domingo, 25 de mayo de 2008

EL CUERPO DE CRISTO

Una lluvia inoportuna ha venido a malograr hoy, en Heliópolis, la celebración del Corpus Christi, un espectáculo popular de contenido religioso, pero tambien teatral, comparable por su antigua tradición al Misteri d´ Elx. Una escenografía operística barroca, habitada por carrozas, les roques, construídas en el siglo XVI, alguna de las cuales, la de los siete pecados capitales, resulta especialmente interesante, y una nómina de personajes representativos mas rica y variada que la de Turandot.


La cubierta de nubes, por encima del entoldado de la plaza de la virgen, dejaba caer una fina cortina de agua intermitente sobre los plásticos que cubrían a los gagants apoyados junto a la puerta de la catedral, pero la moma, el capellá, les dances, els misteris, la degollá, els caballets y els pastorets, estaban ausentes, y el único signo festivo, aparte de les roques y los adornos florales, era el volteo de campanas que se escuchaba entre el mar de paraguas que llenaba la plaza.


Esa lluvia, por lo demás tan agradable, ha malogrado sobre todo los esfuerzos de miles de personas dedicadas a mantener viva esta expresión festiva tradicional de la religiosidad popular, desde los artistas dedicados a restaurar los soportes materiales de carros, figuras, símbolos y advocaciones, algunos tan antiguos que ya han cumplido mas de medio milenio, a las asociaciones directamente implicadas en el mantenimiento y progresión de este acto festivo, a los equipos encargados del protocolo y la logística, a los muchos comerciantes y hosteleros que se habían preparado para una jornada muy distinta, que la lluvia ha abortado, a todos quienes, de un modo u otro, están directamente implicados en esta celebración.


Gruesas gotas calientes, escurridas desde el entoldado de la plaza, han caido sobre mi piel, haciéndome evocar la dulzura madura de la piel de mi novia, de mi misma edad tardía. El próximo martes celebraremos nuestro particular corpus, entregándonos nuestros cuerpos en una ceremonia litúrgica de celebración de la vida, mientras la lluvia golpea los cristales de la ventana, y en esa eucarístia privada, beberemos nuestros jugos sin importarnos incurrir en algunos de los siete pecados capitales representados en les roques, porque nada en nuestra relación placentera y contingente está contaminado por el sentido de la culpa, sino que es una expresión de nuestro amor a la vida.


Nos amaremos física y profundamente en la dorada penumbra de un lugar íntimo y secreto, cerca del sonido cantarin de la lluvia que golpea la ventana, y nuestra inocente desnudez, marcada por las huellas de la vida en la piel algo ajada, se enlazará en una representación simbólica del amor universal, y tal vez esa figura, u otra semejante, con el correr de los siglos, sea incorporada a la procesión del Corpus de un modo totalmente original, aunque conozco pocos artistas que se atrevan a materializar para la contemplación pública, las figuras de una pareja de personas mayores amándose intensamente, porque el amor siempre se asocia a la belleza, no a la decadencia, aunque es un hecho cierto que nada impide transitar por el misterio de la pasión a quienes comienzan a conocer los caminos declinantes de la vida.


Ofreceré mi cuerpo a esa mujer con el entusiasmo juvenil que despiertan las pasiones contingentes y en ese ofrecimiento ella volverá a reconocer la emoción física que creía olvidada, se reconocerá capaz de sentir sensaciones que injustamente se le habían proscrito y, cuando ambos lleguemos al clímax de esa experiencia recuperada, esa liturgia solemne y compartida alcanzará los mismos niveles físicos y espirituales que algunos paseantes despistados habrán sentido hoy, al escapar de la fiesta del Corpus suspendida y conocer, casualmente, por primera vez, la sensación que produce, iluminado, el altar mayor de la iglesia de San Nicolás, mientras suena el órgano en el coro.


Lohengrin. 25-05-08.

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