lunes, 26 de febrero de 2007

LA PERVERSION DEL LENGUAJE

La prensa del día lleva, entre otras, una noticia de contenido político que me ha llamado la atención. Cuando lees una noticia, si quieres interpretarla, en lugar de ceder a la cruda repetición de su contenido, debes tener en cuenta en que fuente se origina, --quién lo dice-- en que ámbito se ha dicho, a quien va destinada, sin descuidar tampoco el signo o las simpatías políticas del periódico que la publica.

Solo después de ponderar todas esas consideraciones, te puedes acercar algo a descubrir el ¿porqué?, la finalidad de su difusión.

En este caso se trata de una noticia relacionada con la estrategia electoral del partido que gobierna en la Comunidad Valenciana. Su jefe, Camps, ha establecido entre sus gentes la obligación de celebrar, al menos, un acto semanal para glosar las bondades de su gestión, y ha demandado la prioridad para aquellos actos relacionados con su política sanitaria, educativa y de bienestar social.

Ante una estrategia tan clara, caben, al menos, dos interpretaciones para comprender el origen de esa definición de objetivos. Las políticas citadas han sido los puntos fuertes de la acción de gobierno y por tanto se exhiben esas realizaciones como sólido argumento electoral, o bien, por el contrario, han sido los puntos más débiles de la gestión, los que han salido peor parados en las asignaciones presupuestarias, por lo que el esfuerzo de propaganda debe centrarse en esos campos, para ocultar la realidad de su precariedad y convencer a los electores de lo contrario, por el procedimiento de ensalzar y amplificar las realizaciones y silenciar las deficiencias e incumplimientos.

Esto es muy relativo, porque todo gobierno puede exhibir un cierto grado de realización de estas políticas, y toda oposición resaltar los incumplimientos, pero yo quiero poner el énfasis sobre todo en los cerebritos a sueldo de unos y otros, que se estrujan las meninges para conseguir los objetivos que les han sido dados y lo hacen, de modo cotidiano, pervirtiendo el lenguaje. En la segunda de las opciones que yo planteo, es decir, cuando se trata de tapar los puntos débiles, la perversión del lenguaje aparece en toda su crudeza, pues no se trata de reforzar una cosa verdadera, sino de ocultar una verdad, --que no se ha hecho todo lo razonablemente posible en materia de políticas sociales. Demasiado a menudo, en lugar de reforzar cosas verdaderas, es decir, destacar los puntos fuertes, se opta por el sofisma, cuando no directamente por lo mendaz, y se retuerce el lenguaje hasta extremos perversos, lo que supone una clara manipulación de los hechos con intención de influir en la percepción que los electores tienen de lo acontecido. A veces, se tiende a crear la sensación de que vivimos en el mejor de los mundos posibles, utilizando la herramienta del lenguaje sin ningún criterio crítico, ni ético, porque los fines prevalecen sobre los límites éticos de los medios.

Luego están los receptores de esos mensajes, que ya no son niños. Son mayores de edad y se les supone el buen juicio suficiente para separar el grano de la paja. Para integrar en lo que les cuentan, lo que no les cuentan. Para ponderar los discursos con sus propias y cercanas experiencias ciudadanas. En la medida que el grado de formación, de espíritu crítico y de criterio de la ciudadanía para el análisis personal de su entorno político y ciudadano sea mas elevado, los cerebritos a sueldo que pervierten el lenguaje mas de lo razonable, corren el riesgo de que sus estrategias de comunicación se vuelvan contra los objetivos de quienes les pagan. Es un difícil equilibrio que, seguramente, los mas aventajados tratan de dominar. Se trata de mentir sin que les pillen. Ya dijo un demócrata americano que se puede engañar a alguien, todo el tiempo; se puede engañar a muchos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos, todo el tiempo. La vida política española reciente ha proporcionado ejemplos sonados de los riesgos de no tener en cuenta la universalidad de esa máxima.

En conclusión, la perversión del lenguaje es un arma estratégica que, si no se utiliza con suma moderación y cuidado, puede causar la muerte política de quien la usa.

Observo con curiosidad e interés las primeras acciones publicitarias de los partidos mayoritarios y las instituciones que gobiernan, en la precampaña electoral y ya he visto aciertos y errores de bulto.

