"Sigo con el relato que comencé ayer, no tanto para eludir el fresco de la mañana, como para evadirme del aburrimiento que comienza a invadirme por la unicidad en el tema de todos los medios de comunicación, incluso de las conversaciones de bar, ya saben a lo que me refiero.
"El retablo del holandés" (2)
(El holandés había llevado a vivir con el a una muchacha del pueblo, una bestezuela que siempre andaba con animales, sucia y desgreñada. a quien llamaban la poqueriza...)
".....a la que hizo bañarse, vestir ropa limpia y pulirse un poco, para que se ocupara de las pocas labores de la casa y de satisfacer las necesidades propias de un hombre como el, que apenas alcanzaba la treintena. Esa relación escandalizaba a los mas conspícuos miembros de la comunidad, pero la protección del mercader que patrocinaba el mecenazgo de su arte la había librado, por el momento, del acoso de aquellos puritanos.
--Roser, fríe un poco de tocino y traélo a la mesa, y no duermas tanto, que he tenido que calentar yo mismo el cuenco de la leche. Después prepara los pigmentos. Cuidado con los rojos, no los toques. Ocúpate de las mezclas
para los pardos. Déjalos iguales a la muestra que preparé anoche.
--Ya voy, ya voy, señor, que no haces más que mandar, deberías haber sido obispo, en lugar de pintor.
--Calla, deslenguada y haz lo que te digo, o te azotaré en las posaderas.
--¿De verdad? --Roser se levantó las faldas y mostró sus nalgas-- Cuanto me gustaría comenzar el día ofreciéndote mis nalgas, señor, pero temo que ya no te quedan fuerzas. Algo te preocupa, en los últimos días, ya no eres el de antes.
Cuando el holandés se abalanzó sobre Roser e intentó sodomizarla entre las carcajadas de la muchacha, no reparó en que una de las viejas que formaban la camarilla de alcahuetas que le escarnecía en público y mandaba recados sobre su conducta al obispado de Urgel, se asomaba por el vidrio parcialmente helado de la ventana y desaparecía después, calle abajo, persignándose, como si hubiera visto al mismo diablo.
Después de los escarceos con Roser, el holandés dió cuenta del desayuno y se colocó delante de la figura iluminada por un candelabro de seis velas, contemplando el recuadro central del retablo de la Pietá, fijando su observación en el rostro de la imágen, enmarcado por una túnica oscura, cuya expresión era una difícil yuxtaposición de ternura, inocencia y éxtasis.
Las ocho novenas partes del retablo estaban concluídas, faltaban dos meses para que se acabara el plazo que le habían dado para cumplir el encargo y estaba razonablemente satisfecho del resultado de su trabajo, pero en las últimas semanas estaba bastante molesto pues percibía la hostilidad creciente de los intolerantes de la aldea.
Mientras el holandés comenzaba a sentirse amenazado, en la corte, dos proyectos descansaban sobre la mesa real de quienes, con tanto beneficio, habían consumado un matrimonio que haría cotizar sus títulos por encima de su verdadero valor en el mercado de la historia.
.........
El taimado aragonés y la beata castellana, tramaban, nada menos, apoderarse de la almas, no solo de sus súbditos,sino de aquellos grandes de la nobleza que pudieran convertirse en un peligro para su hegemonía. La beata, aconsejada por su confesor Narboni, preparaba un decreto real para convertir el Santo Oficio, por entonces un tribunal que solo se reunía excepcionalmente, en una institución permanente y poderosa, con su propia interpretación torticera de los procedimientos de justicia y la capacidad expeditiva que fuera necesaria
para consumarla, con el ánimo de convertirla no solo en martillo de herejes, sino en instrumento subordinado para la eliminación de los no afectos a la corona.
Los caminos para entrar en una calificación ominosa --lo que en tiempos mas modernos se llamó peligrosidad social-- fueron muy variados. Podía ser, simplemente, a través de la delación, ese recurso vil que se extendió
como reguero de pólvora por los caminos y aldeas de la corona, empujado por el celo de los inquisidores. Otra vía podía ser haber prestado sumas de dinero considerables a la tesorería real y reunir, además, la condición
de judío. Gozar de un estatus de privilegio entre la nobleza, con la influencia que esa posición podía acarrear, o defender los usos y costumbres ancestrales de una parte del territorio, incluyendo la lengua y la justicia
propias, se convirtieron en asuntos muy paligrosos para la salud, no solo de las almas, sino de los cuerpos."
(Continuará)
Lo dejo. Acabamos de volver de una representación teatral del grupo de mi barrio, y se hace un poco tarde para
continuar.
Un saludo cibernauta.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 8 11 19.
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