domingo, 16 de abril de 2017

EL MUNDO Y YO

"Me sucede a menudo. Observo lo que me cuentan del mundo en el que vivo, y pienso, ese no es mi mundo. Bajo a La Fuente, porque hoy domingo el Maravillas permanece cerrado y mientras tomo un café cortado en la barra, en la tele de plasma del bar los servicios informativos de la tele pública no cesan de repetir las atrocidades que suceden en cualquier parte del mundo, y pienso, ese no es mi mundo.

Algo mas cercano, observo las procesiones de semana santa, las actitudes de los cofrades, del público, la numerosa imaginería, simbolismos, actos, rituales que acompañan estas tradiciones, y pienso, ese no es mi mundo.

Observo las actitudes de la delegación del gobierno, de la abogacía del Estado, ante otra exhibición folklórica, la de las banderas republicanas en ciertos ayuntamientos y pienso, ese mundo, el de la delegación de gobierno, el de la abogacía del Estado, ese no es mi mundo.

Entonces, ¿cual es mi mundo?, me pregunto, tan ajeno al que me presentan como 'el mundo' de modo cotidiano. No estoy seguro, pero sospecho que mi mundo, ahora, es el mundo de mi infancia, más que la realidad virtual que me rodea.

Por varias razones. Porque en aquel mundo, no hacíamos caso de las prohibiciones, las autoridades prohibian el Carnaval, y nosotros, los niños de mi generación, salíamos a la calle disfrazados de moriscos, con una sábana, y una barba pintada con un corcho quemado.

Ibamos armados con espadas de madera, construídas por nosotros mismos y cuando un cura bienintencionado se acercaba para pedirnos que depusieramos las armas, no le hacíamos ni puto caso, entre otras razones porque parte de nuestra educación laica era cambiar de acera cuando un cura se acercaba hacia nosotros.

Porque los niños de mi generación, fuimos poco al colegio, nuestra escuela era la calle y el numero de horas que pasábamos allí cada día, hizo de nuestra infancia un periodo lúdico, dedicado en exclusiva al juego, y sospecho que esas experiencias hicieron de nosotros unos adultos más libres, menos manipulables, aunque, de vez en cuando se rompiera alguna clavícula, y yo mismo estuve ingresado en un hospital, a una tierna edad, por una fractura de cráneo derivada de esos juegos callejeros.

Esas experiencias infantiles las percibo cada vez mas cercanas, y su influencia me parece francamente positiva en mi mundo adulto, han estimulado mi capacidad crítica para no tomar el mundo que veo como mi mundo, sino como ese mundo susceptible de ser observado, visto con una cierta insumisión a las filias y fobias dominantes, evaluado, en fin, como algo susceptible no solo de crítica, sino de superación.

 Si algo positivo tuvo la larga etapa autoritaria de la dictadura en los de mi generación, supongo, es la costumbre adquirida de escuchar los discursos con escepticismo, desconfiar de las verdades oficiales, rechazar, absolutamente, la cultura nacional católica que se nos imponía, apreciar la libertad individual como un valor esencial, en fin, crear un mundo propio en el que vivir, a despecho del que nos trataban de imponer.

Ahora, a veces, como entonces, observo lo que me cuentan del mundo en el que vivo y pienso, ese no es mi mundo."

En fin. El Mundo y yo.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 16 04 17.

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