"Matices ocres, bermellones, verdes atravesados de trazos amarillos, fresnos de hojas brillantes,
luminosas, antes de su caída. Las montañas azules, la lejanía gris y las mínimas gotas de lluvia
haciendo música sobre los lucernarios, ponen el contrapunto al crepitar de leños --sustancia púrpura
que levita en el aire-- dentro, en la chimenea.
Otra vez el otoño, con su viejo esplendor, que nos recuerda a todos que somos el otoño, células que
se oxidan, cabellos que se pierden y fragmentos de tiempo que escapa entre los dedos, como el agua
de lluvia. Púrpuras y dorados de sueños en color.
Siempre es otoño en nuestra frágil envoltura humana, ya desde el primer grito comienza esa estación
en nuestro breve viaje. Esa caducidad nos humaniza y educa, poco a poco, nuestro experto sentido de
la contemplación y ese pájaro mítico que renace de nuevo de la brasa escarlata, es también el otoño,
volando por encima de nuestra fragilidad.
Otoño esplendoroso, de rojos y de oros, de nubes detonantes, de furtivos amantes...
Hace ya veinte años que percibo el otoño, que soy yo mismo otoño y esa asombrosa fiesta de sombras y colores
me sigue emocionando.
Su esplendor decadente se infiltra entre mi piel: los fresnos amarillos y los rojizos páramos ocultan
su esplendor en el mínimo núcleo de una gota de lluvia que resbala del tejado, iluminada por el sol,
al declinar la tarde."
(De mis papeles viejos) Octubre de 2000.
Un saludo cibernauta.
En fin. Esplendor.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 20 11 19.
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