viernes, 6 de julio de 2007

JAZZ

En la noche quieta de julio, entre palmeras y sicómoros, la voz rotunda y desgarrada de Betty Lavette, una intérprete menuda, que no alcanzará los cuarenta quilos, acuchilla con su filo nocturno las emociones del millar y medio de oidores que hemos venido a escucharla. Tal vez, cuando nació, a esta mujer la especiaron con una pizca de mixtura del arte de Louis Armstrong y Edith Piaf, y ha crecido conservando el aroma de esa unción que marca su estilo. No he entendido lo que decía en su inglés arrastrado, pero me he preguntado, ¿QUE HABRÁ SIDO DE LOS MÚSICOS DE NUEVA ORLEANS?

El festival de Jazz ha vuelto a Heliópolis en su viaje migratorio anual. Incluye doce conciertos, dos de ellos, gratuitos, se celebran en los Jardines del Palau, y esta noche es el mas interesante de los que dan por el morro. No he avisado antes, ya saben, porque el aforo es limitado y no se deben tirar piedras al propio tejado. El ciclo empezó el 27 de junio con la orquesta de Duke Ellington, aunque, el, naturalmente, no estaba presente. Por cierto, ¿QUE HABRÁ SIDO DE LOS MÚSICOS DE NUEVA ORLEANS?

Para quienes están acostumbrados a pagar en los conciertos y otros eventos culturales, aun tienen tiempo sobrado de hacerlo. Hay conciertos los días 6, 7, 8, 11 y el 17 de julio se clausura con la orquesta del Lincoln Center. Pero, sigamos con Betty. Su voz rasgada se apoya en una formación mínima de bajo eléctrico, guitarra, batería y teclado, y su excelente actuación se ha prolongado durante una hora, al final de la cual, su interpretación a capella, sentada sobre el escenario, revelaba el cansancio vocal a que había sometido esa máquina que tiene en la garganta para producir emociones. Cuando se ha despedido desde el escenario oscuro, no he podido evitar pensar, ¿QUE HABRÁ SIDO DE LOS MÚSICOS DE NUEVA ORLEANS?

Tremendo Jazz latino el de Palmieri y sus secuaces, que siguieron a Betty en el orden de las actuaciones. Una potente banda con piano, timbales, guitarra, trompeta, trombón de varas y batería, donde el viento y la percusión son protagonistas, a la que se unió, a última hora, un trompetista venido de N.York, Jerry González, que se movía por el escenario como un vestigio de si mismo, pero al que aun quedaban energías, en medio de su bamboleante y vacilante presencia, para robar protagonismo al jefe de la percusión, trincándole un timbal en el solo final. Cuando cada uno de los músicos efectuó su particular demostración personal, como es de rigor en estas audiciones, pensé, ¿QUE HABRÁ SIDO DE LOS MÚSICOS DE NUEVA ORLEANS?

Escribo esta breve reseña la misma noche del concierto, porque no tengo nada claro que mañana me acuerde de algo. Creo que me he pasado con los gin tónic. Las escasas nubes que asistían al concierto por el lado de poniente, se fueron lentamente hacia el noreste, siguiendo el ritmo de los timbales. Todavía debían asistir a los innumerables conciertos, audiciones y saraos que proliferan estos días en numerosos lugares de la costa mediterránea. Es un privilegio pastar por aquí. Las formaciones nubosas mas pequeñas, se agruparon en el cielo formando borrosos grumos que parecían caracteres alfabéticos. Antes de que desaparecieran, miré en su dirección y pude leer, ¿QUE HABRÁ SIDO DE LOS MÚSICOS DE NUEVA ORLEANS?

Lohengrin. 5-07-07

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