domingo, 27 de mayo de 2018

LA SILLA

"Me he cansado de esperar sentado en un banco, frente al kiosko, pero el tipo que lleva el negocio no ha abierto, se vé que se fué a Kiev a la final de la Champions y aún no ha vuelto. Una lástima, porque hoy regalaban con el periódico un paquete de arroz y Encarna pensaba hacer con el una paella de verduras, así que no sé que comeremos hoy, como tampoco sé de qué vá a ir la entrada de hoy, al no disponer de los titulares del periódico para inspirarme.

No soy futbolero, en el sentido de que me gusta más jugar al fútbol que mirarlo, pero ayer puse la tele para ver la retransmisión de la final de la Champions desde Kiev. La parafernalia del pre partido, los elogios desmedidos de los periodistas deportivos al Real Madrid --se nota que sus bolsillos están engrasados con el dinero de Florentino Pérez-- me parecieron una evocación de los acontecimientos público deportivos del cine futurista, 'Los Juegos del Hambre', esas cosas, mientras que el juego del Real Madrid de la primera parte, me pareció el de un equipo de mierda, claramente inferior al de los dos equipos escolares que vi enfrentados por la mañana en el campo de fútbol del barrio.

En la segunda parte todo cambió, sobre todo gracias a los errores del portero del Liverpool, mas que a los méritos merengues. Aunque hay que reconocer el mérito de los tiros a puerta que consolidaron el triunfo de los blancos --el primero fué un gol de opereta-- me llamó la atención el llanto desconsolado de varios jugadores, los dos que se retiraron lesionados en particular y las posturas de otros de rodillas sobre el cesped, en actitud de expiar sus pecados. Hombre, no es para tanto, solo es fútbol.

Hablando de pecados, de expiación, esas cosas. Anoche, contrariamente a mis hábitos nocturnos, me quedé hasta tarde viendo la Sexta, porque me interesaron las imágenes anunciadas de Bardem y esos otros actores de Animalario, en un acto público de desobediencia, por cierto celebrado en una Igesia, como respuesta a la investigación fiscal al actor que en Internet escribó algo así: 'Me cago en Dios y la Virgen....'

Digo yo que igual podía haber escrito: 'Me cago en Satanás y en el Real Madrid..' y le habrían llamado al órden. La blasfemia, que es la figura jurídica que justifica este dislate,no es que parezca algo decimonónico, es que parece de los tiempos de la Inquisición, y la interpretación que hacen algunos juristas del uso público del lenguaje, también parece de esa época.

No blasfemo con habitualidad, pero cuando tropiezo con un alcorque mal cuidado, se me escapa un, 'Me cago en la hostia..', reminiscente de mis años mozos, aunque jamás en mi vida tomé en forma ritual una oblea, si acaso algún Tiramisú.

La Silla. Ya está bien de divagar,voy a contar lo de la silla.

El otro día tomamos, Encarna y yo, el bus 95 --coger el bus es una expresión malsonante en latinoamérica, espero que no me empapele ningún fiscal de allí si la empleo-- para ir a Decathlon, esa tienda de deportes que está a tomar por culo, en Campanar, y compramos un par de sillas plegables, portátiles.

Las estrenamos triunfalmente la tarde noche del viernes, acudiendo, junto con Lola y Antoni, recién regresados de su viaje de ocho días a Polonia, al concierto de los chicos --y no tan chicos, el director se acercaba a los ochenta-- de Berkeley (¿se escribe así?, no me vaya a empapelar algún fiscal).

Un acto exitoso, con gran afluencia de público, por lo que se reveló prudente acudir con nuestras propias sillas. Una veintena de músicos, artistas, cantantes, danzantes, que se emplearon a fondo durante unos cincuenta minutos, en una interpretación única a medio camino entre la música atonal, semi contemporánea, y los juegos sonoros no estrictamente musicales.

En la parte final del acto, el director se dirigió al público para involucrarlo en aquella cosa de difícil definición artística y lo consiguió. Yo no sé que decir del concierto, me falta formación musical para juzgarlo, solo que me hizo reflexionar sobre lo mucho que ha cambiado el arte desde el Romanticismo, hasta la última final de Champions.

En cualquier caso, una cosa me gustó sobre todas las demás, disponer de mi propia silla para aguantar el chaparrón durante casi una hora.

Después del concierto, fuimos con Lola y Antoni a tomar algo a una cervecería cercana al lugar del concierto --el Museo de la Ciencia, en el complejo de Calatrava-Zaplana (ahora tan denostado, el complejo no, Zaplana)-- y disfrutamos con unas cervezas Estrella de Galicia, croquetas de rabo de toro, quesos de dos orígenes fritos, sepia a la plancha, clotxinas valencianas, todo muy armónico, equilibrado, y luego estuvimos una hora charlando con Antoni y Lola, que tenian muchas cosas que contar de Polonia."

Finalmente, tomamos las sillas plegables, nos las colgamos del hombro, y nos fuimos a casa.

En fin. La Silla.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 27 05 18.

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