viernes, 6 de julio de 2007

¿QUE HABRÁ SIDO DE LOS MÚSICOS DE N.O.?

¿Que habrá sido de los músicos de Nueva Orleáns?. Esa ciudad abandonada a su suerte porque no hubo recursos para asegurar sus maltrechos diques. Todo el presupuesto del estado estaba ocupado en atender las prioridades financieras de un guerra injusta y criminal, cuyas dramáticas consecuencias han sufrido, en primer lugar, los cientos de miles de iraquíes muertos y heridos, además de las bajas sufridas por el ejército agresor. Un conteo sangriento y cotidiano al que, por ahora, no se ve el final.

Los diques no entendieron de prioridades políticas, los huracanes tampoco. El mar, el viento, saben mas de urbanismo que todos los torpes burócratas federales responsables de la defensa del territorio y de la protección de las vidas de sus moradores, y cuando algo les molesta lo destruyen. ¿Que habrá sido de los músicos de Nueva Orleáns? A ver, ¿quien es el responsable? En el mundo capitalista, y en el de la empresa en particular, cuando hay una negligencia o una dejación de funciones de esta naturaleza, es costumbre identificar y sancionar sin contemplaciones a sus responsables. En la milicia ocurre lo mismo. El desastre argentino en Malvinas ¿quien debió asumirlo? Los generales.

Algunos pensamos que, después del desastre del Katrina, todos los medios financieros, materiales y humanos que no se aplicaron cuando se debió para prevenir la catástrofe (las catástrofes naturales no son evitables, pero sus daños se pueden graduar con las adecuadas inversiones preventivas) se destinarían con generosidad a corregir y paliar sus efectos. No ha sido así, ¿Porqué?

Nueva Orleáns era una ciudad poco poblada, en relación a la dimensión media de las ciudades norteamericanas. Unos doscientos cincuenta mil habitantes vivían allí, supongo que ahora, después de las precipitadas evacuaciones que se hicieron en su momento, serán muchos menos. Sus moradores eran, mayoritariamente, afro americanos de rentas bajas. Unos cuantos cantores de jazz, podríamos decir, saxofonistas, pianistas, croupiers de casino, bateristas, percusionistas, clarinetistas y demás. ¿Que habrá sido de los músicos de Nueva Orleáns?

Parece que otra vez las prioridades presupuestarias se han cebado con este lugar mítico, nada menos que la cuna del Jazz, abandonado a una decadencia que pudo ser evitada, una ruina despoblada con la mitad de su población dispersa por otros estados sin perspectivas de regresar. A ver, quién es el responsable? Quien marca, o asume, en última instancia, la decisión de elegir entre cañones o mantequilla. El jefe. El jefe máximo, el Supremo, como escribió Roa Bastos. George Bush.

Hay que ser duros, muy duros, con tipos como ese. Hay que flagelarlos con el lenguaje hasta descarnar su apariencia de corrección política y comunicadores simpáticos, hay que desnudarlos frente al espejo público, para que sientan el horror de ver reflejada su miserable imagen sin los atributos del poder.

Después, un tribunal internacional debe someterlos a juicio por todas las atrocidades cometidas bajo su mandato, por todos los crímenes de lesa humanidad de los que se les encuentre presuntamente culpables, y por dejar nuestra casa, la casa de todos, echa unos zorros.

Estamos obligados a acabar con la impunidad del poder de quienes creen que están por encima de la ley, solo porque ponen un fiscal obediente y sumiso para que la interprete y la retuerza a su conveniencia. Es una obligación ética que nos afecta a todos, porque el mundo se ha universalizado y ya nadie se puede sentir ajeno, ni cerrar los ojos ante los genocidios y las destrucciones de ciudades o el abandono de sus poblaciones a su suerte.

¿Que habrá sido de los músicos de Nueva Orleáns?.

¿Que dicen de esto los obispos, cardenales, miembros de la conferencia episcopal, en fin, las jerarquías que se supone representan aquí la conciencia moral de, al menos, la mitad de este país? ¿Donde están sus homilías, pastorales, discursos y demás comunicaciones públicas en las que condenen, sin tapujos, las acciones criminales de los poderosos, y en particular, las de George Bush? No están. Como son bellacos y miserables, callan. Como son miserables y bellacos, fustigan a quienes, desde lo que queda de la teología de la liberación se ponen al lado de los oprimidos, los inocentes, los desamparados, en lugar de fustigar a quienes son responsables directos de la opresión y el desamparo de una parte considerable de la humanidad, incluidos los músicos de Nueva Orleáns.

¿Que habrá sido de los músicos de Nueva Orleáns?

Están aquí, en este papel, que es un homenaje a su creatividad, un testimonio agradecido a todos cuantos han contribuido con su música y su optimismo vital, con su bonhomía y su bohemia, a mostrarnos el lado amable de la vida.

Lohengrin. 5-07-07

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