra parte, no pensaba estar aquí tanto tiempo. Siempre pensé que vendrían a recogerme. No fue así. Cuando fui plenamente consciente de que mi estancia aquí sería prolongada, me propuse alcanzar un grado suficiente de integración en la sociedad humana que me había tocado en suerte pero, hasta hoy, las dichosas orejas puntiagudas y las cejas circunflejas me lo impedían.

Cuando decidí abandonar mi condición de escritor alienígena, y ocuparme de los asuntos que les interesan a los humanos todo cambió. Comencé a escribir artículos de contenido político, llenos de términos hipercríticos e insultantes, en los que ponía a parir a uno de los dos bandos, otras a veces a ambos.

Discutí de política con los vecinos, transeúntes y contertulios, vociferé en foros previamente favorables al insulto y la invectiva, participé en actos públicos tumultuosos, de unas y otras facciones. Una actividad incansable y sucesiva que llegó a ocupar la mayor parte de mi tiempo, y me dio una cierta notoriedad.

El resultado de todo ello ha sido que la antigua desconfianza que producían mis rasgos en los demás, ha desaparecido por completo. Unos me tildan de neofascista, otros de izquierdista radical, pero nadie dice ya, --mira, parece un alienígena.

Ahora, paseo por la calle con entera libertad, orgulloso de mis orejas puntiagudas y mis cejas circunflejas, que han perdido su antiguo carácter raro, origen de tantas actitudes discriminatorias. Me ha costado lo mío pero, al fin, soy uno de ellos.

Lohengrin 03/07

EL CUADRO

El arte ibérico fue, al principio, rupestre y doméstico, y al parecer consistió en la impresión de unas manos sobre la arcilla húmeda de las cuevas, antes de evolucionar hacia bucólicas escenas de caza que decoraban las paredes y las bóvedas de los refugios trogloditas. Hubo otras civilizaciones, mas avanzadas, como la persa, que conservan el testimonio de su descubrimiento de la belleza y la sensualidad hace ya seis milenios.

Después llegaron las religiones monoteístas. La islámica prohibió las representaciones figurativas, reduciendo el arte a una geometría concreta de escayola, que cubrió los muros palaciegos y las mezquitas con la escritura coránica. En el occidente cristiano, la pintura religiosa monopolizó el mercado del arte, que se administró desde el Vaticano durante siglos, hasta el Renacimiento. Los Papas entonces se aliaban con los reyes, o bien ordenaban su asesinato, como al parecer se hizo mas tarde con Isabel de Inglaterra, -sin éxito- cuando esta soberana hizo pública su intención de fusionarse con una compañía rival de la iglesia romana.

En el renacimiento, el arte se emancipó de la tutela eclesiástica, pero a cambio de ello los artistas se convirtieron en servidores de los señores feudales, nuevos marchantes enriquecidos, que buscaban darse lustre universal a través de sus pupilos, a los que trataban como sirvientes. Leonardo, al parecer, igual pintaba la Gioconda, que preparaba en la cocina una monumental tarta de fresa para su señor.

Después, los mas famosos pintores españoles, Velázquez y Goya, fueron pintores de la corte y su relación con los monarcas no debió diferir mucho de la de sus antecesores italianos, aunque no se conocen sus habilidades culinarias. Goya, sin embargo, nuestro primer pintor moderno, dejó un retrato de Fernando VII que se conserva en el San Pío V, de Valencia, tan inmisericorde y fiel con la catadura del sujeto, que su sola contemplación vale por un tratado de historia y explica lo nefasto que fue aquel tipo para la libertad de los españoles de la época. Goya fue, además, el primer cronista de guerra de la época moderna, y sus cuadros describen la crueldad y el patetismo de los episodios que contempló, con imágenes semejantes a las que ofrece ahora la televisión en los telediarios cotidianos.

No fue hasta el verano de 1.789 cuando la iglesia fue expulsada del poder terrenal y la monarquía se separó --primero separaron sus cuellos-- del poder divino. La estética de la pintura se hizo republicana, y ese es el antecedente histórico de la lata de sopa Campbell que un inmigrante del este europeo, que se hizo llamar Andy Warhol, convirtió, desde Estados Unidos, en icono de la cultura contemporánea.

