miércoles, 7 de mayo de 2008

JUECES Y POLÍTICOS

Montesquieu, quien, al parecer, desconfiaba de los hombres, defendió la separación de poderes como un medio de librar al ciudadano del absolutismo del anciano régimen. Desde entonces, unos hombres aprueban las leyes, el congreso, otros gobiernan, el ejecutivo, y los jueces se ocupan, aplicando su criterio independiente, de juzgar los conflictos que surgen por su inobservancia y derivados de otras conductas antisociales. Lo que tenemos ahora es, sin duda alguna, mejor que el absolutismo, pero al separar los poderes, surgen nuevas necesidades, como son las de coordinar las actuaciones del legislativo, el ejecutivo y el judicial.


En su editorial televisado de ayer, Gabilondo hizo una declaración escandalizada por el estado de la justicia en España, pero no responsabilizó de esa situación solo al aparato judicial sino a los políticos, sobre todo a los gobiernos que durante treinta años de democracia no han sabido o querido poner los medios para que la columna vertebral de la democracia no se resquebrajara hasta el punto en que ahora es evidente que lo ha hecho.


Y es que no se puede legislar proponiendo un ámbito cada vez mas amplio del derecho penal en cuestiones como el tráfico o el maltrato de género, sin reforzar al mismo tiempo de modo suficiente los recursos de la justicia para que den respuesta a las nuevas exigencias legales, como no se puede mandar a mas gente a la cárcel, si las instituciones de internamiento penitenciario no se amplían.


En este país tenemos la mala costumbre de suponer que los conflictos sociales se arreglan con nuevas leyes, sin dotar presupuestariamente los órganos encargados de vigilar su
incumplimiento. Y así seguimos desde hace treinta años, cada vez son mas las leyes represoras que exigen la aplicación del código penal, pero la organización del sistema judicial está tan en mantillas que ni siquiera dispone de un banco de datos unificado que registre la situación procesal de cada justiciado.


Así, hemos tenido que asistir a la caducidad vergonzante de un delito de guante blanco de los Albertos, por falta de diligencia del aparato judicial, por no mencionar el tan desgraciado crimen de la niña Mari Luz, y si, como parece, se acercan a las 270.000 las sentencias pendientes de cumplimiento, es difícil sustraerse a la sospecha de que esa situación pueda generar turbias maniobras para dilatar aún mas algunos procedimientos, por medio del soborno, o para lo contrario, para acelerarlos, cuando haya intereses dinerarios de por medio. Kafkiano.


Puesto que el Consejo del Poder Judicial, el órgano de gobierno de los jueces, se ha mostrado incapaz de organizar su propia casa, exigiendo los medios necesarios para ello, habrá que pensar ya en algún órgano de coordinación, donde estén representados quienes hacen las leyes, quienes deben poner los medios presupuestarios y quienes deben juzgar su incumplimiento, para que esta situación aberrante comience a cambiar, aunque un mal secular no es fácil que pueda erradicarse en una sola legislatura.


Como dijo la gitana, “En pleitos te veas y los ganes”. Para aquellos que tengan la desgracia de esperar el cumplimiento de un fallo judicial, sea para restituirles derechos, o para fijar la fecha en que deben cumplir sus obligaciones penales, esta situación de la justicia en España los situa en una posición de ciudadanos de segunda, como si la salida del absolutismo hubiera quedado atrancada en el maremágnum de papeles que desbordan las dependencias judiciales, y todas las bellas palabras de la cultura ilustrada sobre los derechos de las personas constituyeran un bonito volúmen lírico en un mundo ideal, que no tienen aplicación práctica en este país nuestro tan surrealista, que muchos habíamos llegado a creer que había dejado de serlo.


Los ejecutivos suelen distinguir entre lo urgente y lo importante, para escoger las prioridades de sus objetivos. Este es urgente e importante, y al gobierno de turno le va a tocar cargar con el muerto, no solo de lo que no hizo en la pasada legislatura, sino de lo que otros no hicieron antes. No quisiera estar en la piel del ministro de justicia.


Lohengrin. 7-05-08.


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