viernes, 24 de junio de 2016

ROMA

Cuando se firmó el Tratado de Roma, en 1957, yo tenía catorce años, pocos para ser consciente de aquel acontecimiento que, apoyándose en la ya existente Comunidad Europea del Carbón y del Acero, sentó las bases para convertir la amenaza de una Europa de países divididos, en otra oportunidad de países unidos, una oportunidad para transitar por una de las épocas de mayor paz y bienestar del siglo veinte y anteriores.

Quienes pusieron su firma en aquel tratado, antecedente de la Unión Europea, tal como la hemos conocido hasta hoy, antes del llamado Brexit, fueron unos políticos de altura, decididos a terminar con los desastres de dos guerras mundiales.

Temo que lo que tenemos ahora, miremos donde miremos, son unos políticos de mierda, comenzando por Cameron, siguiendo por Hollande, Rajoy, los belgas, y demás, incapaces de conservar una oportunidad, capaces de volver a la antigua amenaza, impotentes para frenar los incipientes movimientos de la extrema derecha, que resurgen como consecuencia de sus políticas recalcitrantes en el error.

Nunca como ahora, después de conocer la decisión de los ingleses, que proviene del norte y de las áreas rurales, no de los núcleos urbanos, tengo la sensación, de nuevo, de ser perseguido por media docena de seres anteriores al paleolítico, y me veo en la necesidad de exclamar --Dejen de seguirme... porque con decisiones como esta, por muy legítimas que sean, volvemos al pasado mas primitivo.

Me pregunto que pensarán Kent y Patricia, que tienen casa aquí, y los demás ingleses, 700.000 que, de un día para otro, han perdido su pasaporte europeo y se han convertido en inmigrantes, como los sirios, los afganos, y los demás.

Un repaso a la historia del siglo veinte europeo confirma que, en la primera época de la Unión Europea, España recibió cantidad de recursos que le permitieron, por ejemplo, restaurar su patrimonio histórico, en aquella época viajabas por España o Portugal y era muy frecuente encontrar los carteles de la ayuda europea en multitud de monumentos, eso fue antes de la crisis, claro y de que Merkel, ignorante del binomio amenaza/oportunidad que supone toda crisis atendiendo los postulados de la Planificación Estratégica, negara con su manía de la austeridad, la oportunidad de una recuperación de la economía europea por la vía del estímulo financiero.

Pensando con un criterio amplio, dejando al margen los errores de la política económica europea en los ultimoa años, es obvio que la unidad europea, con las reformas necesarias, es infinitamente mejor que la destrucción incipiente del espíritu unitario que surgió con el tratado de Roma, gracias a aquellos políticos de altura, que ahora los políticos de mierda que nos han tocado en suerte, están comenzando a destruir.

En fin. ROMA.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 24 06 16.

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