lunes, 10 de marzo de 2008

DESPUÉS

En mi página “Diálogos” del veintiseis de febrero, se podía leer, “...descartada la mayoría absoluta, los populares no encontrarán socios para gobernar, la debacle de Izquierda Unida es mas que previsible y es bastante probable que, después del 9-M, tengamos un partido socialdemócrata que gobernará apoyándose en los nacionalismos periféricos..”


Almudena Grandes cuenta hoy en El País que le van a faltar días para cobrarse las invitaciones, copas y cenas que ha ganado con las porras relativas a los resultados de las elecciones que concluyeron ayer, a falta de conocer los resultados del voto por correo.


Esa coincidencia parece indicar que los escritores carecemos en absoluto de dotes adivinatorias, pero tenemos la facultad de reconocer la realidad que tenemos delante de nuestras narices, un poco mas desarrollada que el resto de los mortales.


Para cualquier observador de la realidad parece evidente que la soledad parlamentaria del partido popular se ha convertido en estructural. Que tiene un techo de votos ha quedado en evidencia al contarlos, aunque sea un techo amplio, le falta ventilarlo. Que la bipolaridad extrema que ha presidido la legislatura y la campaña acabaría por aplastar a los minoritarios, es algo que se podía percibir con algo de intuición.


Al final, el escenario de la vida política española es el que cabía, razonablemente, esperar, pero hay algunas peculiaridades que ahora se pueden comentar con detalle.


Que Convergencia haya sacado 11 diputados con un número de votos semejante a los de Izquierda Unida y que esta formación haya obtenido solo dos diputados, habla a las claras de la necesidad de reformar un sistema electoral que premia resultados tan incongruentes.


Otra cosa es que, con independencia de distorsiones electorales, uno tenga la opinión de que la ideología política comunista deba ser considerada ya un anacronismo histórico.


El País Vasco, con el triunfo socialista en las tres circunscripciones, es un escenario sobre el que yo no había hecho comentarios, entre otras razones, porque no conozco suficientemente esa realidad.

Puedo entender que algunos vascos estén cansados del nacionalismo, y que otros, doscientos mil?, no hayan votado a falta de la presencia de candidaturas del nacionalismo radical. En cualquier caso, ese vuelco electoral abre un escenario bastante interesante, sin que yo, por mi desconocimiento, sea capaz de aventurar en que dirección.


Que Cataluña, junto con Andalucía, hayan dado suficientes escaños a los socialdemocrátas para gobernar con comodidad con algunas asistencias, no es una sorpresa. Que el centro del país haya deparado tantos empates, podría ser una consecuencia de la insistencia de la derecha en dividir a la ciudadanía, sin que hayan obtenido ningún beneficio tangible de ese esfuerzo separador.


El mapa resultante de las elecciones del 9-M es una geogrofía marcada por la dicotomía, el sectarismo y la falta de cohesión de un pais que aparece separado por unas preferencias electorales demasiado opuestas, enfrentadas. Uno tiene dudas de si la capacidad política de los partidos en un país enfrentado, conseguirá que los mecanismos que deben hacer fluir las relaciones entre el gobierno central y las autonomías, en beneficio de los ciudadanos, acaben con el obstruccionismo de unos y el desinterés de otros, si las leyes de ámbito nacional se aplicarán con fluidez y recursos en todos los territorios, o si, por el contrario, quienes residimos en comunidades donde todo el poder está en manos del partido opositor, veremos usar ese poder para hacer una oposición obstruccionista al partido legitimado para gobernar por los electores.

Como no soy adivino, aunque creo tener la facultad de reconocer la realidad que tengo delante de las narices les diré que, por ahora, no veo que nada haya cambiado en ese sentido.


Habrá que esperar para ver lo que sucede.


Lohengrin. 10-03-08.

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