miércoles, 25 de julio de 2007

VIRTUAL

Debo una segunda entrega sobre el asunto del chat. Ahí va.

Mi viejo Espasa cita la raíz latina de esta palabra y atribuye su origen a virtus, que significa fuerza, virtud. Después se extiende sobre el significado actual de virtual y lo describe como algo que tiene la virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de inmediato. Lo opone a efectivo o real, y ya metido en el lenguaje de las ciencias duras, de la física, se refiere a aquellos elementos o partículas que tienen existencia aparente, no real.

Siempre contemplo con algo de escepticismo las descripciones del lenguaje, propias y ajenas, porque se que están limitadas por la experiencia personal de quienes las definen y por el estado de los conocimientos científicos en el momento en que se aventuran.

Partículas que se han calificado como inexistentes en un momento determinado, han resultado ser reales cuando los instrumentos para reconocerlas y medirlas se han sofisticado, lo que nos lleva al resbaladizo terreno del relativismo del lenguaje.

Contemplo en el primer párrafo los resultados de los esfuerzos que los sesudos lingüistas dedicaron a esta palabra, virtual y no puedo evitar la sensación de que se han inspirado en sus propias experiencias de coitus interruptus, porque están hablando todo el rato de algo que no se consuma.

Si tenemos en cuenta que este diccionario se editó en la etapa en que el régimen nacional católico imperaba en España, antes de que se inventara el chat, que es la esencia de lo virtual, tiene sentido histórico que los especialistas del lenguaje asociaran la virtud al coitus interruptus, puesto que en aquel entonces los anticonceptivos estaban prohibidos y la marcha atrás era una práctica tolerada por la conferencia episcopal.

Ha pasado tanto tiempo, la evolución tecnológica y social ha sido tan acelerada desde entonces, que tiene sentido preguntarse sobre la vigencia de aquellos intentos de definición.

Virtual, según mi punto de vista pedestre, sería ahora mismo, lo que pasa en el chat. Me he sumergido solo unos días en el chat, y pasan tantas cosas, que los pobres lingüistas que se vieran en la tesitura de actualizar esas definiciones, necesitarían un batallón de sociólogos, sexólogos y psicólogos sociales que desbrozaran la complejidad de ese mundo nuevo que hace apenas unas décadas no existía, para que ellos pudieran tratar de entenderlo, antes de acertar a nombrarlo.

Si pidiéramos, además de a los científicos sociales y a los lingüistas, a ciertos representantes de la conciencia moral de una parte de la sociedad, a los obispos, para entendernos, una definición nueva para nombrar lo que pasa en el ciberespacio, y en el chat en particular, desde su punto de vista, podemos aventurar como razonarían

Para empezar, si admitimos, solo como hipótesis, que la mitad de los usuarios del chat está por la labor de follarse a la otra mitad, eso plantea un problema teológico previo al enfoque lingüístico.¿ Como se puede asociar esa realidad hipotética, a la raíz latina de la palabra virtual, es decir, virtus, virtud, sin incurrir en una contradicción teologal?

No se puede. Si bien a los agnósticos, ese furor uterino y testicular nos puede parecer un signo de una actividad saludable y gratificante para cualquier población sana, es seguro que los teóricos del episcopado, una vez contrastada esa realidad con los oportunos estudios de campo, recomendarían abrir un período de varios años para estudiar la palabra que mejor describiera esa nueva situación y abandonar el término virtual, que habría quedado obsoleto, por contradictorio.

Entonces, si lo virtual, hoy en día, ha dejado de ser un espacio para la virtud, que es?

Para cualquiera que lo vea desde un punto de vista objetivo, es un espacio tecnológico comunicacional, nada mas, pero así como la palabra virtual tuvo en su origen un contenido moral, en la hipótesis de que los teólogos de la iglesia romana llegaran a estudiar el asunto, el resultado de sus deliberaciones siempre seria otra palabra cargada de su sentido de la moralidad.

Cual?

Si seguimos con la hipótesis enunciada, donde los agnósticos vemos normalidad, ellos verán un espacio que ya no es de virtud, sino de pecado. Donde vemos posibilidades relacionales, ellos pondrán el énfasis en la promiscuidad sexual. Trataran, pues, de encontrar un nombre para un espacio que ha dejado de ser virtual, virtuoso, y tiene apariencia de convertirse en pecaminoso. El pecado puede definirse, en los términos mas exactos posibles, como una transgresión --a la ley sagrada-- pero, ¿como calificar de transgresor un espacio en el que no se produce ningún efecto, donde nada es efectivo ni real?

Aquí viene en ayuda la doctrina repetidamente contradictoria y contrastada por la iglesia romana de la no consumación. Así como la no consumación del placer, el llamado coitus interruptus, fue tolerada por el episcopado español durante cuarenta años, la no consumación del pecado deberá ser castigada como una auténtica transgresión legal, una especie de peccatum interruptus, puesto que la transgresión se produce en cualquier caso, sea el pecado hecho, dicho, pensado o deseado (es decir, virtual).

Tenemos todos los elementos teológicos bien atados, pues, para que la iglesia se pronuncie sobre la calificación que le merece la nueva realidad virtual, solo habrá que esperar quince o veinte años, hasta que se celebre algún concilio, para saber que palabra han elegido.

Entre tanto, no renuncio a divertirme sugiriendo una. Veamos. Pecado. Satanás. Averno. Ya está. Lo tengo. Avernal. Ya lo sabe. Si usa usted el chat, no es agnóstico, tiene sus creencias y piensa que está presente en un inocente espacio virtual, puede que se equivoque. El concilio aun no se ha pronunciado, pero podría estar habitando, sin saberlo, un espacio avernal.

Lohengrin. 25-7-07.

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