Mientras las vanguardias artísticas revolucionaban el mundo del arte, en España vino un ciclo histórico de oscuridad, en el que el dictador soberano volvía a pasear bajo palio con los obispos por las calles, mientras los curas comunes se hacían besar la mano en los transportes públicos. La época de la monarquía absoluta, de la confusión entre poder político y religioso, quedaba restaurada en España bajo la forma del régimen nacional católico.

Todo ciclo tiene un final y, muerto el dictador soberano en la cama, y olfateada por los obispos la necesidad de un cambio en las formas, el país inició una nueva era, caracterizada por la generalización de las libertades formales y la alternancia de gobiernos democráticos de distinto signo.

Ahora mismo, da la sensación de que la adaptación de la iglesia romana en España a los nuevos tiempos es imperfecta. Después del reflujo reaccionario del Vaticano y el desmontaje de su último concilio, Benedicto toca a rebato para que sus obispos se apunten a una ofensiva contra el laicismo, se dejen de complejos y se pongan a intervenir, cuanto mas mejor, en la toma del poder terrenal, exigiendo a los políticos de ideología cristiana una lealtad combativa con sus postulados.

Solo nos faltaba el cuadro. Camps, quien, visto en persona ya no parece tan cerúleo y eclesial como al principio, debe conservar sin embargo la impronta de ese juramento de lealtad a la iglesia, por debajo de su aspecto bronceado de político moderno. Pues no ha encargado el tío, --con el dinero de todos, supongo-- un retrato de la familia real española con el Papa Benedicto en el centro. Lo he visto reproducido en la prensa. Todo ciudadano español, en su ámbito privado, sea miembro de la familia real o trabaje en la limpieza pública, está en su derecho de colocar en la repisa, si es de su gusto, una foto o un óleo del Papa o con el Papa. Que un presidente autonómico, con dinero público y una falta de sensibilidad absoluta hacia los que no piensan como él, a quienes también representa, haga semejante ostentación de sacristía es, mas que una atención a la monarquía, un exceso, una provocación, una mas de las que nutren cada día el clima desestabilizador que va a prolongarse, por lo que se ve, hasta las próximas elecciones. Espero que pierdan los desestabilizadores.

Dejando de lado juicios estéticos, esa desafortunada mezcla de monarquía constitucional y poder Vaticano, con su evidente carácter simbólico, nos devuelve a los tiempos oscuros, los tiempos prerrevolucionarios de las monarquías absolutas, a aquellas lejanas épocas históricas en que los Papas se aliaban con unos reyes y mandaban matar a otros.

Por si no tuviéramos bastante con las ingerencias, impropias y anacrónicas, de monseñor Cañizares, de Camino y de García Gascó, en asuntos que no les incumben, como dar opiniones que no se han solicitado sobre películas, catálogos y demás, en lugar de ocuparse de las ovejas mas empobrecidas de su rebaño, que es a lo que tenían que estar, ahora llega Camps y, como si fuera un señor feudal, o un abad influyente, nos regala, con el dinero de todos, una pintura que parece venir de los tiempos mas oscuros de la edad media, antes de que el arte renacentista se liberara del yugo de la iglesia.

Es que, son la leche.

Lohengrin. 03/07

miércoles, 14 de marzo de 2007

EL CURRÍCULO

Los rostros de los humanos son el resultado de un proceso civilizador que ha depositado con paciencia geológica, los rasgos culturales que caracterizan la convivencia, sobre los instintivos del rugido y el grito. Esa singularidad es la que diferencia a los hombres de otros animales. En ese proceso civilizador, el rostro ha seguido una evolución paralela a la del lenguaje. Como él, sirve para expresar emociones, también para su ocultación.

Los actores profesionales tienen la peculiaridad de habitar rostros ajenos, los que convienen a la caracterización de los personajes que interpretan. Los mas geniales, suelen olvidar su propio rostro hasta que, inevitablemente, vuelven a encontrarse con el, a veces, a su pesar. Todos actuamos, en alguna medida, porque la convivencia nos exige un cierto grado de contención, para evitar que resurja el rugido y el grito, y eso forma parte, entre otras cosas, del proceso civilizador.

Cuando se prescinde absolutamente de la ocultación, se muestra de nuevo nuestra naturaleza arcaica, salvaje. No es casual que hace decenios se hablara del capitalismo de rostro humano, en oposición al capitalismo salvaje del siglo diecinueve, el de la explotación infantil en las industrias textiles de Manchester. Ahora el nuevo capitalismo financiero globalizado se muestra con la misma salvaje determinación que su antecesor, el de la primera revolución industrial. Su rostro se ha despojado, de nuevo, de las adherencias culturales que ocultaban sus rasgos mas primarios, se ha deshumanizado, al perseguir, sin complejos, la acumulación y el despojo.

