lunes, 15 de enero de 2007

VALENCIA, LA FORMULA UNO Y GARCÍA FERRANDO

Leo en “Levante” de hoy el panegírico de García Ferrando sobre los megaeventos de las ciudades cuyos responsables municipales apuestan por la política del espectáculo en la era global, y echo en falta un artículo con la opinión contraria que ofrezca el necesario equilibrio informativo, para que la información no se convierta en pura propaganda.

Defiende García Ferrando, Catedrático de Sociología de la Universidad de Valencia, nada menos, que el evento de la presentación de Mac Laren en Valencia, se gestione “con el rigor y profesionalidad que demanda la gestión de una gran empresa” para lograr las sinergias que beneficiarán a Hoteles, museos, centros comerciales, servicios urbanos y promociones urbanísticas.

Termina García Ferrando su artículo con la afirmación rotunda de que, si se da la condición anterior, es decir la buena gestión del evento, se producirán “importantes y benéficas consecuencias socio económicas y políticas para el conjunto de la sociedad.

Vamos a ver, señor García Ferrando, usted es consciente de lo que ha escrito? Salvador Giner, cuya obra usted no puede desconocer, ya escribía hace treinta años en un pequeño manual de Sociología que se estudiaba en la Facultad de Económicas que los hombres no son iguales, --otra cosa es que tengamos iguales derechos-- es decir que la desigualdad, o si se quiere la singularidad, es lo que nos caracteriza, objetivamente.

Es radicalmente falso que cualquier medida política beneficie al conjunto de la sociedad, antes al contrario, suele beneficiar a unos y perjudicar a otros, de ahí la dificultad de su ejercicio. Esa abstracción, el conjunto de la sociedad, vacía de contenido, la niega una realidad social de individuos o grupos de individuos con intereses contrapuestos y situaciones socio económicas muy variadas.

Es cierto que financieros, hoteleros, políticos, empresarios de grandes centros comerciales, promotores urbanísticos, incluso Tele 5 --cuyos gestores no están aquí, sino en la planta noble de algún edificio madrileño, en la Castellana-- serán sin duda beneficiarios directos de acontecimientos como este, pero no es menos cierto que numerosas personas y grupos sociales, no solo no participarán de ningún beneficio directo, sino que sufrirán perjuicios evidentes, y que nadie les ha consultado su opinión sobre el asunto.

En cuanto a los beneficios indirectos, es decir, la creación de empleo, pienso en los jóvenes mileuristas que con cada acontecimiento político, especulativo, mediático, sienten que viven en una ciudad cada vez mas cara, por ejemplo. No se me alcanzan las ventajas directas para los empleados de la limpieza pública, ni para los habitantes de los barrios relegados en los presupuestos municipales, entre otros.

La cuestión de fondo es qué modelo de ciudad prefiere la mayoría de sus ciudadanos.
No habría escrito este artículo si los partidos políticos explicaran con claridad este asunto en sus programas electorales, pero no recuerdo haber leído nada, en ninguno de ellos, sobre esta ocurrencia de traer la fórmula uno a Valencia. Si así fuera, y los ciudadanos lo hubieran respaldado con su voto, huelga cualquier comentario.

El asunto es si queremos una ciudad espectáculo solo orientada hacia fuera, hacia el nuevo capitalismo global, o un lugar habitable, sin fracturas sociales y menos ruidoso. Se trata, como siempre, de prioridades, y de orientar el uso de los recursos a esas prio- ridades. De pasear un sábado a las seis de la tarde por la calle de Colón sin envenenarse al respirar. Se trata, de extender las acertadas inversiones en parques y zonas verdes de Cuatre Carreres a otros barrios que las necesitan, como necesitan mejores centros de salud. Se trata de orientar los presupuestos municipales hacia los intereses de las mino- rías mas olvidadas, en mayor medida, restando recursos si es necesario a operaciones de especulación y espectáculo.

Dicen los franceses que, cuando un político de derechas gana las elecciones, se apresura a gobernar sobre todo para quienes no le han votado. Seguramente aquí, lo afrancesado está mal visto, pues por cada euro invertido en política social, seguramente se invierte otro en propaganda para amplificar el efecto de esos magros presupuestos.

Da pena leer a todo un catedrático de sociología expresiones tan ambiguas y radicalmente falsas. Tan faltas de rigor. Así como constatar su silencio sobre los desembolsos públicos, -- A Tele 5, por la noche de uvas, a Mac Laren por traer el coche, por no hablar de la austera campaña itinerante sobre triunfalismo municipal-- que limitan la atención a otras necesidades ciudadanas. Lo peor es que, dando por hecho que se trata de un competente profesional, la desmoralizante conclusión es que el saber y la conciencia ciudadana no siempre van juntos. Tal vez este señor desea acceder a un comité --si no lo ha hecho ya-- que esté en la pomada de la ciudad espectáculo. Con su pan se lo coma.

Por lo que me concierne, en las próximas elecciones, por una simple cuestión de higiene
democrática, aún reconociendo los logros positivos de tan larga ejecutoria pública, con tribuiré con mi voto, y el de aquellos en quienes pueda influir, a la jubilación política de quienes parecen haber perdido el sentido de la realidad, lo que suele suceder a cualquie-ra que se eternice en el poder político representativo, a cualquier nivel.
Lohengrin. 11/01/07

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