El hombre, cuando nace, es el animal mas vulnerable del planeta. Cualquier alimaña tiene un agujero cavado en la tierra donde esconderse y numerosas especies nacen con una dotación genética que les permite ponerse de pie, correr y huir de los depredadores desde el mismo momento de su alumbramiento. La fragilidad, la dependencia, la incapacidad de valerse por si mismos, la indefensión, son los aspectos que caracterizan la primera experiencia vital de los bípedos. No pueden beber agua ni alimentarse ellos solos, no saben desplazarse, apenas se comunican, salvo con el llanto. Esa enorme y variada muestra de limitaciones haría imposible su supervivencia de no ser por una cualidad que les permite superarlas. Su capacidad de aprendizaje.
Los pedagogos, los psicólogos infantiles, los investigadores de la conducta en esas edades tempranas, parecen estar de acuerdo en que esa potente herramienta, la capacidad de aprender, trabaja a pleno rendimiento durante los seis primeros años de la vida del sujeto. Luego no es que desaparezca; en algunas personas, se prolonga con la misma intensidad durante toda la vida pero, en general, el grado de intensidad de absorción de experiencias, de reconocimiento del entorno, de imitación de conductas, de curiosidad, de descubrimiento, se reduce notablemente, se supone que como respuesta a la superación de esas limitaciones básicas. A esa edad, el niño ya sabe alimentarse solo, --aunque aún no puede procurarse su comida-- se desplaza y se comunica, su relación consciente con el entorno es amplia y su cerebro, después de actuar como una esponja durante ese periodo de aprendizaje intensivo, está listo para enfrentarse a una nueva etapa, la de su socialización, rebasada la de supervivencia.
Algunos especialistas sostienen que, a los seis años, las bases del carácter, de la personalidad del futuro sujeto adulto, ya están presentes en el niño. El carácter, lo mas permanente, se supone que procede de su bagaje genético, mientras que la personalidad visible sería una combinación de genética y aprendizaje, aunque en esta materia cualquier dicotomía puede ser demasiado simplificadora. Parece razonable suponer que las fuerzas que intervienen en la evolución hacia el mundo adulto interactúan y se influyen entre sí. Es posible que ese proceso cada individuo lo transite de un modo singular, con diferentes resultados, al margen de las tipologías, clasificaciones y agregaciones que los científicos, los siquiatras y los astrólogos emplean para explicar mejor sus respectivas materias.
Hago esta introducción para tratar de entender ciertas conductas de los adultos, que tal vez puedan estar muy marcadas por esa primera experiencia de indefensión, de fragilidad. Seguridad y autoridad. Riesgo y libertad. Es la actitud ante estas alternativas lo que me interesa, porque pienso que está en la raíz de las preferencias de los electores cuando las revelan a través del voto. En la realidad, estas categorías no se reconocen en solitario, por lo que es mas preciso hablar de distintas combinaciones y grados de Seguridad/Riesgo y Autoridad/Libertad, pero eso no impide su análisis por separado.
La seguridad es la respuesta a la demanda de una pulsión profunda, tan arcaica que es anterior a las ideologías. Es probable que la posesión y la acumulación respondieran, en su origen, entre otras causas, a esa profunda demanda de seguridad ancestral. En las sociedades premodernas, al grado alcanzado de acumulación pareció vincular la autoridad con la acumulación. Las formas autoritarias de organización social servían, sobre todo, para proteger las propiedades acumuladas, y en las primeras democracias solo tenían derecho a voto los propietarios. Las democracias parlamentarias tenían la función esencial de liberar a los propietarios de la tutela del rey, y eso se consideraba compatible con la pervivencia de la esclavitud. Propiedad y libertad para los ricos. Autoridad y riesgo para los pobres. En alguna medida, ese esquema sigue vigente en la sociedad globalizada. Hay una diferencia sustancial, sin embargo, nunca ha habido poblaciones tan numerosas, en su mayoría desposeídas, o con posesiones que no alcanzan el carácter de acumulación, con un número de individuos tan grande partidario del binomio Seguridad/Autoridad. Y si tantas personas que no tienen bienes acumulados que defender en cantidades significativas revelan su preferencia por la seguridad, ¿ no será que este valor, tradicionalmente atribuido a las clases enriquecidas, está vinculado, si, a la acumulación patrimonial, pero no solo a ella?. Siempre me han intrigado las actitudes que priman la seguridad y la autoridad en personas que no tienen un patrimonio que defender, su poco aprecio por la libertad y su falta de aceptación de un cierto grado de riesgo, tan natural como la vida.