Mi viejo Espasa alude a lo salvaje como algo áspero, inculto, a los países que no tienen cultura, a los seres vivos que crecen silvestres, sin cultivo. Lo esencial de la civilización es un intenso cultivo y un variado fructificar de los valores que caracterizan al hombre y lo diferencian de (otros) animales.

El rostro de los humanos sirve para expresar emociones y para ocultarlas. Esa capacidad como la del lenguaje, no es en si misma mala ni buena. Es una herramienta y como tal sus efectos dependen de como y para que se utilice. Expresamos alegría y tristeza, hasta tal punto que los médicos que cuidan del ánimo de sus pacientes han inventado una expresión, facius depresiva, para describir el aspecto del rostro del doliente que les permite reconocer la dolencia que padece, antes incluso de haberlo escuchado. Algunas personas han cultivado una capacidad especial para ocultar sus emociones, aunque no todas proceden de la misma manera. Hay quien hace de la sonrisa fácil y la actitud amistosa una eficaz herramienta de ocultación, sin que nada en su rostro revele lo que se oculta detrás de esa fachada amigable. Otros, por el contrario, convierten su rostro en una máscara impenetrable, con el mismo resultado de ocultación eficaz.

Los políticos, sobre todo los que realizan su función con profesionalidad y eficacia, tienen, entre otras habilidades, la de utilizar su rostro con la misma ductilidad que los actores cuando están frente a su público. El rostro humano, sin embargo, es además una cartografía fiel del camino recorrido, del punto donde se está, y no está exento de las huellas que marcan ese devenir, como tampoco de las que dejan las actitudes del sujeto respecto a ciertas conductas, como la intransigencia y la tolerancia. La expresión facial de esas actitudes se puede reconocer en las marcas que deja, por ejemplo, un ceño fruncido permanentemente, aunque otros recursos expresivos traten de distraer la atención de esa huella reveladora.

Cuando alguien busca un trabajo, quienes deciden dárselo, o no, suelen pedirle antes que aporte un currículo con una foto. Por un lado, piensan que lo que el aspirante ha hecho, o dejado de hacer, en el pasado, es un buen indicador de lo que será capaz de hacer en el futuro. Valoran igualmente lo que expresa su rostro, por eso las fotos no suelen ser de cuerpo entero, salvo que se trate de actividades relacionadas con la moda o la publicidad. Esa preferencia por el pasado y el rostro de una persona ignora que, en ocasiones, quien tiene un pasado brillante, puede estancarse en la mediocridad y el inmovilismo, que algunos de los que aportan un pasado anodino, son capaces de dar un salto cualitativo, un giro a su vida. Es posible que se trate de excepciones y que esa medida, la medida del pasado, les resulte mas útil que otras a los reclutadores, ya que el futuro es, por definición, imprevisible. En cuanto al rostro del aspirante, es todavía mas difícil de leer, porque igual sirve para expresar cualidades que para la ocultación de los rasgos mas negativos de la personalidad.

Sorprendentemente, los ciudadanos que hemos de ejercer la responsabilidad del voto, casi siempre desconocemos los currículos de los aspirantes, y el rostro de los políticos es la referencia mas extendida que se nos ofrece para elegirlos.

Hay un señor en Castellón, a quien no conozco personalmente, porque no vivo allí, una personalidad de la derecha muy vinculada a nuestro president, de quien solo intuyo que padece fotofobia, pues incluso por la noche va parapetado tras sus gafas de sol, que parece haber elegido para su rostro el modelo de máscara impenetrable. A pesar del perfume de azahar de ciertas actividades mercantiles por las que los jueces le han preguntado, el aroma visual de su presencia , su peinado antiguo, su contundencia física y el enmascaramiento de su mirada, responden a un paradigma actoral mas propio de las películas de mafiosos de los años treinta, que a la imagen de un candidato que trata de convencernos de su capacidad para atender nuestros intereses ciudadanos. En un caso como este, en que la imagen es demasiado llamativa y negativa para poder decidir de modo ecuánime, no deberíamos dejarnos influenciar únicamente por las apariencias. Porque si los jueces hicieran lo mismo, se verían impelidos a enviarlo a la trena, en cuanto apareciera en su presencia con esa pinta. Y eso no es así.

