viernes, 30 de mayo de 2008

PSICOECONOMÍA

Erróneamente, la Economía se define en términos académicos, desde hace mas de cien años, como una ciencia cuyo objeto esencial es la asignación óptima de unos recursos siempre escasos, entre usos alternativos. Pone su foco en precios, salarios, mercados, flujos materiales de recursos, materias primas, producción, stoks, transacciones, ventajas comparativas, flujos y sistemas financieros, pero no se ocupa de algo tan importante como la motivación, las actitudes y las conductas de los sujetos activos y pasivos de esas economías, las personas, dejando en manos de la psicología todo cuanto concierne a los aspectos de la conducta humana.


Sin embargo, cuando las sociedades modernas están en peligro real de entrar en un período de depresión económica, tal como esta a punto de suceder ahora mismo, son las motivaciones psicológicas, las actitudes y las conductas de las personas, lo que piensen y hagan cada una de ellas, como sean sus reacciones individuales y colectivas ante la información que reciben de la situación económica, las que pueden marcar la profundidad de la crisis, su duración, el mayor o menor tiempo de espera necesario para que la situación se reconduzca hasta niveles de relativa normalidad.


Por mucho que las autoridades monetarias marquen consignas conservadoras, que suelen acentuar la situación de crisis, o políticos optimistas, como Mc Kinley tras la depresión de 1,929, dijeran que la prosperidad está a la vuelta de la esquina, nada podrá influir tanto en las bases materiales de la economía como un comportamiento racional de los agentes económicos, como que los empresarios no detengan la inversión de sus proyectos, que los trabajadores no renuncien a la búsqueda de trabajo, y que los consumidores no prescindan de los bienes duraderos que sean necesarios para su bienestar.


Lo peor que le puede suceder a un país pujante, con una dimensión poblacional como la nuestra, unas infraestructuras modernas y una potente economía de servicios, es caer en una depresión psicológica que ahogue las motivaciones para la inversión, la producción y el consumo, provocada por el conservadurismo y la racanería de un sector bancario que, siendo el principal responsable de los excesos cometidos, podría convertirse ahora, con una política demasiado rácana y conservadora en un promotor de la crisis económica.


Todo este embrollo en el que estamos metidos, precios de la energía disparados, inflación galopante, caídas aceleradas de la demanda de viviendas, lo que menos necesita son actitudes de falta de confianza, de miedo a la incertidumbre, y consejos demasiado rácanos de las autoridades monetarias, que lo único que pueden hacer es agravar la situación.


El problema de la ciencia económica es que para salir de una crisis económica, de una depresión, son de poca utilidad las recetas académicas basadas en flujos materiales o monetarios. Lo que se necesita es un profundo conocimiento de las actitudes y conductas humanas en situaciones de crisis de cualquier naturaleza, y saber explicar estas situaciones de manera que, reconociendo la realidad tal como es, se comunique de tal modo a los agentes económicos, que no pierdan la motivación, el coraje y las actitudes positivas, que son elementos necesarios, por encima de cualquier otra consideración técnica, para superar una situación adversa.


Lamentablemente, la economía como ciencia está bastante limitada para conseguir esos objetivos. Por eso, hasta que no se introduzcan de modo amplio los elementos psicológicos y conductuales en su cuerpo teórico, tendremos que resignarnos a escuchar los tópicos, lugares comunes y frases hechas en la jerga macroeconómica de siempre, que contribuirán muy poco, por no decir nada, a crear un movimiento activo de los agentes económicos en la buena dirección.


En fin. Un poco de psicoeconomía, por favor.


Lohengrin. 30-05-08.

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