De algún modo, la preferencia por la seguridad, y el autoritarismo que conlleva convertirla en prioridad de la vida social, parece un elemento latente del carácter de muchas personas, con independencia del grupo social al que pertenezcan. Solo así se pueden explicar las mayorías parlamentarias conservadoras, en numerosos países donde la mayoría de la población no tiene, objetivamente, nada que conservar.
Es posible que la traumática experiencia de la existencia primera, su fragilidad, dependencia, indefensión, haya dejado marcada para siempre en el carácter de muchos de nosotros la preferencia por la seguridad? Cualquiera sabe. Es la educación posterior, la socialización, lo que determina en realidad una escala de preferencias marcadas por el sistema que las reproduce? Parece mas probable, pero no podemos descartar una combinación de ambos factores.
Tan cierto como que hay poblaciones numerosas que se decantan por la seguridad/autoridad, cualquiera que sea el nivel de su patrimonio, es que hay numerosos grupos de población que prefieren una combinación de seguridad/libertad, y que existen minorías que están claramente a favor de la libertad/riesgo, relegando la seguridad al nivel indispensable para la supervivencia.
En la sociedad globalizada actual, quienes detentan el poder se están decantando por una cierta asimetría en el acceso a estos valores sociales. Quieren la libertad, si, pero fundamentalmente para sus negocios, lo que les permite acumular mas y mas rápido y se traduce en mayor seguridad para ellos. El riesgo, lo dejan para los otros. La inseguridad y la indefensión que se derivan de las deslocalizaciones, la pérdida de influencia sindical y la desregulación laboral, es la contrapartida inevitable del aumento de seguridad de las clases dominantes. Los viejos binomios Libertad/Riesgo y Seguridad/Autoridad, están acompañados ahora de expresiones mas alambicadas de estos valores. Así, Libertad/Seguridad, tienden a ser monopolizadas, como en las épocas esclavistas, por los ricos riquísimos, y Autoridad/Riesgo es lo único a que pueden aspirar los demás. Sin embargo, como las mutaciones sociales tardan en ser percibidas por la población, millones de personas seguirán apostando en sus preferencias electorales por la seguridad y la autoridad, sin caer en la cuenta de que ningún estado moderno es capaz de garantizar la seguridad a sus ciudadanos. Particularmente no pueden garantizar la seguridad de su trabajo, ni su integridad física en caso de un ataque terrorista. La paradoja de todo esto es que multitud de personas que tienen aversión al riesgo y valoran mas la seguridad que la libertad, viven en un estado de riesgo permanente y refuerzan sistemas autoritarios para disfrutar una seguridad que, en realidad, es inexistente.
Al margen de la apropiación de la libertad por el mundo de los negocios, existen personas que no pueden ser expropiadas de ese derecho, porque no han vinculado sus vidas con la posesión ni la acumulación. Antes al contrario, reniegan de las posesiones y propiedades, --salvo los mínimos de supervivencia-- y tampoco se decantan por identificar sus tareas o carreras profesionales con la permanencia, sino con el cambio. Son personas, grupos sociales, o poblaciones, seguramente menos numerosas que las otras, que han volcado sus preferencias en la aceptación de la libertad y el riesgo.
Entre unos y otros, supongo que hay también poblaciones, seguramente las mas numerosas, que optan por combinaciones variables de Seguridad/Riesgo y Libertad/Autoridad, que necesitan un cierto grado de libertad para sentirse cómodos y entienden que hay que aceptar un cierto grado de organización o autoridad para ordenarla, y que son capaces de asumir un cierto riesgo, porque entienden que la seguridad absoluta no es posible, en ningún caso, y además cuando se promete es a costa de la libertad.
La vieja distinción procedente de los lugares que ocupaban en la Asamblea francesa sus representantes, Derecha, Izquierda, Centro, puede reformularse ahora tomando como referencia las situaciones y actitudes de cada grupo social, y sus preferencias respecto a los valores básicos que impregnan toda organización social
Así la antigua derecha estaría representada ahora por quienes tratan de monopolizar, a nivel global, el binomio Libertad/Seguridad; aquellos que se decantan por la libertad y el riesgo, estarían cómodos en la izquierda, mientras que el centro estaría ocupado por los partidarios de diferentes combinaciones de Libertad/Autoridad y Seguridad/Riesgo.
Entre los electores predominarían los demandantes de Seguridad/Autoridad, seducidos todavía por su falsa percepción de la sociedad controlada por el Estado en la que creen vivir, y los muy numerosos partidarios de un eclecticismo razonable, derivado del sentido común.
