jueves, 22 de mayo de 2008

VERANO II

Esta mañana cuando volvía de almorzar en un bar de Nazaret con mis amigos libertarios, que me han contado el enorme éxito de la fiesta del Día de Africa organizada por ellos, el termómetro callejero marcaba treinta y un grados. La camisa floreada que compré en Natura el año pasado revienta por los botones delanteros y los calzones térmicos que todavía llevo puestos me producen un calentamiento excesivo en salva sea la parte. Estos tres indicadores avisan, sin lugar para el error, que hoy es verano, a despecho de las predicciones de lluvia que anuncian un fin de semana húmedo en todo el país, menos en Heliópolis, naturalmente, por eso le puse ese nombre.


El verano es un ciclo estacional pródigo en sensaciones táctiles y olorosas, proclive al crecimiento de la actividad noctámbula, en cuyo ámbito diurno aumenta de modo considerable la secreción de sudor y el potencial odorífero de las axilas, crece como los hongos la extensión de las terrazas y disminuye radicalmente la superficie de piel cubierta por la ropa.


La libido veraniega está fuertemente estimulada por el informalismo en el vestir, y si tienes la suerte de tener una novia guapa, exuberante, siempre dispuesta y exigente, no necesitas acudir a ningún centro de estética para que te arreglen el body, deteriorado por la abulia invernal, porque ella te hará sudar el par de kilos que te sobran y podrás volver a abrocharte la camisa de colorines.


El sexo es un componente importante de las experiencias táctiles del verano, pero hay que procurar practicarlo en un entorno debidamente acondicionado, para evitar el colapso cardíaco. Un paseo nocturno en barca por la Albufera, siempre será preferible al jakussi, pero si no está a tu alcance, siempre queda la bañera y, en último caso, una habitación con el aire acondicionado funcionando.


Por mucho que el calor potencie nuestra natural tendencia a la indolencia, no debemos dejar que disminuya nuestro ritmo vital. Solo hay que cambiar los horarios, evitar las horas de extrema radiación solar, aprovechar mas el fresquito nocturno, ingerir mucho líquido, salir de la residencia en la silla de ruedas a dar un paseo por los alrededores ajardinados al caer la noche y disfrutar al máximo de las sensaciones olorosas, el olor a resina de los pinos, el perfume mareante del jazmín, el suave aroma que reina en el jardin de las rosas amarillas, y el agresivo ataque a los sentidos de las plantas aromáticas, el romero, la manzanilla de olor, el espliego y la yerba mojada por el rocío, si es posible, acompañado de una residente o una enfermera.


El verano solo es un fragmento temporal de ese continuo abstracto mas importante que es el tiempo.

Lo importante no es decidir como pasas el verano, sino aprender a situarte en relación con esa magnitud donde transcurre la vida, mas relevante, a mi juicio, que el espacio, puesto que pensamiento y tiempo podrían contener, quizás, una forma existencial, aun sin la concurrencia del espacio, ya que la propia imaginación es creadora de toda clase de espacios virtuales.


Hace tiempo que dejé de creer en la fragmentación artificial del tiempo, en los hitos temporales inventados básicamente por cuestiones productivistas, cosechas, jornadas de trabajo, obligaciones tributarias y otras zarandajas que nos amargan la vida, porque nos impiden flotar libres en un océano de tiempo que en sus orígenes no nació fraccionado.


Cada vez son mas numerosos los grupos y personas que se rebelan contra la fragmentación artificial del tiempo de la vida, o viven en los márgenes del sistema temporal, aceptando solo parcialmente esas obligaciones hasta conseguir los recursos mínimos necesarios para vivir fuera de el durante un lapso cada vez mas amplio de sus vidas.


Gentes que se someten solo temporalmente a las obligaciones laborales, de modo voluntario, rechazando la noción de carrera, progreso o seguridad económica, para vivir a salto de mata el mayor tiempo posible, fuera del sistema de vida fragmentada mediante las reglas convencionales y artificiales que imponen los usos de las sociedades productivistas consumistas.


El verano es la estación mas propicia para esos nómadas exiliados del sistema temporal fragmentado, y esas almas itinerantes liberadas de las exigencias inmediatas, cogen sus mochilas, su tarjeta de ferrocarril barato y solo se someten a los horarios para saber cuando deben tomar un tren, pero fuera de esa concesión, su mochila está vacía de los contenidos habituales que marcan la vida de las mayorías. Nada de jornadas laborales cerradas –aunque trabajen de vez en cuando-- horarios regulares, destinos prefijados, afiliaciones obligatorias. Nada de, he de llevar el coche al taller, tengo que ver al director del banco, llego tarde a fichar, mañana me toca dentista, y otras cosas por el estilo, todas marcadas, claro está, por la civilización de la fragmentación temporal, un truco, un engaño asumido por todos, que es causa de infinita infelicidad.


A todos ellos, a quienes se han evadido, aunque sea parcialmente, de la tiranía de la fragmentación del tiempo, les dedico esta entrada, aunque el verano todavía no ha llegado.


Lohengrin. 22-05-08.

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