lunes, 11 de marzo de 2019

ULTIMA TARDE EN MOJACAR

"Son las cuatro y media, el viento está amainando y la mar, algo picada esta mañana, da ahora la sensación de que se dispone a hacer la siesta en los dieciocho kilómetros de costa de Mojácar, aunque solo son visibles desde la balconada de la segunda planta del Hotel Best Indalo, que hemos ocupado durante ocho días, unos ocho kilómetros, pues la punta que se adentra en el mar no deja ver el resto.

Desde este ventanal, en la playa de las Ventanicas, contemplo el conglomerado de casas blancas, la mayoría coronadas por minaretes que, junto a las intrincadas callejuelas de Mojácar pueblo, con un trazado antiguo de medina, le dan al conjunto de estas tierras un inconfundible sabor histórico de la época del califato.

El día de nuestra llegada nos adentramos por un sendero desconocido que discurre junto a una formación de rocas kársticas verdaderamente impresionante.

Gracias a un coche de alquiler hemos recorrido toda esta costa, desde Aguilas hasta Carboneras, además de otros pueblos de interior, pero antes de continuar con la crónica propiamente dicha, para lo que he de consultar notas, mapas y papeles, quiero destacar la sensación algo triste, melancólica, que me sobrevino en la última tarde de nuestra estancia en Mójacar, una sensación de pérdida, de abandono de la belleza, otra vez, la belleza de la soledad...

Así que, de momento, dejo esta extraña crónica, que empieza por el final, y la seguiré dando detalles de los lugares visitados, como la playa de los muertos, la plaza de toros de Vera, la Garrucha, justo el día de su carnaval que no nos quedamos a verlo, en fín, esas cosas."
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Aquí van, ahora, los detalles a los que me referí ayer:

"Tengo sobre la mesa  un folleto editado por los de Texas Hollywood, los vaqueros de Tabernas, adonde no hemos ido, porque preferimos los originales: El Bueno, el Feo y el Malo, Solo ante el peligro, El Arbol del Ahorcado, esas cosas.

En el reverso del folleto aparece un mapa sin el que soy incapaz de evocar todos los lugares visitados en estos ocho días, en particular, durante los dos días en que dispusimos de un vehículo de alquiler, y en las visitas colectivas realizadas el segundo día de nuestra estancia aquí. Lo demás han sido largos paseos de playa, cerveza y tapa, nada que envidiar a los desplazamientos en coche.

En el recorrido realizado desde la playa de las Ventanicas, donde nos alojamos, primero hasta Aguilas, ya en la costa murciana, luego hasta Carboneras, siguiendo hasta Níjar y Almería, hemos visitado un sinfín de lugares: la playa de las negras, la de los muertos, la de la Garrucha, con su puerto comercial y pesquero, la del Algarrobico, donde aun permanece ese hotel construido sin permiso en el parque natural, el Cabo de Gata, con su mole construida en plena playa, la playa de Carboneras y, naturalmente, Aguilas, su playa y su paseo marítimo, con el pueblo, en el momento de la visita ocupado por las sillas para el carnaval, que no nos quedamos a verlo porque no lo habíamos previsto en la ruta del día.

Níjar mereció una visita aparte, antes de ir hasta Almería. En esa mañana tuvimos, Encarna y yo, una decepción, nuestros compañeros de viaje no estuvieron interesados en visitar la playa de los muertos,así que lo dejamos estar, sin precisar si iríamos o no al día siguiente. Fue una leve decepción, derivada del hecho de que mi hijo Quique nos había recomendado no perdernos esta visita, pues, según el, que estuvo por allí cuando se dedicaba al buceo, es la playa más hermosa del parque natural.

En la tarde del día siguiente, la decepción se trocó en grata experiencia pues por fin hicimos la visita, aunque solo al mirador, desde donde contemplamos la playa más tranquila que habíamos visto nunca, solo frecuentada por un par de nudistas que estaban junto al mar y otro par de senderistas que se habían atrevido por la tremenda pendiente que hay que descender hasta la arena.

Es una porción de costa única, una línea horizontal entre dos formaciones rocosas, con ausencia de las curvas que caracterizan las demás playas de la zona y una sensación de que el mar viene aquí, efectivamente, a acostarse junto al cojín de la arena.

En el segundo día de estancia un autobús nos recogió para visitar Mojácar, La Garrucha, Vera, y algún sitio más que no recuerdo, fueron visitas a museos, tiendas, plaza de toros (eso si, la más antigua de España, donde me hice una foto toreando con la camisa vaquera como si fuera un capote), lo más destacable me pareció el urbanismo moruno de Mojácar, y la extraordinaria vista panorámica de la comarca que se disfruta desde sus miradores.

En cuanto a nuestros desplazamientos en coche privado, solo me queda señalar el puto desierto omnipresente entre un lugar y otro de nuestros desplazamientos, que da cuenta de lo dura que debió ser la vida de sus habitantes, antes de que el turismo y los plásticos vinieran a redimirlos.

En los desplazamientos colectivos en bus, para terminar, solo citar, en la tarde del regreso, una expedición de unos doscientos viajeros orientales, con los que coincidimos en un área de servicio, no hubo acuerdo sobre si eran filipinos, japoneses, chinos, indonesios, o yo que sé, lo mismo que pensarían ellos de nosotros...¿serán catalanes o no?."

Y esto es todo, aunque podría extenderme más, no me parece oportuno.

Un saludo cibernauta.

En fin. Ultima tarde en Mojácar.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 12 03 19.

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