sábado, 9 de diciembre de 2017

LA ALCARRIA (PASTRANA)

"Iniciamos nuestro viaje placentero a la Alcarria, desde Heliópolis, el martes cinco, sobre las 10h, tomamos la dirección de la A3 hasta Tarancón, para luego llegar a Pastrana, donde habíamos reservado dos habitaciones en un hotel de encanto, situado en la plaza de los cuatro caños, porque justo al lado hay una fuente con cuatro caños, bueno con cinco, el quinto caño es para que abreven las bestias, pero yo he estado echando un trago de agua fresca y cristalina de ese caño, cada una de las noches que hemos pasado allí.

Y cuando salia a fumar al balcón, a las once de la noche, mis oídos se gratificaban con el sonido del agua, hasta depositar la colilla en el cenicero portátil que siempre llevo conmigo.

Nos detuvimos solo una vez, a mitad de camino, en un área de servicio de Motilla, para tomar un café, y algo después de la una del mediodía, estacionamos el Chevrolet en la Plaza de la Hora. Parecía una plaza que mereciera el nombre de Plaza Mayor, pero enseguida, al leer los carteles que lucían en el muro del Palacio Ducal, ver la efigie de la Princesa de Ébole en el mismo muro, al salir de Información y Turismo que está en la misma plaza, entendimos que el balcón enrejado por el que se asomaba la princesa cautiva de Felipe II, confinada en las habitaciones de su propio palacio, ese balcón enrejado, digo, era por el que se le permitía asomarse a la vida exterior de su encierro, una sola hora al día, de ahí, el nombre de la plaza.

Fué llegar, oiga, y ya empezamos a aprender cosas, a toda velocidad, de la historia medieval de la villa de Pastrana, de la que la princesa fué, a la vez, duquesa. Así, la duquesa de Pastrana, Princesa de Éboli (el principe la dejó viuda a los cincuenta, más o menos) Ana de Mendoza, con varios títulos nobiliarios más, cuya imágen luce un parche en el ojo, sin que nadie se atreva a asegurar el origen de su ojo tuerto, según cuentan los mas parlanchines del pueblo, cuando enviudó de su príncipe, se hizo amiga, no se cuánto de amiga, de Felipe II, y a la vez, muy amiga, no se cuánto de amiga, de Antonio Pérez, secretario del Rey.

Nadie nos ha sabido confirmar si fué por un asunto de celos, o por alguna de las varias conspiraciones monárquicas que se fraguaban por entonces, Felipe II mandó al destierro a la Duquesa, primero a Pinto, luego a otro lugar y al final, hizo caso a la duquesa que echaba de menos su lugar natal, y la dejó quedar en Pastrana, en el Palacio Ducal, al principio, sus condiciones de vida allí fueron las de una rica noble que vive en su palacio, pero algo debió hacer --nos cuentan-- el tal Antonio Pérez, que molestó tanto al Rey que mandó confinar a la princesa en una sola habitación de palacio,y cubrió el balcón donde la dejaba asomarse una hora al día, con una celosía.

Que una mujer que fué así tratada, refleje en sus retratos, en sus imágenes, en su cara de tuerta, el señorío, la altivez, la personalidad de rebeldía persistente que se adivina en ella, es para quitarse el sombrero, oiga.

Pastrana es, toda ella, patrimonio de la humanidad, creo, y si no lo es, merece serlo. Se accede a la villa atravesando un arco medieval, que abre la ruta a la villa, y cuando llegas al final, otro arco la cierra, en medio está la calle mayor, en uno de cuyos restaurantes nos dieron el primer día un cocido fabuloso.

Hay iglesias, conventos y castillos para aburrir, pero fuimos a ver el Museo Parroquial de Tapices, en la antigua colegiata, que muestra una colección de tapices con escenas guerreras extraordinarios. No menos extraordinario es el entorno donde se exhiben, adecuado con una aruitectura moderna de madera y cristal, que permite, desde su elevación, una mirada completa de la obra, y con la protección de cristal que se ha instalado en forma de baranda, impide que los visitantes puedan estropear, sin querer, los valiosos tzpices.

Normalmente, dos guias profesionales atienden esta visita, pero a la hora que fuimos, nos acompañó el cura, que resultó ser no solo un erudito en materia de tapices, sino un cachondo de tomo y lomo, que acabó enseñándonos, en la planta superior de la colegiata, un mueble de madera que era el que estaba antes en la sala de tapices, abrió unos cajones, y nos mostró las casullas, el vestido curial que se pone en los actos solemnes, el azul celeste, dijo, era el mejor.

Nos despidió después de una hora larga de visita, recomendando que volvamos a la Villa en Julio, cuando todo el mundo se viste con ropas medievales confeccionadas allí mismo con todo cariño y rigor histórico."

Podría seguir, durante horas, dando al teclado para contar las maravillas que hemos disfrutado aquí, en Pastrana, pero prefiero, cuando venga mi asesor informático, publicar en esta página algunas fotos. Es verdad, una imágen vale más que mil palabaras, y creo que ya llevo más de mil.

En fin. La Alcarria (Pastrana)

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 9 12 17.

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