lunes, 3 de marzo de 2008

FIESTA

“Mi trabajo como supervisor de control interno de una entidad financiera holandesa me ha llevado a viajar por distintos países europeos y a conocer sus costumbres y rarezas. He disfrutado de la fiesta de la cerveza en Baviera, del festival de Avignon –soy un fanático del teatro-- y del colorista y multirracial carnaval de Notting Hill, por citar algunos ejemplos de diversidad festiva. Ahora estoy en España, visitando las sucursales, y he sido testigo de algo que me ha parecido una rareza en la cultura europea. No resisto la tentación de relatarlo en este diario personal, de improbable lectura.


Estoy en el centro financiero de Heliópolis. Es lunes 3 de marzo y durante la mañana he completado mi agenda de trabajo sin ninguna novedad. Todas las gestiones telefónicas y personales que he debido realizar han encontrado respuesta en el personal español porque, hoy, es un día laborable. En la calle, cuando he salido a las doce para tomar mi sandwich, todo indicaba normalidad. Los autobuses circulando, la afluencia de gente era la esperada en un día de trabajo. Todo parecía igual que cuando estuve aquí, en Enero.


Al salir del banco, a las 13,45, llevando en la cartera las notas para la redacción definitiva del informe de control interno que me ha traído aquí, todo había cambiado.


Decenas de miles de personas llenan la plaza y desde cada una de las calles que confluyen en ella , una afluencia incesante de gente amenaza con invadir cada metro de espacio disponible. Parecen agitados, impacientes, mientras un par de helicópteros de la policía giran sobre ellos en el cielo despejado de marzo.


Consulto mi agenda. Nada en ella indica que hoy sea un día en el que vaya a suceder algo extraordinario, pero la presencia de esta muchedumbre parece indicar lo contrario. Todos se agolpan contra un enrejado metálico en el centro de la plaza, pero no consigo ver el motivo de su interés.


Será algún acto político? Se por la prensa que la campaña electoral está en su momento central, aquí. Mi curiosidad me mueve a situarme detrás de una columna del cercano ayuntamiento, esperando para saber lo que pasa y, apenas transcurridos unos minutos, un seco estampido conmueve la plaza. Un atentado, pienso, pero la gente no se mueve, no huye, ni se empujan unos a otros, todos permanecen donde estaban.


Sigo sin entender lo que pasa, observo con mayor atención, pero la enorme masa humana que llena la plaza sigue sin moverse, cuando suena otro estampido. €nseguida los altavoces instalados en los balcones del ayuntamiento dejan oír una música algo chillona, en tonos agudos, que no consigo reconocer, no es español, no es inglés, ni francés, es alguna lengua desconocida en Europa pero que por lo visto, aquí, la entienden. Transcurridos unos minutos desde el segundo estampido, la gente congregada en la plaza parece manifestar impaciencia, mediante silbidos y abucheos. Pero impaciencia, de que? ¿que están esperando que suceda? Hoy es un día normal, lo dice el calendario que me han proporcionado para trabajar aquí, entonces ¿para que se han reunido en la plaza? No consigo llegar a entender lo que está pasando, cuando se desatan una serie de explosione sucesivas, mucho mas fuertes que las escuchadas antes. Instintivamente me tiro al suelo. La brutal sucesión acústica de estampidos parece seguir un cierto orden, como un crescendo. El humo de la pólvora me escuece en los ojos cuando decido incorporarme y una lluvia de residuos de cartón y pólvora cae sobre las hombreras de mi americana , cuando la sucesión de explosiones alcanza un nivel acústico todavía mas brutal, antes de que decenas de cohetes exploten en el aire coincidiendo con el estampido de las cargas que rebotan contra el suelo.


Un olor ácido queda suspendido en el aire, el sol se ha oscurecido por la nube de pólvora quemada que llena la plaza, mientras los helicópteros continúan su vuelo circular sobre las gentes.

--Oiga, que ha pasado? , pregunto atónito a un indígena, aún alterado por la sorpresa de la tremenda experiencia.


El tipo se me queda mirando como si yo viniera de otro planeta. Se queda pensando. Renuncia a darme mas explicaciones y por fin, dice,


--La mascletá.


En apenas cinco minutos, la plaza queda vacía de gente. Vuelvo a mirar mi agenda. Nada en ella me advierte de que esté en una ciudad festiva.”


Lohengrin. 3-03-08.



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