domingo, 20 de mayo de 2007

PASADO IMPERFECTO

Somos pasado, porque la ficción del presente se aleja de nosotros a la velocidad de la luz y el futuro nunca está a nuestro alcance. Como los viejos troncos de encinas centenarias, nuestro interior guarda las marcas anilladas de nuestras experiencias, que son la única posesión temporal en la que podemos acoger nuestra fragilidad.

Algunos nos exhortan a creer que el pasado no existe, que hay que pensar en el futuro. Cuando lo escucho, oigo en mi interior una risa sarcástica, porque esos tipos banales que lo niegan son, como yo, solo pasado, y no acabo de entender que sean capaces de incitar a pensar en algo que todos ignoramos cómo es, una magnitud de la que solo conocemos que no es.

Sin pasado, sin memoria, ninguna narración es posible. Toda la extensa literatura de ficción, incluso la que trata de imaginar hechos futuros aún no acontecidos, tiene su anclaje en el pasado y la memoria, y nada se puede escribir que no haya sido pensado, imaginado o escrito antes.

Cada cual tiene su propio pasado y al personalizar esa abstracción, la riqueza de los pasados individuales, concretos, ofrece tal diversidad de matices, historias personales y experiencias que, ni el mas iluminado creador de ficción sería capaz de alcanzar la altura creativa de esas biografías anónimas. Hablo de los pasados de gente que está viva.

Si nos remontamos a la gente que ha vivido, que ya cumplió su pasado, solo unas cuantas de esa ingente cantidad de experiencias de vida han sido objeto de estudio por historiadores, dramaturgos, poetas o narradores. La mayor parte de ese gigantesco patrimonio intangible que constituyen las vidas de los hombres ya cumplidas permanece en la oscuridad mas absoluta.

Otra cosa es que arqueólogos, musicólogos, historiadores y sociólogos, hayan reconstruido los modos de vida de los hombres de épocas pasadas; cómo se alimentaban, que relaciones jurídicas y de poder mantenían entre sí los diversos grupos sociales, que músicas les gustaban, como se vestían, que conflictos hubo entre unos y otros pueblos.

Pero el depósito de adherencias derivadas de cada experiencia personal, el pasado individual de cada uno, que conformó de una manera activa la vida de los hombres, permanece como un misterio insondable.

Ni siquiera uno conoce bien su propio pasado individual. El pasado es memoria, pero la memoria es incapaz de reproducirlo en su integridad, y aunque fuera posible, nuestra incapacidad para comprenderlo y aceptarlo en su totalidad, dejaría sin iluminar sus zonas mas oscuras, o iluminaría con luces que distorsionan, las etapas mas gozosas de recordar.

Somos pasado, pues, aunque incompleto. En ocasiones, algún autor excepcionalmente lúcido, seguramente alguien que acumula en si mismo muchos pasados individuales, es capaz de formular algún relato, alguna narración, alguna forma teatral, que tiene la virtud de representar a nuestros ojos la universalidad de la condición humana y muestra a través de la unicidad de algún personaje, de alguna situación, elementos que son comunes a la vida de los hombres, de cualquier hombre que haya vivido, viva, o vivirá.

Esos hombres extraordinariamente lúcidos, son los únicos con credenciales suficientes para negar el pasado, porque ellos perciben el tiempo como un continuo, de ahí que sus obras sean perdurables, mas allá de las divisiones temporales convencionales.

Para los demás mortales, dado que el presente es efímero y del futuro no sabemos nada, cuando un tipo banal nos diga esa frase tan repetida; “El pasado no existe, `piensa en el futuro”, deberíamos contestarle; “El futuro no existe, estúpido. Eres pasado. Pasado imperfecto.”

Lohengrin. 05/07

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