sábado, 29 de marzo de 2008

ABRIL

El aire de Abril está a punto de irrumpir en la vida de la gente, y su aroma a hierba recién cortada y a mujeres en celo envuelve todo lo que se ve desde la ventana de mi gabinete, los álamos secos del patio del viejo cuartel abandonado, el vuelo de los estorninos, las chimeneas que emergen como columnas dóricas del viejo polvorín, el mínimo conglomerado urbano del barrio, sus fachadas de ladrillo visto, las casetas encaladas que rematan las terrazas, y en el silencio de la tarde sabatina un furioso enjambre de insectos que viajan hacia los marjales, aunque no se ven, anuncian el efecto devastador de los aguijones del deseo.


Los frágiles sistemas hormonales que han permanecido dormidos en el níveo paisaje de la vida invernal, despiertan con el aire de abril, que viaja desde los trópicos empujado por el aleteo de una mínima mariposa, y ese imperceptible suceso, tan lejano y ajeno, desatará en unos días una revolución de pasiones imprevisibles, de deseos despiertos después de una larga noche indiferente que se ha prolongado seis meses.


Antes de que nos demos cuenta, las calles se llenarán con la presencia de los cuerpos medio vestidos, aligerada por el calor la vestimenta invernal y una muchedumbre de muslos, cinturas y torsos se acercarán a la desnudez, mas o menos explícita, en un derroche de energía erótica que sacudirá los sentidos, poniéndolos en estado de alerta máxima.


En las playas, las muchachas en flor tostarán sus lomos al sol de la tarde y muy pronto, el ocio se prolongará para extraer la máxima utilidad de la noche mediterránea, como lugar de encuentro para compartir las copas y los amores casuales.


En Heliópolis, las terrazas extenderán su dominio sobre la ciudad y las mesas emergeran en las calles como si fueran seres vegetales que surgen de pronto, en medio de la jungla tropical, empujados por la fuerza telúrica de un suelo con un manto fértil y prolífico.


El aire de abril, a punto de arribar a Heliópolis, es el mensajero que nos recuerda la existencia de los ciclos estacionales, sin los que la vida no sería soportable, por demasiado aburrida. El cambio de ciclo es, entre otras cosas, una nueva oportunidad que, además de favorecer las fantasías de renovación, nos recuerda que el paisaje de la vida es variable.Después de un ciclo de luz escasa proclive a la conducta taciturna y a las tendencias melancólicas, abril anuncia una etapa de luz creciente con días prolongados en los que todo es posible.


Lástima que el jodido cambio de horario, que se nos impone sin que sepamos muy bien porqué,
convierta la optimista espera de la llegada del aire de abril, en la tortura sicológica que supone la adaptación de nuestra fragilidad orgánica a unos usos horarios que no podemos elegir.


Lohengrin. 29-03-08.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios