"El silbido de aviso agrede mi delicado oído derecho (el izquierdo hace años que es inmune a cualquier agresión acústica)
y las puertas del vagón se cierran ante mis narices con un chasquido seco. Acabo de perder el Metro, lo que me permite
deambular por la flamante estación durante diez minutos, en espera del próximo servicio.
Es una estación atípica, lo reciente de su puesta en servicio hace que la superficie de sus paredes todavía sin grafitis ni desconchados parezca la piel de un bebé.
Como es de rigor, las escaleras mecánicas no funcionan. Siempre me ha intrigado el hecho de que se instalen esos artilugios en los lugares públicos y que, invariablemente, no funcionen, pero ello me permite trepar por la escalera de bajada por el puro placer de la transgresión impune.
(Continuará, lo dejo, es un poco tarde, mañana seguiré, o no)
....Desde mi atalaya observo la patética soledad de los escasos viajeros que esperan en el andén, unos pasean nerviosamente con evidente desasosiego mientras que otros muestran una actitud de espera tranquila y resignada y alguno posa su mirada, alternativamente, en un anuncio de Winston y en la estilizada figura de una bella mujer morena vestida
con chaquetilla de torero y medias negras, pegada sobre el vidrio de una cabina telefónica.
El chirrido de los frenos anuncia la llegada del próximo tren que surge trepidante de la oscura boca del túnel y, después
de un breve trayecto, me deja en la estación próxima a un centro comercial que no conocía anteriormente. Después de unas cuantas vueltas por el interior del Centro llego a la conclusión de que es un espacio arquitectónico maravillosamente
construído para que la gente compre, pero con un efecto laberíntico perverso, que hace que uno se pierda sin remedio, ya que, al encontrarse idénticas tiendas en diferentes plantas, las referencias de orientación solo sirven para desorientar
al neófito.
Mis intestinos se ponen en marcha debido al intenso ejercicio realizado subiendo y bajando escaleras y recorriendo plantas y cuando intento alcanzar los servicios compruebo con desesperación que me he perdido de nuevo.
En la búsqueda
compulsiva de mi tabla circular de salvación, mi imaginación evoca los felices iempos en que los humanos defecaban en el
momento y lugar que les pedía el cuerpo. Por fin, un letrero con grandes letras pintadas de amarillo sobre fondo negro me produce en el cerebro un estallido evocador de placeres inmediatos, mi vejiga se agita, alegre y esperanzada, intuyendo
la inediatez de la orgía escatológica."
(Continuará. Falta transcribir algo más de otra página, pensé hacerlo ya, pero me entra la galvana)
Un saludo cibernauta, un poco vaguete.
En fin. Paisajes Urbanos (1)
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 22 05 20.
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