martes, 31 de julio de 2007

EL VIAJE

Joder, hoy, nada mas bajar a la calle, casi me mato. He pisado una mierda de perro de textura fluida y me he deslizado por la acera en un precario equilibrio, como los patinadores que salen en la tele en invierno, hasta chocar con el alcorque salvador. No ha sido nada, pero el incidente me ha hecho reflexionar sobre la fragilidad humana.

Haces un viaje a Italia, te lo pasas devolviendo platos, rellenando hojas de reclamaciones, discutiendo a voz en grito con los guías y contándoles a los amigos al regreso que lo has pasado fatal, y a los dos meses te detectan un tumor velloso, o peor, dentado, en el intestino. El tubo, o lo que sea, que te meten para la colonoscopia, sale perdido de pelos, y no son de tu culo, son del jodido tumor. Le ha pasado a un amigo, que ahora pasa sus vacaciones de verano entre prueba y prueba pre operatoria.

Y digo yo, para que cojones le ha servido tanto reclamar, tanto hacerse mala sangre, sabotearse, el mismo, un viaje como ese, con lo maravillosa que es la luz del Arno en Florencia a las seis de la tarde. No puedes ir a la Toscana y enmerdarte con menudencias. Es mejor poner la otra mejilla. Flexibilidad, coño.

Lo recomendaban el otro día por la radio. Cuando vas a hacer un viaje turístico convencional en agosto, primero debes entrenarte varios días para asimilar ese concepto. Flexibilidad.

Por fin he llegado al Maravillas, arrastrando el zapato enmerdado para librarme de los residuos. El periódico que Toni compra para que lo lean sus clientes, después de mi, me esperaba abierto por la página de opinión. Los columnistas. Joder con los columnistas, que falta de originalidad, todos hablando de lo mismo, que se van de vacaciones. No te jode. Toni se gasta un euro en el periódico, básicamente para que yo encuentre en él cosas originales que me sirvan para el Blog. Hoy es imposible, así que les contaré la experiencia que tuve ayer por la tarde al contratar un viaje turístico convencional con mi amigo el pintor.

Entramos en la agencia de viajes con apellido de pájaro. Todas las tías disfrazadas con uniforme de azafatas de tierra, con pañuelito y todo. Joder, que nivel. Eso me recordó que el tío de la agencia es el mismo al que le retiraron la autorización para que sus poco seguros cacharros siguieran volando, y después de apalancarse los cuartos de los billetes dejó en tierra a los viajeros. No pasa nada. Flexibilidad. Nuestro viaje es terrestre, no aéreo. Después de una espera razonable, nos atendió la azafata jefe. Nunca he firmado tantos papeles para un jodido viaje en autobús de ocho días, sin recibir copia de ninguno. Igual me he declarado autor intelectual de las viñetas de Mahoma, o peor, de la de los príncipes, sin saberlo.

La tía manejó tantos papeles, rellenó tantos formularios, nos hizo firmar tantas veces, que en seguida me di cuenta de que el gachó ese, el jefe de todo eso, hacía trampas. Lo pude confirmar al ver la factura, que no incluía el anticipo entregado, aunque lo descontaba. Del anticipo solo recibimos un simple recibo. Además, tuvimos que pagar aparte una modesta cantidad, cash, pero que multiplicada por el número de viajeros que pasan por allí da para hacer inversiones cuantiosas en cualquier paraíso fiscal.

Por si me quedaba alguna duda, el rostro impenetrable de la azafata jefe mientras instrumentaba todos esos chanchullos --no sonrió en ningún momento, concentrada como estaba en aquella desproporcionada burocracia-- me dio la clara impresión de que me estaban tangando. No importa. Flexibilidad.

Apenas acerté a confirmar que los bonos de viaje estaban a nuestros nombres y que había un seguro. El seguro era de responsabilidad civil. O sea, una mierda. Eso si, pedí un folleto del viaje. Las asociaciones de usuarios de agencias de viajes lo han repetido hasta la saciedad, así es que lo pedí.

Al recibir el bono me enteré de que el Hotel de Vitoria es una mierda. Tan viejo es, --no al estilo del Reina Victoria de San Sebastián-- que la foto que va en el folleto es de la recepción, no se atreven a sacar la de la habitación. Ufffff...

Flexibilidad. Todo es cuestión de flexibilidad. No vas a estropearte tu mismo el viaje por que la cama chirríe o aparezca una oruga en la lechuga, no?.

Cuando acabamos los trámites de contratación, le dije a mi amigo el pintor --Ya verás como nos cae encima todo el monzón cantábrico, nos han dado la segunda quincena de agosto y eso es lluvia, seguro. --Que va, me contestó él, --siempre que vamos al norte llueve apenas un día y hace un calor que te cagas. --Ah, me limité a contestar.

Lo cierto es que vamos a visitar el golfo de Vizcaya, llueva o no, con la mejor disposición de ánimo, tres días de entrenamiento en pensamiento flexible y todo eso. Zaragoza, Vitoria, Pamplona, San Sebastián, San Juan de Luz, Biarritz,. Bilbao --espero que el perro del Guggenheim tenga mejores hábitos que los de mi barrio-- y un paseo por Burgos, ya de regreso. Todo por el módico precio de ochocientos cincuenta euros, mas seiscientos para gastos de bolsillo. Una pasta.

Había jurado no viajar en agosto nunca mas la última vez que estuve en Cantabria y por ahí, porque no me gustó pelearme a brazo partido por ocupar una mesa, ni comprobar que los precios triplicaban los de las pizarras. Este año, nuestras vinculaciones y obligaciones familiares nos han impedido hacerlo en otras fechas, así que hemos claudicado. Eso sí, siguiendo los razonables consejos escuchados por la radio, lo vamos a hacer después de cultivar nuestra disposición de ánimo, de modo que ante cualquier situación molesta, hostil o peligrosa, nuestra primera respuesta sea la flexibilidad.

En fin. La vida es un viaje, que suele terminar en estafa. Felices vacaciones. Flexibles.

Lohengrin. 31-7-07

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