lunes, 5 de agosto de 2019

TABACO

"He bajado a la cafetería La Fuente, a tomar un café del tiempo, descafeínado, aunque solo he permanecido allí cinco minutos, porque un ligero incidente, sin importancia, relacionado con mi consumo de tabaco, me ha provocado un episodio de ansiedad que me ha obligado a volver enseguida, aunque, por otro lado, me ha dado el tema para la página de hoy.

Sucede que, mentras bajaba en el ascensor, he sacado un cigarrillo del paquete y lo he prendido --no lo hagan, nunca, en su ascensor-- al llegar a La Fuente he depositado la colilla en un cenicero de viaje, muy bonito, que compré en Santander, he tomado café pero al buscar el paquete para fumar un segundo cigarrillo, el paquete ya no estaba en el bolsillo.

He sacado un Ducados extra de la máquina, 4,25, en los estancos cuesta 4,10, pero, obsesionado por la pérdida del otro paquete he vuelto a casa porque estaba seguro de que lo encontraría en el suelo del ascensor. Pues no, no estaba allí, ni el suelo de las calles, ni en un banco público, sencillamente, ha desaparecido.

¿Porque me intereso hoy por este asunto del tabaco?

Por varias razones, primero porque sospecho que una de las primeras medidas que tomará nuestro futuro gobierno, sea el que fuere, será gravar con más impuestos el consumo de tabaco, no encuentro otra explicación al énfasis que puso la tele pública el otro día al divulgar el precio del tabaco en otros países, en particular, los 18 euros que cuesta una cajetilla en Australia, donde casi todo el mundo ha dejado de fumar.

Hace años, en un viaje al País Vasco, cuando visitamos Biarritz ya pude comprobar, de primera mano,el diferencial en los precios del tabaco en los distintos países.

Yo fumo desde los quince años, comencé en los guateques de mi primera juventud fumando Bisonte, porque las chicas fumaban Pipper y, si no fumabas, no ligabas, y hasta hoy.

Tengo una página publicada en el blog, con un título en inglés, que ahora no recuerdo, que cuenta la historia de un fumador empedernido, como yo, que cuando muere, aunque su cuerpo ya no está junto a su familia, el olor a tabaco  sigue impregnando todo el inmueble.

Cuando intentan venderlo, para marcharse de allí, nadie lo compra por su olor apestoso. Al final, la familia del finado se suícida, con un ceremonial de fumado colectivo.

A lo largo de mi vida de fumador he intentado --es un decir-- dejarlo. Me gasté seiscientos euros con una sicóloga experta en adicciones y solo conseguí cambiar de marca. Probé a comprar cigarrillos de hierbas en Barcelona, pero mi mujer me hizo dejarlos, porque dijo que las cortinas olian a maría.

Al final, renuncio a dejar mi adicción, solo espero que el sablazo que nos dé el nuevo gobierno en los impuestos sobre el tabaco, ahora que compro el extra en el estanco y me cuesta 4,10, no sea tan brutal como sospecho."

Un saludo cbernauta.

En fin. Tabaco.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 5 08 19.

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