La impecable campaña institucional de la Generalitat valenciana, pone el énfasis en los ciudadanos, con un mensaje muy eficaz. Las imágenes de personas representativas de los distintos grupos sociales, mayores, inmigrantes, con mensajes afirmativos, basados en lo que ven, ¿y tú como lo ves?, refuerzan el mensaje de las realizaciones, al tiempo que desautorizan el discurso crítico de la oposición. Esa campaña trata de desactivar el discurso de los medios de comunicación afines a los rivales políticos, y los mensajes de la propia oposición, poniendo el énfasis en cosas elementales y fácilmente reconocibles. ¿A quien no le han subido la pensión? No importa que la cuantía de las pensiones sea competencia del gobierno central y que los complementos autonómicos en Valencia estén por debajo de otras comunidades. Es un hecho que a uno le han subido la pensión. Eso no se puede negar, y poner a un jubilado en un cartel encantado de la vida no es censurable, y además es eficaz. Poner a un inmigrante, lo mismo. Es posible que se le haya regularizado, que se le hayan dado papeles. También eso es competencia del gobierno central, y esa realidad no la niega el hecho de que aquí tengamos a algunos centenares de ellos --las autoridades dicen que por su propia voluntad--viviendo bajo los puentes. No hay ironía ni sarcasmo en lo que escribo, estoy sinceramente convencido de que la campaña institucional es modélica en cuanto a la forma, los contenidos y los objetivos, sin perjuicio de que puedan haber matices que permiten criticarla, pero en general es una buena muestra de marketing político. Porque utiliza argumentos positivos y básicamente verdaderos, porque pone el mensaje en boca de los ciudadanos, y porque lo hace desde imágenes que representan a cada uno de los grupos sociales.

En resumen. Un acierto.

De la primera iniciativa visible de la precampaña electoral del PSOE no se puede decir lo mismo, lamentablemente. Los carteles y vallas publicitaria expuestos a la vista de los ciudadanos contienen un lema atractivo, Nuevos Tiempos, que invita al cambio, pero las imágenes fotográficas de los candidatos son tan lamentables, transmiten tal sensación de antigüedad y de falta de energía, que uno llega a pensar que si no son competentes para supervisar adecuadamente su campaña, la calidad de sus imágenes y la eficacia de su mensaje, mal van a serlo en mas altas funciones. Tan mortecinos son sus retratos, que sus adversarios se carcajean y hablan de la Funeraria Plá, al referirse a ellos. Esta vez, no les faltan motivos.

Claro, no brilla igual un candidato de la oposición que un político en el poder. En cierta ocasión, cuando Joan Lerma presidía la Generalitat, acudió a una cena de profesionales a la que yo asistía. Les juro que brillaba. Es increíble el aura que rodea a un político

cuando está en el ejercicio de un cargo importante. Es algo físico. Lo he visto después, descabalgado de aquella dignidad y parecía, simplemente, un jubilado del puerto.

Camps, cuando accedió con un apoyo precario al mismo puesto, tenía un aire cerúleo, eclesial y fúnebre. Transmitía una sensación de hombre precario, inseguro, tímido. Ha bastado que su partido haya decidido apoyarlo sin reservas, que él sienta que conduce realmente las riendas del poder, para que su figura haya alcanzado connotaciones épicas. Ahora parece Alejandro el Magno, regresando victorioso de sus campañas, o un ejecutivo de una multinacional con contrato blindado sin temor a operaciones hostiles que pongan en riesgo su liderazgo. Es asombroso, ese cambio. Nuevamente el aura del poder fortalece a una persona que parecía la representación misma de la mediocridad. Se ve. Es algo físico. Fíjense si no, visionen imágenes de su primera etapa y comparen con las actuales. Energía. Esa energía que da el poder es la que está ausente en los retratos fúnebres de sus oponentes.

Mucho les queda por hacer a los candidatos de la oposición para hacernos creer y creerse ellos mismos que desean ganar las elecciones. A mi me gustaría, aunque sea por una simple cuestión de higiene democrática. Aunque creo que votaré a los del Compromís. Ahora que sus votos son sumables, no es una mala opción.

Lohengrin. 02/2007

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