Hemos atendido la sugerencia que nos hizo el vecino de la sierra que nos mandó una foto el otro día, dejar el coche estacionado junto a la carretera, antes de bajar a la casa, porque el camino rural que lleva hasta allí estaba impracticable para el tráfico rodado.
Bajar, a pié, cargados con el equipaje hasta la casa, no ha sido ningún problema, ha sido peor el regreso cargados con los trastos de la nieve, la basura, y eso, por la cuesta. Cuando Encarna ha alcanzado el lugar donde estaba el coche estacionado, a la vuelta, ya no le quedaba resuello.
Antes de bajar a la casa nos hemos detenido junto a la piscina, que estaba congelada, y hemos contemplado la cascada de agua que cae de la montaña, que nuevamente vuelve a estar potente por las precipitaciones de estos días, en cuanto a los caños de la fuente que está junto al lavadero desagüan con una fuerza inusitada.
Las viñas de las proximidades permanecen cubiertas por un manto blanco, como el tejado de la casa, y el pino que está plantado cerca de la entrada, presentaba averías en su ramaje, por la acción del viento, que estos días ha derribado más de un centenar de árboles.
Por el camino hemos podido observar varios destrozos, además de alguna torre eléctrcia desmochada y, de hecho, en la pendiente que baja al lavadero había ramajes rotos. Pero ese paisaje ofrecía también unas suaves pendientes habitadas por la nieve, por las que se han deslizado los chavales --mis nietos-- que nos acompañaban, que han disfrutado de lo lindo con sus trineos durante la mayor parte del tiempo que hemos permanecido allí, además de construir el muñeco de nieve cuyo testimonio gráfico pondré aquí en cuanto pueda.
Lo mío ha sido, más que deporte de invierno, trabajo de cocina. Después de encender la estufa he prendido la leña de la chimenea, luego Encarna ha puesto en marcha la estufa de leña. Entre una cosa y otra, esta tarde el termómetro de la sala donde hemos comido marcaba catorce grados, que no está nada mal, considerando que el sol se ha dejado ver poco hoy.
Nunca había asado las chuletas de cordero del modo en que lo he hecho hoy. En lugar de poner la parrilla directamente en el fuego, la he puesto encima del trévelez, a cierta distancia de la llama, aunque ha requerido un poco más de tiempo que si hubiera dejado la parrilla sobre las brasas, el resultado ha sido un asado jugoso y tierno que ha superado mis expectativas.
En cuanto a las patatas asadas, que han permanecido más de hora y media, envueltas en papel de aluminio entre las brasas, han resultado exquisitas, si bien la piel estaba totalmente quemada, la pulpa estaba deliciosa, ligeramente retocada con un poco de sal y aceite, se dejaba comer con cucharilla como si fuera un pastel.
Guay. Sí. Y todo esto, tanto el trabajo de cocina, como su fruto, alegrado con la música de Radio 3, que hoy ha sido excepcionalmente buena.
No tenía claro yo, por los datos previsibles de nieblas, temperaturas y presencia solar, que la jornada fuera a resultar tan gratificante pero, la niebla, ni la hemos visto, y la temperatura exterior debía estar en los seis o siete grados y, como no hacía viento, la belleza del paisaje nevado se disfrutaba mejor.
Solo por ver disfrutar a los chavales con sus trineos en la nieve, ha valido la pena esta modestísima aventura dominical, aunque debo precisar que, cuando vamos a la sierra para volver en el mismo día, sea invierno, o sea verano, siempre regresamos hechos polvo, porque el cuerpo necesita más tiempo para adaptarse a las diferencias de altitud, temperatura, humedad, que las escasas horas empleadas entre la ida, la estancia y la vuelta."
Es una pena que Jordi no esté aquí, para colgar ya la foto del muñeco de nieve, pero aún está regresando de Barcelona, donde ha actuado con su grupo, 'Los Cien Duros', en la sala Freedonia. He hablado con él, dice que les ha ido muy bien, y que han pernoctado en Poble Nou, si no recuerdo mal, el lugar de donde salió Serrat. Enhorabuena, Jordi.
En fin. El muñeco de nieve.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 30 01 17.