miércoles, 13 de diciembre de 2017

UN DÍA CUALQUIERA

."Un día cualquiera. 13 de diciembre, ni siquiera es martes, uno podría pensar que hoy iba a ser un día cualquiera, pues no. Para empezar me he despertado, y me he levantado, a las cuatro de la mañana. Algo insólito, si consideramos que, siguiendo al pié de la letra las instrucciones de la doctora Palop, estoy tomando una pastilla de Rivotril antes de acostarme, lo que, en teoría, me debe permitir dormir hasta las siete de la mañana de un tirón.

No solo eso, sino que, de común acuerdo con Encarna, estoy siguiendo la opción de tomar otra pastilla de esas cuando me levanto por la mañana, con el fín de pasar el dia menos espitoso. Hasta ahora funcionaba, pero hoy, no ha funcionado, ¿porqué?

 Sospecho que podría ser porque ayer fuí a comer a Godelleta con mis amigos anarco sibaritas, que en el grupo de 'guasap' se hacen llamar amigos ingobernables --es mi mujer la que recibe en su móvil las cosas de ese grupo, yo tengo un viejo Nokia que no está conectado a Internet-- formado por Paco Bartual, empresario gráfico, Jordi Renovell, parado a punto de consumir lo que le queda de subsidio y que, al parecer, quiere hacerse emprendedor, Eutiquio, el cura anarquista, que ayer me dijo que el nunca ejerció de párroco, lo que menciono para desmentir lo que dije en otra página- Pascual, pre jubiilado de lujo de la vieja Teléfonica, Rafael, repostero ilustre que siempre aporta a la comida sus exquisitos brazos de gitano,quien ayer nos dejó, entre lágrimas de emoción, antes del café, al recibir una llamada que le confirmó que su hija daba a luz en ese momento, vía cesárea, un bebé, su último nieto, Chimo, el dueño del chalé de Godelleta donde nos reúnimos para comer, anarquista y conserje en un colegio de monjas, administrado por jesuitas, a quien han regalado sus colegas un bonito reloj, porque su jubilación anticipada, tiene 61, es cuestión de días, un compañero de grupo, cuyo nombre no rcuerdo ahora, vecino de Eutiquio, a quien solo veo de uvas a peras, en estas comidas, mientras que con los sdemás tuve relaciones sindicales durante años, a ver, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, alguno más, que no recuerdo, y yo.

En fin, ocho o nueve éramos a la mesa. Lo cierto es que nos comimos los apetitosos contenidos de tres cazuelas de barro con cochinillo asado al horno, nos bebimos seis o siete botellas de vino, Sangre de Toro trajo Bartual, además de algún orujo, y nos papeamos una empanada gallega rellena de tomate, pimiento y atún, con un hojaldre delicioso, que llevé yo, con unas cervezas Estrella de Galicia, mientras esperábamos a los del lechón, que llegaron a las tres y media, y ahora caigo en la cuenta de que esos excesos pueden haber sido la causa de que haya dormido poco y mal.

Lo cierto es que me he levantado a las cuatro, he intentado duchrme, pero el agua del calentador salía helada, aún no me acostumbro a usar el truco que me ha recomendado Encarna. 'Primero, abre el grifo de la pila, cuando salga hirviendo, te vas y abres el grifo de la ducha, saldrá caliente, luego cierras el grifo de la cocina y ya está, te podrás duchar con agua caliente'. Demasiado complicado, me he lavado la cabeza y los huevos con agua fría, y a correr.

He permanecido en el salón de lectura hasta la hora de bajar al bar, el Maravillas aún estaba cerrado, pero Paco estaba levantando la puerta de La Fuente, He tomado un cortado, he sacado tabaco y me he ido al Maravillas, hasta las nueve, pues a esa hora, debía ir a una juguetería de Perís y Valero, a comprar un juguete para la navidad de mi nieto menor.

Lo del juguete ha salido bien, pero luego en casa, he concluído que había perdido el Nokia en la juguetería, de tanto sacar el pañuelo del bolsillo, pues mi mano derecha no deja de sangrar en todo el día, por un golpe tonto que me he dado contra una puerta. Al volver a casa, he tirado el pañuelo a la basura lleno de sangre, de tanto que he repetido su uso, para paliar la sangría. Al cabo de una hora, el móvil ha resultado estar en un ángulo del sillón del salón de lectura, que también es negro, como el teléfono.

En el Maravillas he tenido la suerte de concertar con un colega al que ya conocía, fontanero, electricista, soldador, mecánico y albañil, que venga mañana a casa para ver el cuarto de baño pequeño --hoy se ha conprometido a buscar por su cuenta la pileta más adecuada para que yo pueda orinar de pié en el baño pequeño--, pues el fontanero que estuvo haciendo obras en el piso de arriba, con quien acordamos que hiciera esa obrita, hace dos meses que no dá señales de vida y le hemos dejado un mensaje para que considere cancelado el encargo, con lo que, en veinticuatro, o cuarenta y ocho horas, quizás veamos cumplido el sueño de ver instalado el urinario de Duchamp en el cuarto pequeño.

Después he acompañado a Encarna a gimnasia, yo me he quedado con el carrito de la compra, lo he dejado aparcado en Mercadona, he comprado tabaco en el estanco y me he ido a un centro de mayores de Mnteolivete a tomar una manzanilla doble y a ver jugar a la petanca.

Antes de darme cuenta, ya era hora de recoger a Encarna, hemos hecho la compra en Mercadona, pescado, un gallo de más de medio kilo, unos pimientos italianos y algunas otras cosas. Al llegar a casa, la mano derecha me sangraba ostensiblemente, ya llevaba un golpe en la mano de ayer, pero al arrancarme la tirita que llevaba puesta, manchada de ssngre, dos centímetros de piel han salido con ella, y es que esta mierda de piel se debe, sobre todo, a los efectos secundarios de las dichosas pastillas que estoy obligado a tomar desde hace cuarenta años, y aunque algunas las han eliminado, otras las han cambiado, la piel sigue igual de merdosa.

Por suerte, el gallo empanado con pimientos italianos ha estado sublime, y la cerveza que me he tirado al buche sin hacer caso de las recomendaciones médicas, ni le cuento. (No era Amstel) Lo malo ha sido que, a causa de la jodida pastilla amarilla que estoy obligado a tomar, después de comer he entrado en un sopor de dos horas, y al despertar, temblaba como si estuviera dentro de un igloo en el polo norte, y la ciclogénesis explosiva, o sea, Ana, se estuviera llevando los bloques del igloo, dejándome en la puta intemperie.

Total, que me he venido al cuarto del ordenador, he puesto el radiador a toda pastilla, y me he dicho, voy a escribir unas cuantas chorradas que, aunque no vengan a cuento, me permitirán, aqui en el calorcito del cuarto, volver a la vida, antes de la hora de los concursos de la tele."

Habíamos pensado ir a Carrefour, a por unos calconzillos de esos que, aunque te aprietan en los huevos, no se caen, pero, en vista de las temperaturas de esta tarde, lo dejamos para mañana por la mañana.

Que ustedes lo pasen bien, yo, ya he cumplido mi objetivo, llenar el tiempo muerto entre la siesta y la tele, aún a costa de ser pesado.

En fin. Un día cualquiera.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 13 12 17.

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