lunes, 8 de junio de 2020

MEMORIAS DE GALICIA

"En aquellos días de finales de los setenta del siglo pasado yo hacía gala de una osadía de la que ahora, al recordarlo, me sorprendo, lo cierto es que, no se como, me comprometí a dirigir un seminario en la Universidad Laboral de La Coruña y a explicar el modelo de sociedad anónima laboral, entonces de muy reciente aparición en la vida económica del país y fué tal el impacto que recibimos Encarna y yo en nuestra pimera visita a tierras gallegas que reincidimos al siguiente verano.

 El rector de la Universidad Laboral era un gallego sabio y descuidado en el vestir con un gran sentido del humor y una dentadura que le daba cierta semejanza con el Jerry Lewis de 'El Profesor Chiflado' y cuya afición por la gastronomía era tal que le hacía reunir la triple condición de hedonista, sibarita y exquisito. Su bien cuidada panza, el uso de tirantes y la innumerable cantidad de manchas dispersas por su voluminosa presencia eran compatibles con un fino espíritu intelectual y un saber erudito amplísimo, del que no hacía un uso inmoderado, y su discreción y tacto hacían de el una persona encantadora. Había que ver la expresión de su rostro cuando hablaba del cocido gallego que preparaba el mismo.

 Entre los profesores había además un magistrado de trabajo residente en Tarragona, aragonés de origen, que fué para nosotros un verdadero Pigmalión pues de su mano aprendimos casi todo lo que hay que saber en la cuestión de elegir un restaurante y ello antes de que se pusieran de moda las guías, revistas y clubes gastronómicos cuya proliferación es hoy moneda corriente. Decía el mañócrata, y así lo hicimos varias veces que, siempre que fuera posible, no había que entrar en restaurantes que no estuvieran avalados por varias generaciones de restauradores, y esto no lo averiguaba de oídas, sino que se asomaba al interior, olía el aroma a madera vieja de la decoración, echaba un vistazo a la caja registradora y si decía, 'aquí', nunca se equivocaba. Huía como alma que lleva el diablo de las decoraciones recientes y anodinas. En cuanto al horario, siempre nos aconsejaba que fuéramos pronto, cuando las primeras viandas todavía están disponibles y el servicio está descansado. A veces, rompía la norma sobre la vetustez del establecimiento, pero era para sustiruirla por el conocimiento de la calidad de los clientes, como los marinos mercantes en La Casa del Mar en La Coruña.

Martín, que así se llamaba el magistrado, era una persona esencialmente bondadosa, de aspecto orondo y estilo socarrón. Solo le ví encolerizado cuando nos habló de Monseñor Suquía, arzobispo de Santiago quien, por lo visto, estando en otro destino, había sido director espritual de su mujer y, al parecer, también ejerció solapadamente de director financiero del patrimonio de la familia de Martín.

Compartía nuestras tareas en la Universidad, Colóm, un catalán de aspecto fornido, de cabellos rubios y ondulados, ex fucionario de la FAO que había trabajado en Cuba y fué testigo de las primeras realizaciones del régimen de Castro, del anorme progreso que habían supuesto los programas de alfabetización y de la efervescencia revolucionaria que se respiraba en la isla. Colóm tenía una personal teoría sobre la forma de comer marisco y en una comida colectiva que ofreció el rector a los claustruales al terminar el curso,la aplicó a rajatabla: "No hay que perder el tiempo con las patas". Se aplicó directamente a colas y cabezas y batió el récord del número de ejemplares consumidos per cápita.

 La habitación del hotel donde nos hospedamos Encarna y yo mientras duró el curso daba directamente a la Ría y desde la ventana, en las tardes de suave clima veraniego coruñés, pudimos observar a las mariscadoras recoger sus frutos marineros y llenar sus cestas que llevaban airosamente sobre el moño, la mano en la cadera, y el sempiterno negro de sus vestidos en recuerdo de algún luto pasado, presente o futuro."

De mis viejos papeles, sin fecha, con amor a las tierras coruñesas.

Un saludo cibernauta, algo nostálgico.

En fin. Memorias de Galicia.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 8 06 20.

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