viernes, 25 de julio de 2008

ONCE Y MEDIO

He bajado al Maravillas y en el editorial de Levante, que en verano es mi fuente mas consultada para tener una idea de lo que pasa en Heliópolis, me ha sorprendido encontrar, por segundo día consecutivo, la misma cifra.


Si ayer el suelo industrial se estaba encogiendo en un 11,5 por ciento, hoy, el desempleo aumenta en igual porcentaje. Después de comprar el pan he pasado por la farmacia, para controlar mi peso en una de esas básculas que te dan el peso exacto y, si miras a una lucecita, la estatura aproximada, y he comprobado, ya sin ningún atisbo de sorpresa, que peso 11,5 kilos menos y me he encogido 11,5 centímetros.


Si multiplicas esa cifra, 11,5, por mil, te da la cuantía a la que ha caído hoy el índice de la bolsa, el Ibex 35, 11.500 puntos. Si la multiplicas por diez, te da ciento quince, lo que te permite inducir, con alguna chulería, que estamos inmersos en una tendencia que nos podría llevar a retroceder un siglo. Como estamos en 2008, ese retroceso nos llevaría, de forma hipotética, a 1.908, que es el año en que nació mi padre. Parece que hay algo cabalístico en ese dichoso número.


Nunca leí la Kábala, esa fuente de sabiduría arcaica hebrea, pero por lo que cuentan los periódicos, los sucesores actuales de aquel pueblo antiguo todavía la utilizan. Por cada muerto propio, once y medio ajenos, por cada metro de suelo propio, 11,5 metros confiscados.


Significa esa regresión temporal que nos estamos quedando sin futuro, que el techo del futuro se nos cae encima?. Si atendemos a la caída de un 11,5% en las ventas de libros del género de anticipación, de ciencia ficción, parece que el futuro nos abandona, pero no es así.


En primer lugar porque, según la física cuántica, --o la que sea-- el tiempo es un continuo, con lo que el futuro sería algo imposible, o el fraccionamiento temporal un mero recurso metodológico de los historiadores. Luego, porque, si convenimos en que el futuro existe, aunque esté por venir, esa tendencia actual a la regresión en las cifras económicas, no significa la desaparición del futuro, sino un cambio en su coloración, por una parte, y de otro lado, que el cumplimiento inexorable de las anticipaciones de Verne, Clark, Asimov, Orwell y los demás, está dejando su tamaño, el espacio literario en el que el tiempo futuro operaba, algo mas encogido.


Un poco mareado y aturdido por la omnipresencia de ese número, cabalístico o no, el once y medio, en mi vida cotidiana del presente, me he lanzado con cierta ansiedad sobre el blister, esa cubierta de plástico que encierra algunos medicamentos y he comprobado con espanto, al contar los agujeros, que, en lo últimos días, he tomado once pastillas y media menos de las que corresponden a la prescripción del médico que se ocupa de mi estado de salud.


Algunos escritores, tienen el hábito de ingerir pastillas para estimular su creatividad literaria. A mi me ocurre lo contrario, después de once días y medio sin ingerir la dosis habitual, me he despertado con una rara sensación de efervescencia creativa, con la consiguiente alarma, porque puede ser, o no, un indicio de riesgo de un brote psicótico, --no confundir con piscopático.


Ya he dicho en otra parte que el proceso mental de quien escribe en la soledad de su gabinete, es semejante al de quien anda por la calle hablando con alguien a quien los demás no vemos. Lo que sucede es que, en este segundo caso, esa actitud puede producir una cierta alarma social entre los vecinos, mientras que el solitario suceso literario, en ocasiones conduce a la gloria mundana de un premio editorial, –no necesariamente literario-- cuyo efecto colateral suele consistir en que el afortunado tiene que abandonar la escritura durante una larga temporada y dedicarse a hacer el payaso en las televisiones locales, autonómicas, generalistas, de cable, o de satélite.


Como siento un pánico irracional, injustificado, a que eso pudiera sucederme a mi alguna vez, he arrojado a la basura el blister empezado, para exorcizar el riesgo de un nuevo error en el cumplimiento de las prescripciones médicas, y he cogido uno nuevo de la caja, no vaya a ser que, por no tomar las pastillas, un exceso de efervescencia creativa me conduzca, sin yo desearlo, al azar de alguno de esos numerosos y variopintos premios literarios, como le ocurrió al famoso escritor colombiano, el de Macroll El Gaviero, Alvaro Mutis, que recibió una llamada telefónica inesperada y exclamó –o fue otro?-- --Nos han jodido, nos han dado el Cervantes.


En fin. Once y medio. Cuidado con ese, en apariencia, inofensivo número.


Lohengrin. 25-07-08.




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