jueves, 12 de enero de 2017

EL PATRIARCA

"Hoy me ha despertado el timbre del teléfono fijo, --Sí, todavía tenemos un teléfono fijo, además de algún libro de Eliseo Reclus perdido en el desorden de la estantería, somos así, antiguos, sí-- era la secretaria de la consulta dental, para recordarme que hoy tengo cita con la higienista, a las doce y media.

Para mi propia sorpresa, pues nunca había hecho una cosa así, le he dicho, hoy no va a poder ser, dáme hora para la semana que viene. ¿El jueves 19, a las doce y media? Sí, vale.

Me ha pillado por sorpresa, no tenía ni idea de haber fijado ese compromiso para hoy, he mirado el almanaque, donde anotamos todo, y no hay nada. Finalmente, he mirado en la cartera y allí estaba la tarjetita del dentista, con la hora fijada para hoy, pero, en esta casa, lo que no está anotado en el almanaque de la cocina no existe, oiga.

Ahora reflexiono porqué he reaccionado de esa manera, anulando la cita, en lugar de cumplirla, y sospecho que es porque, aunque ayer, al término del concierto del Palau de la Música al que asistimos por la tarde, cuando Encarna me propuso ir esta mañana ir a ver los tapices del Patriarca, y luego a comprar cuatro alas de raya al Central, yo no tenía ningunas ganas de tener una mañana tan ocupada, lo cierto es que al levantarme hoy, después de un sueño continuado y reparador gracias a las pastillas pro sueño de la doctora P, al bajar a la Fuente y ver el día tan magnífico que hace, una tregua antes de que empeore de nuevo, me han entrado unas ganas locas de ir al Patriarca, al Central , y 'lo que fasa falta'.

El caso es que, ayer, en el Palau, me emocioné como nunca me había sucedido en ese espectáculo "Flamenco, Silenci y so", que concluyó con una insólita mezcla de flamenco y evoluciones de artes marciales, muy plásticas, protagonizadas por Qihui Zhu, mestre Shaolin según el programa, una breve, pero muy colorista, mezcla de culturas ancestrales, la flamenca y la asiática que arrancó los entusiastas aplausos del público, pero lo que me emocionó, de verdad de la buena, fué escuchar el desgarro del malagueño Antonio Parrado, cuando cantó a los mares del cielo, a la tierra creada por la divinidad, y expresó su rabia por el invento humano del dinero, causa de las guerras, cuando el ama la paz.

Ahora mismo nos vamos al Patriarca, a ver los tapices, mi memoria infantil recuerda el vestíbulo del Patriarca, con aquel dragón --creo que era un caimán, en realidad-- disecado en la pared, que tanto me impresionó y despertó mi imaginación infantil, una sensación, el crecimiento de la propia imaginación, que sospecho que todavía perdura.

 Encarna, antes de levantarse de la cama, me ha hecho un comentario que ha encendido mi ánimo, algo que ha escuchado por la radio, a una joven tuitera le han caído dos años por expresarse en ese medio de tal modo que ha molestado a políticos y jueces, esa pandilla de gente normal pero que incluye a muchos cabrones que nos dan por detrás todos los días sin que nadie les pida cuentas de sus atropellos.

Castigar con cárcel una expresión escrita, por dura, inconveniente y molesta que sea, es poner un esparadrapo en la boca de la sociedad, tenerla secuestrada y no me extrañaría nada que cualquier día, un tribunal de derechos humanos de ámbito internacional, mande a la trena al juez que los ha vulnerado, del mismo modo que el Consejo de Estado, que no se lo que es, ha puesto el dedo en la llaga del yak 42 y del señor Trillo, quien debería estar ya en la cárcel, hace años, en lugar de la tuitera.

Si ya no puedes cagarte en la madre que parió a los muchos hijos de puta que pululan en los medios políticos y jurídicos, pues ya me diras donde queda la libertad de expresión, que incluye, porqué no, el insulto, si es lo único que nos queda en unos tiempos que cercenan las libertadas con leyes mordaza, sanciones desproporcionadas, y otros intentos por acallar el clamor popular de las gentes a quienes no les satisface el rumbo que toma la sociedad de nuestro tiempo, menos aún, adonde se quiere dirigirla.

Lo malo de la política, y a veces de la justicia, es que invade con su presencia incongruente nuestro retiro espiritual, en el que tratamos de flotar en los mares celestiales, disfrutar las bellezas terrenales y olvidar ese nefasto invento humano, el dinero, aunque en días como hoy, tan luminoso, de temperaturas tan suaves, un día de tregua antes de que vuelva el temporal, es más facil desprenderse de toda esa mierda, centrarse al elegir los mejores filetes de raya en el Central, y visitar los tapices del Patriarca, más que nada, por recobrar aquella imágen del cocodrilo en la pared."

La memoria es, quizás, una cualidad humana más valiosa que el dinero.

En fin. El Patriarca.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 12 01 17.

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