Anoche fuimos de excursión nocturna con Lola y Antoni. Una visita a la filmoteca de verano, en los Jardines del Palau, no tanto por interés cinéfilo, sino por la experiencia hedonista que implica sentarse en una mesa campera, antes de la proyección, papearse un bocadillo y beber una cerveza fría, como probablemente hicieron nuestros abuelos en los primeros tiempos del cine, cuando era una diversión itinerante que se detenía en las corralas de los pueblos y el público asistía a la función a la luz de la luna.
Anoche la luna no se veía, porque la pantalla daba a poniente, pero el reflejo de su luz navegaba por el estanque cercano con una intensidad inusual.
Antes de entrar a la filmoteca sabíamos que se iba a proyectar una película de dos horas y veinte minutos de duración, pero como se trataba, sobre todo, de estar fresquitos, nos daba igual su gran duración.
No imaginábamos, sin embargo, que 'Cielo sobre Berlín', fuera una película trilingüe, en alemán, francés e i nglés, además de los consabidos cartelitos en castellano, de los que no me enteré, porque al olvidar las gafas en la casa de la sierra, no he visto un pijo.
Es además, no se como decirlo, una película bicolor, o tal vez bipolar, pues parte de sus secuencias son en blanco y negro, otras en color, y se vuelve una y otra vez a esa variación, digo yo que porque su director quiere subrayar con esa técnica unos u otros planos.
El comienzo de la película es una sucesión de tomas aéreas del urbanismo berlinés, que claro, no tiene que ver con el de ahora. Me recordó el uso de las tomas aéreas que hizo Amenábar en su película Hipatia.Ese distanciamiento vertical de las figuras humanas parece dar a entender lo limitada y pequeña que es nuestra existencia.
Bruno Ganz protagoniza la película. La primera vez que aparece nadie diría que es un ángel, porque la cosa va de ángeles. El y un colega suyo, con aspecto convencional, se mezclan con la gente para observarla y el espectador no reconoce que sean ángeles, hasta que advierte que nadie les ve. La película podría haberse titulado, sin menoscabo de su rigor, 'El Hombre invisible', pues estos ángeles tienen la peculiaridad de observarlo todo, pero no hacen nada.
En mi opinión, nada autorizada, todo este largo, prolijo y complejo film , es una extensa y variada mirada hacia todo lo humano, a veces a través de personajes que podrían ser de Buñuel, sobre todo en las secuencias rodadas en blanco y negro, pero con el exotismo de la presencia de Peter Falk, con un detalle simpático, un par de chavales, al cruzarse con él, dicen, 'mira, es Colombo'. Falk resulta ser, al final de la película, un ángel que ha elegido la vida terrenal, como Ganz, enamorado de una trapecista, renuncia también a su naturaleza celestial.
A Lola, pragmática como es, por su condición de enfermera de carrera, todo esto le pareció un disparate, lo dijo cuando, terminada la proyección, nos dirigíamos hacia su coche.
Yo argumenté que tengo un libro por ahí, 'El Jardín de Heliópolis', del que he publicado algún resúmen en estas páginas, que también va de ángeles. En mi relato, todos vivíamos en un mundo alado, un lugar idílico donde predominan las cosas blancas y azules, hasta que el surgimiento de grupos hostiles nos hace bajar a la tierra y renunciar a las alas. Los hostiles se quedaron solos, al no tener a quien oprimir se bajaron tambien y ahora andan entre nosotros.
Esta historia se la cuento en el libro a una agente literaria que se dedica a colocar guiones en televisión, ella, que procede del mismo sitio, me confiesa que cuando va a ver a un productor, le echa las manos a la espalda, porque como los hijos de puta son los últimos que han bajado, conservan una protuberancia que los identifica, y así sabe que estrategia emplear.
Lola, después de escuchar la historia, comentó, --Tu estás mas loco que Wim Wenders.
Nada de eso, en el cine, en la literatura, y hasta en los chascarrillos, está presente, desde siempre, el anhelo de espiritualidad de los humanos, que no es otra cosa que el mito de la superación de nuestras limitaciones mundanas.
No todo el público recibió la película del mismo modo, algunos, pocos, salieron de la sala antes de terminar la proyección. Otros, entre ellos mi mujer, se pegaron una siesta solemne, eso sí, sin roncar. Durante toda la proyección hubo un respetuoso silencio. Al final, hubo unos discretos aplausos. Yo respeto todos los criterios, pero he de decir, en honor a la verdad, que cuando vi repetida una secuencia del principio, adiviné que ya venía el final, como así fué, y respiré algo aliviado, más que nada porque, sin gafas, no me enteré de nada.
En fin. CIelo sobre Berlín.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 20 08 16.
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