Y los estados nacionales?, Su funcionamiento es el reflejo de las preferencias y actitudes de sus ciudadanos?
Casi todos los inventos y tecnologías implantados en la vida civil, resulta que tienen sus orígenes en organizaciones militares. La informática, la electrónica, Internet, el uso de satélites para cartografía y prospección de yacimientos, los avances en meteorología, por no hablar de los neurolépticos y de la industria química. Todas esas innovaciones fueron discutidas, cuando aún estaban en embrión, en los Estados Mayores de los Ejércitos. Si existe alguna organización típicamente piramidal y autoritaria --otra cosa es que utilice sistemas de redes horizontales para comunicarse-- es el Ejército. Tiene sus Consejos, sus Estados Mayores, su especialización por armas y cuerpos, todo ello centralizado en una autoridad superior. Una estructura de mando impresionante, en cuya base están los simples soldados, solo destinados a obedecer.
Como están organizados los Estados?
La organización de los viejos estados nacionales, vista con los ojos de la globalización, recuerda la figura de un ex combatiente que ha sobrevivido a las grandes guerras mundiales, pero solo puede moverse con apoyos ortopédicos. Los ejecutivos, bajo su apariencia de estructura militar, de la que se nutrieron en su origen, tienen un jefe, muchos ministerios, delegaciones territoriales, consejos, comités, y toda la parafernalia organizativa que da la impresión de que ejercen su poder en el ámbito que les es propio.
Con independencia de la separación tradicional de poderes entre el ejecutivo, el legislativo y el judicial, que es un límite legal a la acción de los gobiernos, la velocidad con que hoy se compran y venden empresas, se desmantelan plantas de producción, se planean operaciones financieras para hacerse con el control de este o aquel sector, tomar la mayoría de este o aquel banco, en definitiva, la libertad de negocios para acumular a una escala y con una rapidez desconocidas hasta hace unos años, ha exigido desmantelar los controles legislativos que frenaban la inversión, o la desinversión. Las autorizaciones previas de los gobiernos para estas operaciones son cosa del pasado. La intervención gubernamental en la fijación de tarifas se ha visto reducida a muy pocos servicios La mayoría de los monopolios públicos han sido desmantelados, privatizados o suprimidos. En este panorama, ¿que queda de esa organización jerárquica, estructurada al estilo militar, antes tan omnipresente en las decisiones económicas de las empresas?. Pues queda un aparato recaudador de impuestos, -que no es poca cosa- un sistema de salud y pensiones, la seguridad pública y unos cuantos ministerios, aquí casi sin competencias por haber sido cedidas a los gobiernos autonómicos. Que se le pide a esa estructura que ya no pinta nada en la economía ni en las finanzas? Pues los partidarios de la Seguridad/Autoridad le piden nada menos que les proteja. A todos. Todo el tiempo. En todo lugar. Un imposible para cualquier estado nacional, mas aún para los escuálidos Estados que han quedado después de que la ola neoliberal haya arrasado con todos los obstáculos que se oponían a su estrategia desreguladora.
No es que yo tenga nostalgia de los estados fuertes. Estaría bien que los estados fueran mas débiles porque sus ciudadanos son mas fuertes, mas libres, mas responsables, menos necesitados de protección. Pero al mismo tiempo que el mundo de los negocios se ha fortalecido en una escala inimaginable, los grupos sociales mas vulnerables están mas desprotegidos, porque esa debilidad del estado se ha traducido en una precariedad extendida para aquellos que no forman parte de la tribu de la acumulación y el despojo.
En conclusión, ya que decantarse por la seguridad favorece el autoritarismo, y como espero haber demostrado que, en el mundo actual, la seguridad de los débiles es un espejismo, una fantasía, algo que el estado actual no puede garantizar de ningún modo, ni en el empleo, ni en la vida cotidiana, desearía que la molestia que me he tomado de escribir casi cuatro mil palabras le sirviera a alguien para abandonar esa ilusión y buscar aquellas opciones políticas que mas se acerquen a las necesidades de los grupos sociales mas vapuleados, que intenten favorecer la libertad de los débiles, que se acercan peligrosamente a posiciones sociales mas propias de las sociedades esclavistas que del siglo de Internet.
Aunque, si el anhelo de seguridad es una pulsión arcaica que se origina en la fragilidad, la dependencia y la indefensión de nuestros primeros años, nuestra costumbre de contestar, Mande?, imagino que será difícil de erradicar.
Lohengrin. 02/2007
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