"Hola. Hoy no he bajado al Maravillas porque los bares siguen cerrados, quince días mas, al parecer, por una razonable? prudencia sanitaria, por miedo a los efectos del jodido virus, vamos. He bajado al Cantonet y he comprado el periódico, que todavía no he ojeado --de ojo, no de hoja-- luego me he acomodado en el banco soleado que hay frente a la rotonda de la fuente ornamental y he fumado el cigarrillo de la mañana, antes de volver a casa para escribir estas chorradas.
Tengo el privilegio? de vivir en una ciudad de la comunidad autónoma con peor situación sanitaria por la pandemia de todo el país, cuyas normas convivenciales son dictadas por el impostor que nos dirige, aunque entiendo su necesidad, sus efectos parecen estar comenzando a hacer mella en mi ánimo.
Ya más de un año viviendo esta situación excepcional, perdido el contacto físico con familia, amigos y vecinos, me siento, como decirlo, como si viviera un exilio permanente, algo así como lo que debe sentir el rey emérito en su exilio de Abu Dabi, o es Qatar?, no sé, pero sin guardaespaldas ni lujos desenfrenados, ni visitas físicas de mi familia, solo con un paseíto por la mañana por las calles soleadas del barrio, junto a Encarna, la mujer de mi vida, el único lujo que me queda en este patético exilio.
Ayer, para variar, acepté la propuesta de Encarna de ir caminando con ella al mercado de Russafa, algo que no hacíamos desde antes de Navidad. Todo me pareció un poco extraño, sobre todo, cruzarme con desconocidos enmascarados todo el rato, aunque, llegados al mercado, encontré una cierta normalidad.
Entramos por la puerta más cercana al puesto de las hierbas, --Que desea?, preguntó el herboristero, --Un euro de diente de león, es para rebajar mi ácido úrico, sabe?. Luego, fuimos al carnicero, a recoger el encargo telefónico que previamente había realizado Encarna, unas carrilleras y algo de carne picada para el relleno de las berengenas y algunas croquetas, esas cosas, después, entramos en el pescado y compramos unas pescadillas para hacerlas, fritas, para comer, después del entrante.
Regresamos a pié, unos ratos a pié, otros andando, porque Encarna ha desarrollado una actitud fóbica hacia los autobuses, por el efecto de la pandemia, no le gustan las aglomeraciones de gentes en espacios cerrados. Yo me detuve un par de veces, en los bancos que encontré, para fumar el primer cigarrillo de la mañana, en varias fases.
Fué una experiencia gratificante, la de ayer, porque por primera vez en algún tiempo, tuve la sensación de haber regresado del exilio forzado por la jodida pandemia a mis hábitos anteriores, aunque, al llegar a casa, me noté un poco cansado, por la falta de costumbre de dar paseos tan prolongados.
Ignoro si el rey emérito tiene previsto regresar a España desde su exilio dorado, eso es cosa suya, a mi me da igual, que venga, o que no venga, lo único que tenemos en común es nuestros respectivos exilios por lo demás vivimos en planetas distintos, no?."
Un saludo a los amables internautas que se acercan por aquí, vivan en el exilio, o en casa, con sus familias, cerca de sus amigos y vecinos, yo echo mucho de menos las cenas de los viernes, en casa o en el chino con Lola y Antoni y, al parecer, con el retraso que llevan los planes de vacunación contra el virus cabrón en este país, todavía faltan meses para recuperar nuestras viejas costumbres....
Chao, pibes.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 12 02 2021
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