martes, 22 de julio de 2008

LA COCINA

Querido diario: Acabo de darme cuenta de que escribir en el Blog es como cocinar. Mezclas sabores dulces y ácidos, líricos y sarcásticos, y la combinación resultante, a veces, con independencia del juicio que merezca a ojos de los demás, tiene la condición intrínseca de la originalidad, porque el ser humano se caracteriza por la unicidad, y ese carácter único, aunque se intente mutilar en la cadena de montaje, donde se obliga a las personas a renunciar a su modo personal de hacer las cosas en aras de la uniformidad del producto, impide que se doblegue del todo la personalidad del individuo, que se sigue manifestando en la morfología de su letra, en su modo de sonreír o permanecer serio mientras los otros se ríen, en otros muchos detalles que le confieren, a despecho de la mecanización y la uniformidad de las costumbres, su irrenunciable condición humana.


Como los grandes chefs, quienes escribimos reproducimos, sin darnos cuenta, las preferencias innatas en el arte de combinar los elementos y presentar los platos. Hay quien prefiere la ligereza de los menús a base de platos cortos y variados. Otros por el contrario, son partidarios de largas y lentas elaboraciones, que incluyen cocciones de doce horas para obtener al final una síntesis muy concentrada que incorporarán a sus salsas.


Algunos incurrimos, desoyendo los consejos de los nutricionistas, en la elaboración de platos con una carga crítica demasiado contundente, que produce indigestión a los destinatarios de esa receta en particular. Otros prefieren la liviandad de los elementos que utilizan en la cocción, por que casa mas con la jovialidad de su carácter, con su modo de estar en el mundo, y cada una de esas preferencias, de esas opciones, a veces inconscientes, le da a cada plato literario el toque especiado que corresponde a la personalidad, y las limitaciones, de cada uno.


Hay verdaderos maestros en el arte de ligar un párrafo con otro, y lo hacen con tal sentido de la armonía gastronómica, que todo el guiso exhala un aroma unitario, sin que sus componentes pierdan un ápice de su originalidad. Otros en cambio, adolecemos de una suerte de expresionismo fuerte en la cocina, oponemos sabores a veces demasiado extraños, contrarios, y así limitamos, sin querer, el número de comensales interesados en nuestros guisos, menos numerosos, pues la mayoría prefiere la armonía de la cocina tradicional renovada, a las sorpresas, a veces demasiado agresivas, a las que su paladar está poco habituado.


En mi recetario, hay ya mas de trescientas fórmulas ensayadas, que no son todas distintas, porque en ese largo aprendizaje de cocina que se prolonga ya mas de dieciocho meses, inevitablemente hay componentes que se repiten de manera inconsciente, obsesiones de cocinero que a veces no controlas y una preferencia que se ha ido ajustando con el tiempo por un determinado estilo personal, que no es elegido, sino el resultado de las experiencias, manías, lecturas mejor o peor asimiladas, prejuicios no del todo abandonados, impulsos, reflexiones y estímulos cotidianos que genera la interacción con la realidad y la pulsión imaginativa.


No tengo vocación de gran chef, ni creo tener condiciones para serlo, pero me muevo muy a gusto en la cocina de bar, solo con los ingredientes necesarios para alimentar cada día a los usuarios del blog con el menú que esperan recibir, sin renunciar del todo a la capacidad de sorprender, porque de lo contrario, la cosa sería demasiado aburrida, y uno está aquí, a pie de cocina, para hacer reflexionar o divertir al personal, según le pide su ánimo, pero también para divertirse, porque la cocina y la escritura, digan lo que digan, son dos de los placeres creativos mas sencillos que existen, al alcance de cualquiera que tenga la curiosidad suficiente para introducirse en ellos.


Me gusta degustar los platos de otros cocineros. A veces encuentras un tono, una metáfora, una técnica culinaria que puedes incorporar a tus guisos, como hace Arguiñano en ocasiones con la sabiduría de Arzac, pero, en general, reconozco que soy demasiado parco, por demasiado viejo, en el aprendizaje de los otros. Mis manías y obsesiones están demasiado fijadas por el tiempo, así que he de reconocerme, para bien o para mal, como editor responsable de los guisos que preparo casi cada día, y también del carácter minoritario, poco extendido, pero muy apreciado por mi, de quienes se acercan a la barra del bar para probar el menú del día. Hoy, tocaba yoísmo, en homenaje a Antonio Muñóz Molina.


Lohengrin. 23-07-08.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios