viernes, 15 de noviembre de 2019

LA HISTORIA DE MONSEÑOR CONTADA POR EL MISMO

"Espero que no se enfade Félix de Azúa, --es ese su nombre?-- por la paráfrasis usada para desmentir al imbécil que me obliga a sentarme al teclado para desmontar la sarta de mentiras con que ha enredado la inverosímil farsa en la que aparezco. Se que soy yo, aunque no se menciona mi nombre, porque le ví tomando notas en aquella ocasión en que tomé una copa de Hennesy con Marcia.

Para empezar, mi acercamiento a la Obra no se produjo en la secretaría de San Juan del Hospital, sino en un colegio mayor de Heliópolis. Entonces yo era un estudiante de económicas y un compañero de la Obra infiltrado nos invitó a unos cuantos a merendar en un lugar del que no sabíamos nada.

Cuando estuvieron sobre la mesa las bandejas con los dulces, alguien puso en marcha un magnetófono y se escuchó la voz de Escrivá de Balaguer, que me sobrecogió, porque no tenía la menor idea de donde me metía. Cuando me repuse de la sorpresa, pensé, bueno, pues me como la merienda, luego me largo y ya está.

Cuando terminó el parlamento, alguien repartió unos llaveros de una firma local, propietaria de unos grandes almacenes y eso fué todo.

Ya en la calle, pillamos entre dos o tres al tipo que nos había preparado la encerrona y le partimos la cara. Veinte años después lo he visto por ahí con un inhalador del que, al parecer, no se desprende nunca, pues su tabique nasal quedó un poco averiado.

No fué mi estancia en el Colegio Mayor, ni mi asistencia a aquel acto, lo que propició mi adhesión a ese grupo elitista sino el reconocimiento, una vez lograda la licenciatura, de que nada conseguiría en mi trayectoria profesional si no me integraba en algún colectivo con influencia social, y por aquel entonces, había que optar entre los partidos politicos clandestinos y esa organización de un poder económico y religioso dominante.

Los partidos, aunque estaba próxima su legalización, estarían sometidos a los vaivenes de la coyuntura, mientras que la Obra tenía el atractivo de la permanencia en cualquier situación. Al pincipio, antes de integrarme en la Organización, estuve trabajando con algunos de sus miembros numerarios, como consultor financiero.

En aquella época pre democrática era muy común que los profesionales y técnicos, al margen de sus creencias, se aproximaran a la Obra para beneficiarse de su influencia política, y no era raro ver sobre sus mesas los símbolos que identificaban esa afinidad, a veces solo exhibidos con la prosaica intención de obtener contratos.

Después de cinco años haciendo de primo con aquellos negreros, tuve la oportunidad de intervenir en una operación que dejó pingües beneficios a la Obra, sin que nada trascendiera a la opinión pública, lo que aumentó mi prestigio y propició la visita de un alto cargo del Vaticano, quien visitó la sede de San Juan del Hospital, en Heliópolis, solo para conocerme.

Aquella entrevista marcó mi futuro en los años siguientes, pues, aquel romano que llevaba mas de sesenta años en las instituciones de la iglesia, me convenció para que dejara las ambiciones materiales que me habían motivado hasta entones, y, después de una prolongada estancia en un monasterio, una larguísima reflexión de conciencia y silencio, viajara hasta latinoamérica, me acercara a la Teología de la Liberación, y me dedicara a los pobres a los que había desplumado durante mi estancia en el Opus Dei."

(Otro relato de ficción, de mis papeles viejos,no sé de que fecha)

Un saludo cibernauta.

En fin. La Historia de Monseñor, contada por el mismo.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 15 11 19.

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