sábado, 27 de junio de 2020

CRÓNICAS DE VILAFAMÉS

."El pasado martes Lola y Antoni vinieron a recogernos en su moderno coche Mazda, 120 caballos, la última tecnología, automático, sin cuyas prestaciones nos hubiera sido imposible transitar por las estrechas y elevadas calles de Vilafamés, hasta alcanzar la casa que teníamos alquilada para tres noches, cuatro días, en el lugar más alto y pintoresco del pueblo, junto al castillo.

Como la hora de entrada a la casa que teníamos concertada eran las cinco de la tarde, de camino nos detuvimos en la playa de Alcocebre, un mar con la peculiaridad de que hay manantiales de agua dulce que surgen de los fondos, cerca de la orilla. Disfrutamos de un mañana de playa casi perfecta,luego subimos hasta Vilafamés, y me suena que comimos en la Media Luna, pero no hagan mucho caso, eso pudo ser oro día y en otro lugar, porque en estos cuatro días hemos visitado varios lugares y me hago un lío, si recuerdo que el camarero era árabe, el dueño no, y la comida tampoco.

Cuando llegamos a la casa, después de comer, una agente nos esperaba con las llaves y, después de enseñarnos la casa de tres plantas, con un salón-comedor-cocina semejante al de nuestra casa de Estenas con su techo de vigas de madera, aunque con habitaciones más lujosas, con unas camas estupendas, nosotros, Encarna y yo, hemos dormido estas noches en la tercera planta, en camas separadas, y no hubo nada, mientras que Lola y Antoni lo hicieron en la segunda planta en una enorme cama para dos, tres, o más, y no sabemos.

Después de deshacer las maletas y acomodarnos, nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo, bajando desde la zona más elevada y luego, claro, tuvimos que volver a subir, este ejercicio, repetido todas las tardes, después de visitar los preciosos pueblos de las proximidades, me han causado unas agujetas en los músculos de las piernas que ni te cuento.

 El segundo día de estancia nos acercamos hasta Catí y luego fuimos a Benasal, donde hay un famoso balneario de aguas termales, que aún no está en servicio, vimos a las kellis limpiando en los balcones, pero pudimos llenar las botellitas que llevábamos con agua en una fuente preciosa que estaba junto al parking, todo muy bien, sí.

 Al tercer día resucitó nuestro interés por conocer Culla, un pueblo aún más bonito y pintoresco que Vilafamés, donde tomamos un aperitivo, después de pasear el pueblo fuimos a por el coche para ir hasta Lucena del Cid, donde, según una foto del móvil de mi mujer es donde está el restaurante la Media Luna, no en Vilafamés, cosas de la memoria, de mi mala memoria, que ya cumplió 76 en octubre pasado, que se le va a hacer. Al intentar abrir el coche, no pudimos, ni con el mando, ni con la llave. Vaya, se ha estropeado, tendremos que buscar un mecánico para salir de aquí. En eso, un vecino del pueblo se nos acercó y dijo, -Ese coche es suyo..., Lola dijo, sí, pero no se abre....... Si me permite, le diré que ese coche es el de la directora del banco... entonces Lola cayó en la cuenta de que
el coche que había confundido con el suyo, no lo era, era idéntico, de ahí la confusión, el suyo resultó estar estacionado un poco más lejos, que cosas nos pasan a los maduros, no?

Las cenas las hemos hecho en el comedor de la casa, con el fiambre que trajimos de casa, quesos variados, jamón de Trévelez, sobrasada ibérica y el salmón que traían Lola y Antoni. Después de cenar, dos partidas al Rummy cada noche, que me dejaban más agotado que los paseos vespertinos por el pueblo.

En la mañana del cuarto día, después de desayunar y fumar un Winston largo al sol, en el banco de piedra de la fachada de la casa, fuímos a visitar el museo de arte contemporáneo de Vilafamés, donde hay obras de Tápies, Genovés, Carmen Clvo y muchos más, algunos de los que residieron en el pueblo cuando esto era un refugio de artistas solitarios, hoy desaparecidos de aquí.

Luego de la visita al museo, embarcamos en el coche. Como era pronto, visitamos el Desierto de las palmas, un lugar precioso, pero el restaurante estaba cerrado, así que, de nuevo al coche y a comer a una playa de Benicassim, en un magnífico, aunque algo caro, restaurante, con una vista elevada sobre el mar, amplísima, que nos permitió contemplar a los deportistas que hacían surf y otras diversiones a un palmo de nuestras narices, que comenzaban a percibir el olor del arroz a la marinera que se estaba cocinando para Antoni y para mí, las mujeres comieron uns pizzas, tan enormes, que la mitad de la Carbonara, de Encarna, se vino en una caja con nosotros de vuelta a València, y eso fué lo que cenamos, sin necesidad de cocinar.

Antoni y Lola nos dejaron a la puerta de casa, sobre las cinco y media, desembarcamos la maleta, la botella de aceite de cinco litros que compramos en Vilafamés, las dos bolsas con efectos personales, tomamos el ascensor, entramos en casa y nos tiramos en el sofá, agotados.

Hoy, Encarna tampoco tiene que cocinar, anoche sacó del frigorífico las carrilleras que dejó congeladas y con unas patatas fritas será nuestro menú de hoy, aunque tendremos que ir a comprar a Mercadona, porque la nevera está vacía. Ya oigo a Encarna,. me llama para bajar a comprar, hasta otro día."

Un saludo cibernauta, cordial y afectuoso.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN)  27 06 20

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