Pero lo que a mi me interesa, porque yo no vivo en Castellón, sino en Heliópolis, --me gusta llamarla así-- es el rostro de las candidatas a la Alcaldía, una de ellas alcaldesa desde hace mas de quince años, cuyo auténtico rostro he visto por primera vez en una foto de prensa, tomada en el acto que aprobó los planes de la operación inmobiliaria de Mestalla. Antes de esa foto, mi percepción del rostro de la alcaldesa era el de una mujer enérgica, populista, un animal político que se encontraba a sus anchas en los mercados, donde ha hecho morder el polvo en las sucesivas elecciones a sus oponentes políticos, que sabían moverse por los despachos, duchos en técnicas de planificación y con formación académica, pero que al soltarlos en un mercado se movían como patos mareados, fuera de su hábitat natural.

Esa foto, sin embargo, tan reveladora, añade matices inquietantes a la proverbial campechanía de la alcaldesa. Su expresión de autoritarismo triunfante, de complacencia cruel en el aplastamiento del contrario, evoca demasiado a los antiguos tiranos de las dedocracias, y demasiado poco al juego democrático, que debería ser menos dramático, en una sociedad moderna. Su oponente, también mujer, a cuyo aspecto en otra foto me he referido en otra parte, ofrece un aire mas distante, menos dramático. Ambas tienen formación académica. La alcaldesa, --pocos lo saben-- es licenciada en políticas y periodismo. A la candidata a sucederla la vi hace decenios deambular por la cafetería de una facultad vecina de la que ella frecuentaba, y se que tuvo la responsabilidad política de hacer del Ivam, en sus inicios, una institución de proyección internacional.

Dos mujeres. Dos proyectos. Dos rostros. Sabemos algo de ellas? Poca cosa, en realidad. La inmensa mayoría de los votantes, solo conocemos sus imágenes.

Por pura casualidad, se de fuente directa que la alcaldesa vivió en un entorno familiar muy comprometido con el franquismo. Uno de sus familiares mas directos controlaba la Asociación de la Prensa, un organismo franquista para el control de la información, otro era miembro de la policía política. Tal vez, ahora mismo, tal como está el patio, para bastantes electores, eso será un buen pedigrí, un mérito a tener en cuenta. Para otros, un quebranto. Solo lo constato como un hecho. Tal vez la expresión del rostro de la alcaldesa en esa foto poco favorecedora no es mas que la huella que dejó en ella una educación familiar ligada a la preferencia por la autoridad, y al poco aprecio por las libertades de los otros.

En cuanto a la candidata, recuerdo haberla visto en mi época de estudiante tardío en lugares frecuentados por gente progresista. Este calificativo, progresista, como el de neo franquista, es seguro que suscita la ira de algunos y la adhesión de otros. En cualquier caso, lo que sería bueno para todos, para la actual alcaldesa, para la aspirante a sucederla, y para todos los votantes, sin excepción, es que cada una de ellas/ ellos nos hiciera saber, con un lenguaje escrito, claro, preciso y transparente, de donde vienen, quienes son, adonde van. Es decir, el currículo.

Así nos evitaríamos tener que andar elucubrando con el poco fiable soporte de la percepción de su personalidad, de sus intenciones y propósitos, sobre la precaria base del antropomorfismo de sus rostros reproducidos en los carteles.

Lohengrin. 03/07

LA GENTE BIEN

La derecha mas decimonónica y caduca de este país, por boca de su mas patético representante, el señor Rajoy, y de algunos escribidores que vuelcan su bilis en los periódicos usando sus mismas expresiones, utiliza con frecuencia una muletilla, la gente de bien, que parece referirse a los que apoyan o comparten su discurso y excluye tácitamente de esa supuesta condición al resto de los ciudadanos. Esa expresión, excluyente y maniquea, hunde sus raíces históricas en los regímenes absolutistas, anteriores a la revolución francesa de 1.789, cuando las élites aristocráticas se consideraban a si mismas el centro del mundo y en la periferia solo habitaba la chusma.

Afortunadamente para los ciudadanos, buenos o malos, que gozamos actualmente de las libertades formales propias de los regímenes parlamentarios, aquella chusma acabó con los viejos regímenes y con la idea de que la monarquía y el poder divino estaban legitimados por el mismo origen y coincidían en la persona del rey.

