sábado, 12 de julio de 2008

EL AGUJERO

Suelo pasar con frecuencia junto al circuito de Cheste, en mis viajes terapéuticos a la tranquilidad silenciosa del campo, pero hoy, después de leer en Levante que el Consell que gobierna Heliópolis por ahora, aunque le queda poco,-- me lo ha dicho el oráculo-- ha enterrado algo así como sesenta millones de Euros en ese circuito, me he detenido allí para comprobar si es cierto.


Armado con una pala mejorada con un artificio neumático añadido, he renunciado a mi ocio sabatino para buscar esos 60 millones --nuestros sesenta millones-- que dicen están allí enterrados, no por motivos egoístas, no pensaba quedármelos, sino para devolvérselos al Consell para que los gaste en algo mas productivo, por ejemplo en atemperar los fallos del mercado, mediante ayudas directas a la inversión de aquellos empresarios que realmente lo merezcan, y a la formación de los trabajadores que realmente la necesiten, contribuyendo así a que el final de la que será, previsiblemente, la última legislatura de gobierno de la derecha en nuestra comunidad tenga algo mas de seni, y la herencia que dejen a quienes les han de sustituir, sea menos gravosa, en alguna medida.


No lo van a creer. Después de dejar las pistas del circuito de Cheste hechas un queso de gruyere con mi pala neumática, prácticamente inservibles para las competiciones deportivas a motor, no he encontrado, --lo juro-- absolutamente nada. Quizás he tomado demasiado al pie de la letra la literalidad del titular y allí no hay nada enterrado, sino que los 60 millones han sido, directamente, dilapidados, sin que quede nada material de esa suma que pueda ser recuperado.


La metáfora del agujero, que me ha dado el título de esta entrada, está expresada en singular, porque aunque yo he practicado centenares de agujeros buscando esa suma falsamente enterrada sin encontrarla, se refiere a un solo renglón contable, el de las pérdidas en los dos últimos años en la mala gestión del circuito de Cheste, que es solo uno de los innumerables agujeros, seguramente tantos como los que yo he dejado a la intemperie en mi búsqueda infructuosa, que salpican los mapas de ejecución presupuestaria y nivel de deuda, de los distintos gobiernos liberal conservadores que se han sucedido en el poder político en Heliópolis.


Parece incongruente que un gobierno que se identifica como liberal conservador, sea tan fanático de la política Keynesiana, que consiste en aumentar el gasto público, para que los beneficios de ese gasto en las economías privadas, compensen los agujeros de las cuentas públicas.


Pero así como Lord Keynes, en su época, defendía destinar los fondos públicos a grandes operaciones de inversión pública con un alcance universal de sus efectos en la población, y no hay constancia de que recomendara contratar esas grandes operaciones financieras de inversión con sus amiguetes, aquí, el Campskeynesianismo, --vaya palabro-- ha descubierto una marca propia de fábrica para aplicar el gasto público, consistente en el oscurantismo en las contrataciones, la falacia de que sus caprichos y ocurrencias inversoras benefician a todo el mundo, una falta absoluta de transparencia, en general, en la información de sus resultados y una palmaria ausencia de criterios de análisis de coste beneficio rigurosos como soporte de las inversiones a la carta, casi siempre improvisadas con cualquier sinvergüenza que se dejara caer por aquí.


El resultado de esa peculiar política seudo keynesiana es que el agujero de Cheste solo es uno, de los muchos y muy importantes que jalonan el estado financiero de nuestra institución política mas digna de respeto, la Generalitat, secuestrada gracias a la indiferencia de la voluntad popular, por un ejército armado con palas neumáticas que no ha dejado un metro cuadrado sin masacrar.


Si miramos a la vez todos esos agujeros dispersos aquí y allá, los que han aparecido, y los que seguirán apareciendo en las finanzas públicas de Heliópolis, el conjunto tiene toda la apariencia de un gran agujero negro, de esos que devoran toda la materia estelar –se trate de aerolitos o de Euros- que se aproxima a sus límites.


Nosotros, los electores, tendremos la posibilidad, el derecho, la obligación, de contestar con nuestra voto esa política de clientelismo desaforado, favores oscuros inconfesables, y dilapidación de caudales públicos para inversiones a la carta de quien presenta cualquier ocurrencia, y ellos, los políticos de la derecha en Heliópolis, --me lo ha dicho el oráculo-- tendrán que marcharse, aunque nos dejarán un paisaje yermo, arrasado, trufado de agujeros, que aumentaran si no hacemos, cuando toque, algo para frenarlos.


Lohengrin. 12-07-08.

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