viernes, 11 de septiembre de 2020

CAFÉ MARAVAS

"El Bar Maravillas se llamó así, cuando comencé a frecuentarlo, porque su dueña, Doña Maravillas, le puso su nombre. Después de fallecer Doña Maravillas, sus dos hijos, que ya llevaban el bar cuando ella se retiró, le cambiaron el nombre, ahora es el 'Café Maravas', me gustaba más el anterior, por eso sigo comenzando mis entradas del blog con la expresión "He bajado al Maravillas..." al modo como Paco Umbral comenzaba sus artículos, "He bajado a por el pan..."

Los hermanos que gestionan el bar son, a mi parecer, bien distintos, Tony, con una formación profesional que comenzó en una coktelería del centro de València, prepara el ron quemado como nadie, quemando el alcohol hasta hacerlo desaparecer, añadiendo una rodajita de limón y unos granos de café, sirviéndolo en taza, en fín, algo que roza la perfección, además es un tipo amable, simpático y bondadoso, a veces demasiado, porque de tanto fiar a sus clientes, su caja está vacía.

El hermano de Tony es otra cosa, yo no conozco ni su nombre, porque está en el turno de tarde, aunque sé que contrajo matrimonio con una señora de etnia gitana y reside en la misma calle del bar. El aspecto de su rostro denota un carácter distinto al de su hermano, pero, poco más puedo añadir, porque no lo conozco bien, aunque sé que no hace mucho mantuvo una violenta discusión con algún vecino.

Pero yo quería centrarme en como es el Maravillas ahora, más que contar chismes sobre quienes lo llevan. Ahora tiene terraza, unas cuantas mesas, muchas sillas, y unas excelentes sombrillas, de gran tamaño, nuevas, que le dan un nuevo aire al local. Yo acostumbro a consumir el café cortado descafeínado y el 'such de taronja' cuando bajo a desayunar, de lunes a sábado, el domingo no abren.

A veces, me quedo hasta las diez, cuando he de proveerme de tabaco barato, algo ilegal, llamando desde mi nuevo móvil al vecino que lo facilita, porque, antes de esa hora, el tipo no se levanta, aunque, el otro día, cuando le llamé, estaba fuera de València, y tuve que ir al estanco a por un cartón de Winston largo, 42,50, en lugar de los 15 E. que me cuestan las diez cajetillas, que le voy a hacer, si soy fumador adictivo.

Suelo buscar, cuando me siento en su terraza, la compañía de la gente muy simpática que abunda en el barrio, junto a la otra, en particular, me siento muy a gusto con mi tocayo Enrique y su cultivada esposa, aficionada a los concursos de la tele, no asi a los telediarios, vamos, lo mismito que Encarna y yo, aunque, hace varios días que no coíncidimos.

Oigo entrar a Encarna, que regresa de comprar las vituallas para la comida familiar del sábado. Nueve comensales, guardando la distancia, como nos han dicho en prensa, radio y tv., así que lo dejo."

Gracias a los amables usuarios de Internet que se acercan, cada día, por aquí.

Chao, pibes.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 12 09 20


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