Gracias a aquella chusma, el señor Rajoy puede oponerse ahora al poder de quien gobierna, aun rebasando las mas elementales reglas de la cortesía parlamentaria, sin que la policía política llame a su puerta a las tres de la mañana para darle un recado.

El patetismo del señor Rajoy y sus adláteres, pero sobre todo del primero, que nunca ha ganado una elección para presidir el gobierno, y es probable que nunca la gane, se muestra en la desesperación que acompaña sus actitudes, cada vez mas inclinadas a la descalificación y el insulto, a la falta de respeto por los millones de votantes que no comparten su proyecto político, aunque a muchos de ellos no les entusiasmen todas las medidas del actual gobierno. Para eso están las elecciones, para refrendar o no los gobiernos, aunque en este raro país, en los dos últimos siglos, pocas han sido las ocasiones en que se ha podido ejercer ese derecho con normalidad.

Así como en otras naciones europeas, la revolución inauguró la modernidad, en este raro país, la gente bien, la gente de bien, la derecha, se apuntó, sobre todo, a la contrarrevolución, retrasando durante siglos la modernización de nuestras instituciones.

La joven democracia española ha debido esperar demasiado para su alumbramiento, así que no es de extrañar que la interiorización de las formas democráticas, de esa cultura y esa práctica, carezcan todavía del necesario arraigo, sobre todo entre los que las han rechazado con una insistencia secular, a pesar de la evidente modernización económica que nos ha colocado en las listas de los países mas desarrollados.

Vivimos en un país de economía moderna, somos una potencia porque el crecimiento poblacional nos da una dimensión, una escala y un ritmo de crecimiento que se ha traducido en los últimos catorce años en el mayor y mas prolongado éxito económico de nuestro entorno. La cuestión es, ha crecido de igual modo nuestra cultura democrática.?

A juzgar por los comportamientos de buena parte de la clase política que dice representar a la gente bien, a la gente de bien, a la derecha, sin desconocer las salidas de tono de sus adversarios, hay un retroceso evidente en la madurez democrática exigible a un país que salió de la dictadura hace mas de treinta años, y parece que no acaba de crecer en sus discursos y prácticas democráticas al mismo ritmo que lo hace en lo económico, en sus infraestructuras, en su posición en el mundo.

Rajoy, como la derecha que tan bien representa, es un señor antiguo, decimonónico, anacrónico, y la falsa retórica de sus valores patrios es la misma que esgrimieron generaciones anteriores de políticos caciquiles que se opusieron, con su cerrilismo, su apego a la tradición, su horror a lo nuevo, a la modernización de las instituciones de este país, desde actitudes contrarrevolucionarias viscerales, violentas, intransigentes.

Gente bien. Gente de bien. La derecha de toda la vida. Si a pesar de todo, en las próximas elecciones el país le vota. Es decir, si el país resulta ser, después de todo, mayoritariamente de derechas, no seré yo quien salga a la calle a dinamitar esa legitimidad.

Lohengrin. 03/07

martes, 6 de marzo de 2007

LA GRAN CESION


La vida política española está llena de fantasmas. Personajes que perdieron el aura del poder un infausto día, como consecuencia de un salvaje atentado terrorista.-Ahora vagan por los pasillos del hemiciclo como si fueran personajes de un libro de Juan Rulfo, García Márquez o Vargas Llosa, y cuando se asoman a las cámaras de televisión nos asustan a todos con un lenguaje intransigente, catastrofista, desestabilizador, pero, sobre todo, fantasmal, porque sus voces de ultratumba no nos hablan de la realidad objetiva, sino que son reflejo de su frustración por haber sido descabalgados de la montura que tanto añoran, la del ordeno y mando, y usted no sabe con quien está hablando, ¿se acuerdan?

No creo que esos personajes de ficción representen a toda la derecha política española, pero son los mas visibles, y sobre todo, audibles. Tanta intransigencia, tanta violencia dialéctica sectaria, aunque se perciba como algo fantasmal, contrasta de un modo muy llamativo con el espíritu de acuerdo, diálogo y consenso que acompañó la llamada transición a la democracia en nuestro país, que yo prefiero llamar la-gran-cesión. Aquel espíritu pactista, que respondió al deseo generalizado en el país de sentar las bases de un futuro democrático, y al reconocimiento realista y pragmático de la izquierda emergente de que la relación de fuerzas en aquel momento no daba para más, fue bendecido con la etiqueta de transición democrática, con tanta fortuna, que ha llegado hasta nuestros días con la envoltura de proceso modélico, sin que las muchas cesiones que se hicieron para lograrlo, hayan sido apenas visibles.

