martes, 14 de julio de 2009

MONUMENTOS

Paseas entre los vestigios de arquitectura neoclásica y modernista de las ciudades viejas y sorprende la abundancia de monumentalidad broncínea que puebla sus bulevares. Un arquitecto saguntino me dijo una vez que la arquitectura murió con el modernismo. Lo que vino después fue un banquete de los promotores inmobiliarios. Nos empeñamos en seguir llamando arquitectura a las realizaciones futuristas emblemáticas que han surgido en algunas ciudades, pero allí no vive nadie.

No son casas para ser habitadas, no cumplen la función primordial arquitectónica, servir de cobijo a los humanos. Mas bien parecen una plástica del exceso, como las pirámides egipcias, hechas solo para servir al faraón de turno, que fue el promotor inmobiliario de su época, donde casi nunca habitó nadie vivo, salvo los que se cobijaron allí después, para vender sus souvenirs.

En ese museo callejero de representaciones escultóricas es frecuente la presencia de efigies de marqueses, generales, pintores y toreros, pero nunca he encontrado, ni siquiera en los ensanches de esas urbes, que contienen esculturas contemporáneas, ni en las exposiciones temporales que se exhiben en los paseos, obra de afamados artistas internacionales, un monumento a las mujeres.

Esas mujeres que se asomaban a las galerías de los patios de vecinos mientras tendían la ropa, cantando canciones de la Piquer, que eran su analgésico para soportar la muerte o la prisión del marido, mientras sacaban adelante a su prole, solas.

Las que les sucedieron, que han criado dos o tres hijos, mientras, tal vez, trabajaban además en alguna guardería cuidando de otros sesenta, sin que nosotros, los maridos, estuviéramos aún educados para compartir las tareas domésticas.

Las mujeres de ahora mismo, que luchan denodadamente por el respeto a su dignidad de personas en todos los ámbitos, el personal, el laboral, el doméstico, el político.

No quisiera morirme sin pasear por alguna ciudad vieja, por sus bulevares, junto a sus arquitecturas superpuestas, neoclásicas, modernistas, especulativas, futuristas, lo que sea, y encontrar, junto a las efigies de marqueses, generales, pintores y toreros, el tributo en bronce, en acero, en poliestireno, da igual, con tal de que sea duradero, a esas mujeres anónimas, valientes, extraordinarias, sin las que nada de lo mejor de nuestra historia antigua y reciente, habría sido posible.

Tomen nota los alcaldes, también las alcaldesas, de nuestras ciudades renovadas por la democracia. Hay una deuda pendiente. Ya va siendo hora de saldarla.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 14-07-09.


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