miércoles, 8 de julio de 2009

ANCHOAS

He bajado a por el pan --de paso he pillado el excelente pudding de almendras-- al Horno del Saler, después he comprado el periódico y tras entrar en la casa del alcalde, que es, al mismo tiempo, el estanquero, a por un paquete de Ducados negro, porque aún no he conseguido dejar de fumar, me disponía a regresar para ver tranquilamente las noticias, cuando he visto la noticia, caminando por mi misma acera, que se dirigía hacia mi.

Habrán leído esa noticia de Rita, la alcaldesa de Heliópolis, y las anchoas. Pues no lo van a creer, pero es ella, la misma Rita, en persona, ese tornado vestido de rojo, con su eterna expresión de furia contenida en el rostro, con la que me he cruzado en la acera del horno, a una distancia tan escasa, que la sensación de peligro ha sido una de las mas emocionantes que me ha sido dado experimentar en mi larga vida llena de vicisitudes, alternativas y riesgos.

Quien no haya experimentado nunca una cercanía tan próxima al rostro, tan colérico, y a la vez tan contenido, de la alcaldesa, no podrá entender la intensidad de esa sensación. No iba sola. Le acompañaba su séquito habitual de mamones, mamonas –Concejala, chúpame un huevo-- y seguratas. Es cierto que le escupieron en el Cabanyal los disconformes con su política de demolición del barrio, pero no creo que el terrible enojo que expresaba su cara tensa tenga nada que ver con esa anécdota.

Yo llevaba el Levante en una mano y enseguida me he apresurado a ocultarlo, para evitar que identificara mi posesión de ese diario canalla, amigo de Zapatero, con mis preferencias políticas y me soltara a sus guardianes por si le escupía al pasar. Nada mas lejos de mi ánimo, estaba tan anonadado por la presencia de la alcaldesa, cuyo rostro comparé en la página 'Roma' con la máscara funeraria de Nerón, –pobre Nerón, un oligofrénico, si se hubiera tropezado con Rita se hubiera ido por la pata abajo-- que me ha venido justo pasar a su lado en silencio, sin desmayarme.

Me preguntaba que hacía Rita en este poblado suburbano, con su uniforme de trabajo, vestida de rojo, cuando he visto que ella y su comitiva se detenían en Ca' Teresa. Los conductores y guardaespaldas se han acomodado fuera, alrededor de unas mesas puestas en la acera. Rita ha entrado en el interior, con los otros acompañantes, dejando un aura muy extendida a su alrededor, pues su imponente presencia siempre desaloja un enorme volumen de vacío que vuelve a percibirse cuando ella desaparece.

Aficionado a los misterios desde que leí a Poe, me he preguntado por la razón de su presencia aquí, en un lugar apartado, lejos de los focos y los medios. ¿Estará preparando la sucesión de Camps? ¿Habrá transcurrido el tiempo de los apoyos y homenajes incondicionales, y llega el de la sucesión? ¿Será este el primer acto de un drama demorado en el que al final Rita será investida como presidenta de Heliópolis?

He preguntado a un lugareño, por si el sabía la razón de la presencia de la máxima autoridad municipal aquí, y me ha contestado con toda naturalidad, --Ha venido a Ca' Teresa, a comer anchoas.

Ha resultado ser cierto. Me he asomado, ligeramente camuflado, tras la ventana del restaurante y he visto unas mesas dispuestas, y unas entradas preparadas. Los lomos de las anchoas brillaban con un reflejo de plata en las fuentes ya servidas, mientras el ambiente en el exterior era de auténtico plomo después de la perturbación que entró anoche en Heliópolis, y aún está presente.

Anchoas. Debe tratarse de un homenaje a la anchoa matria, en oposición a las de Santoña, que han sido objeto de crítica por parte de Rita, al comparar las anchoas regaladas a Zapatero por Revilla con el asunto del cohecho de Camps.

De lo que Rita tal vez no ha sido informada es, que así como Camps devolvió algunos trajes porque los de Forever Young no le acertaron el fondillo de los pantalones, las anchoas de Revilla enviadas a Zapatero, como otros productos perecederos que se reciben en Moncloa, son enviados a los bancos de alimentos, porque pagar a un catador para evitar envenenamientos, resulta demasiado oneroso.

No se puede descartar que esos bancos de alimentos, hagan trueques de productos demasiado caros para adquirir mas toneladas de arroz, por lo que es posible, y aún probable, que las anchoas que le han servido hoy a Rita no sean de Guillermo Junior –otra día contaré lo de Guillermo-- sino, horror, de Santoña. ¡Anchoas de Zapatero! Arrrgggghh.

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En realidad, mi intención al iniciar esta página no era hablar de Camps, de Zapatero, o de Rita. Lo que deseo transmitir es mi fascinación por este lugar tan singular, el poblado de El Saler, donde suceden cosas tan extrañas como que te tropieces con la alcaldesa de Heliópolis por la acera. Eso de día. Porque me han asegurado que, en las noches de luna, ya comienza a aparecer el fantasma de Michael Jackson entre los limoneros del parque infantil, por donde vaga su alma de niño, y, dicen los que lo han visto, que su rostro emana un aura de serena felicidad, liberado de tantos avatares, éxitos y tragedias como han marcado su vida.

Bromas aparte, conviene aclarar que el poblado de El Saler es un lugar lleno de buenos cafés, bares, restaurantes, heladerías, algunos tan excelentes como Ca' Teresa, cualquiera que sea el origen de sus anchoas, y Carmina, frecuentado, me dicen, por el popular escritor Ferrán Torrent. Que el café de Casa Pepe es excelente, además de sus otras cosas. La sepia de Casa Vicente, estupenda. La Heladería junto al parque sirve unos helados naturales sensacionales. En fin, un lugar que conviene visitar en cualquier época, tanto en tiempos de crisis como de bonanza. El aforo lo permite, en esta y en cualquier época del año.

El morbo añadido de que en tu estancia aleatoria en ese lugar te cruces con Rita por la acera, no está garantizado.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 8-07-09.

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