Aunque carezco de poderes paranormales, me parece percibir claramente que el ectoplasma fosfórico que exhiben los mas fantasmales políticos de la derecha actual, tal vez tiene su origen en algún fruto podrido que incluía la envoltura de la transición, aunque nos la vendieron como si todos fueran sanos. Hablo de la cesión que supuso el que no se pidieran responsabilidades de ningún tipo por los muchos desmanes cometidos al amparo de un régimen que no respetaba los derechos humanos, durante cuatro décadas. Me refiero al efecto de Ley de Punto final que produjeron los acuerdos políticos de la transición, que dejaron impunes muchas conductas impropias, por decirlo de un modo suave.

El vínculo entre aquella situación histórica y ésta no es un asunto solo de historiadores, como quisieran algunos. Si bien es cierto que la mayoría de los perseguidos o encarcelados, y los ejecutados, ya no están entre nosotros, no es menos cierto --que obscenidad-- que personas cercanas al dictador que se apropió de las libertades de todo un pueblo, circulan con entera frivolidad por los pasillos de la sociedad mediática, sin que nadie les pregunte por su patrimonio, ni como llegó a sus manos. Una parte, nada despreciable, de la derecha española, cuyos fantasmales portavoces evocan ahora lo peor de la política, es heredera directa de la política franquista, del autoritarismo, de la ausencia de cultura y práctica democrática. Así se explica que políticos que sirvieron al franquismo sigan en activo. Es cierto que se les ha votado, pero no es menos cierto que han sido elegibles por la existencia de un pacto, el de la-gran-cesión. En ausencia de ese pacto, habrían sido inhabilitados de por vida para ejercer cargos públicos.

Cuando alguien les recuerda eso, esos tipos melifluos, cerúleos, fantasmales, enseguida replican con el consabido argumento historicista, que eso es cosa del pasado, que no estaban allí, pero lo cierto es que sus maneras son las mismas que las del viejo régimen nacional católico, como sus vinculaciones e intereses, porque nada de eso se desmontó.

Sería injusto señalar a las fuerzas que hicieron la-gran-cesión como únicos responsables de haber incluido en la cesta ese fruto podrido, cuyas emanaciones se perciben ahora en las apariciones fantasmagóricas de los desestabilizadores. Un pueblo que soporta durante cuarenta años una dictadura y asiste a la muerte del dictador en su cama, alguna responsabilidad colectiva tendrá en esos acontecimientos. Todos los que tenemos una cierta edad, estamos concernidos, por acción o por omisión, en esa responsabilidad. Los únicos inocentes son los españoles que han nacido en democracia, sin conocer ni participar de ese sistema autoritario tan longevo.

A esos nuevos españoles, hay que explicarles quien es esa derecha , para que cuando vean la televisión o lean los periódicos, no crean que son personajes fantasmales creados por las plumas de Rulfo, Vargas Llosa o García Márquez. Hay que decirles de donde viene esa gente que vocifera con aspereza porque los han descabalgado del poder. Porque, claro, el poder es suyo por nacimiento, por origen, no solo por el voto, y es una anomalía que, aunque sea temporalmente, los ciudadanos, en el uso legítimo de sus derechos electorales, los manden al banquillo.

Por eso, las nuevas generaciones que escuchan la vociferante y fantasmal crispación que sale de las filas de un sector de la derecha política actual, esa dialéctica destructiva y prepotente tan sonora, deberían ir a Google y escribir la palabra transición en el buscador. Allí encontrarán, si saben buscar, el origen de ese ectoplasma fosfórico que viene del pasado y envuelve a esos caballeros pálidos que perdieron el aura del poder y nos darán la tabarra todos los días hasta que lo recuperen.

Tal vez, cuando pasen otros treinta años, toda la derecha se habrá civilizado. Entonces podremos reconocer sus méritos de gobierno, si es el caso, y votarles. Mientras tanto,-- es una opinión-- es bastante peligroso. Te pueden meter en una guerra. O hacer lo imposible para impedir la paz, si es otro el que la busca.

Lohengrin. 03/2007

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