miércoles, 14 de marzo de 2007

LA GENTE BIEN

La derecha mas decimonónica y caduca de este país, por boca de su mas patético representante, el señor Rajoy, y de algunos escribidores que vuelcan su bilis en los periódicos usando sus mismas expresiones, utiliza con frecuencia una muletilla, la gente de bien, que parece referirse a los que apoyan o comparten su discurso y excluye tácitamente de esa supuesta condición al resto de los ciudadanos. Esa expresión, excluyente y maniquea, hunde sus raíces históricas en los regímenes absolutistas, anteriores a la revolución francesa de 1.789, cuando las élites aristocráticas se consideraban a si mismas el centro del mundo y en la periferia solo habitaba la chusma.

Afortunadamente para los ciudadanos, buenos o malos, que gozamos actualmente de las libertades formales propias de los regímenes parlamentarios, aquella chusma acabó con los viejos regímenes y con la idea de que la monarquía y el poder divino estaban legitimados por el mismo origen y coincidían en la persona del rey.

Gracias a aquella chusma, el señor Rajoy puede oponerse ahora al poder de quien gobierna, aun rebasando las mas elementales reglas de la cortesía parlamentaria, sin que la policía política llame a su puerta a las tres de la mañana para darle un recado.

El patetismo del señor Rajoy y sus adláteres, pero sobre todo del primero, que nunca ha ganado una elección para presidir el gobierno, y es probable que nunca la gane, se muestra en la desesperación que acompaña sus actitudes, cada vez mas inclinadas a la descalificación y el insulto, a la falta de respeto por los millones de votantes que no comparten su proyecto político, aunque a muchos de ellos no les entusiasmen todas las medidas del actual gobierno. Para eso están las elecciones, para refrendar o no los gobiernos, aunque en este raro país, en los dos últimos siglos, pocas han sido las ocasiones en que se ha podido ejercer ese derecho con normalidad.

Así como en otras naciones europeas, la revolución inauguró la modernidad, en este raro país, la gente bien, la gente de bien, la derecha, se apuntó, sobre todo, a la contrarrevolución, retrasando durante siglos la modernización de nuestras instituciones.

La joven democracia española ha debido esperar demasiado para su alumbramiento, así que no es de extrañar que la interiorización de las formas democráticas, de esa cultura y esa práctica, carezcan todavía del necesario arraigo, sobre todo entre los que las han rechazado con una insistencia secular, a pesar de la evidente modernización económica que nos ha colocado en las listas de los países mas desarrollados.

Vivimos en un país de economía moderna, somos una potencia porque el crecimiento poblacional nos da una dimensión, una escala y un ritmo de crecimiento que se ha traducido en los últimos catorce años en el mayor y mas prolongado éxito económico de nuestro entorno. La cuestión es, ha crecido de igual modo nuestra cultura democrática.?

A juzgar por los comportamientos de buena parte de la clase política que dice representar a la gente bien, a la gente de bien, a la derecha, sin desconocer las salidas de tono de sus adversarios, hay un retroceso evidente en la madurez democrática exigible a un país que salió de la dictadura hace mas de treinta años, y parece que no acaba de crecer en sus discursos y prácticas democráticas al mismo ritmo que lo hace en lo económico, en sus infraestructuras, en su posición en el mundo.

Rajoy, como la derecha que tan bien representa, es un señor antiguo, decimonónico, anacrónico, y la falsa retórica de sus valores patrios es la misma que esgrimieron generaciones anteriores de políticos caciquiles que se opusieron, con su cerrilismo, su apego a la tradición, su horror a lo nuevo, a la modernización de las instituciones de este país, desde actitudes contrarrevolucionarias viscerales, violentas, intransigentes.

Gente bien. Gente de bien. La derecha de toda la vida. Si a pesar de todo, en las próximas elecciones el país le vota. Es decir, si el país resulta ser, después de todo, mayoritariamente de derechas, no seré yo quien salga a la calle a dinamitar esa legitimidad.

Lohengrin. 03/07

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