lunes, 25 de agosto de 2008

EL ECLIPSE

“En el amplio patio ajardinado de la casa de Juan asoma el rostro iluminado de la luna, con las cicatrices de sus cráteres visibles desde la cota que ocupa la casa, a novecientos metros de altitud, aunque el mar de la tranquilidad, la verdad, no lo veo.


Un aroma a jazmines y helechos flota en la noche sin viento de agosto, mientras terminamos de instalar la jaima y justo cuando la mesa queda puesta, me asomo a la negrura y con entusiasmo infantil grito a los demás: --El eclipse. Venid todos a ver el eclipse.


Esta noche sacrificamos un cordero, somos catorce a la mesa y el azar ha determinado que este acto lúdico coincida con la aparición de la sombra de la Tierra proyectada sobre la cara visible de la luna y, justo cuando encendemos la hoguera para consumar el acto sacrificial, comienza a asomar, lentamente, la zona oscura del eclipse.


En la larga mesa, puesta al abrigo de la jaima, se distribuye la vajilla de papel parafinado, las someras entradas, anchoas de Santoña sobre rodajas de tomate, ensaladas, un jamón de Rubielos con denominación de origen cuyo tocino, completamente limpio de rastros desagradables, ofrece un aroma sutil a encina y deja en el paladar una huella delicada, que se concilia muy bien con el perfume frutal, muy intenso y aromático, del blanco malvasía.


En la hoguera, los efluvios del asado comienzan a ser perceptibles y todo transcurre, misteriosamente, con la misma cadencia temporal: el desplazamiento progresivo de la sombra sobre la superficie lunar y la empatía creciente del grupo de comensales, que se cohesiona alrededor del trago fresco de la malvasía y la conciencia de participar de un momento mágico, marcado por la confluencia astral y el suave estímulo del vino, que confluye con los aromas vegetales flotando sobre la noche calma, en la soledad compartida de la sierra.


Me asomo fuera de la jaima, cuando las bandejas de cordero asado comienzan a exhalar su aroma a leña, matizado con un toque cítrico, y la sombra terrestre ya eclipsa un tercio de la superficie lunar. Justo cuando Juan conecta el ordenador personal instalado en el exterior, que gobierna el equipo musical y los focos de luces intermitentes instalados en un mástil, cuyos colores alumbran las banderolas improvisadas por encima de los muros del patio, revestidos de plantas trepadoras, ese momento marca, exactamente, el primer tercio de nuestra celebración lunar.


Al comenzar a dar cuenta del cordero, los altavoces introducen en el silencio nocturno de la sierra el anacronismo de la música de los ochenta. Los sonidos familiares de las canciones de los grupos musicales que apenas reconozco animan la velada, cuando alguien entra en la jaima con una enorme bandeja rebosante de tajadas de melón y sandía. Después, las diminutas burbujas doradas del brut añaden el punto de excitación que amalgama el grupo festivo, que se deja llevar por la sugestión de la música. Cada cual ensaya unos pasos de baile, con mejor o peor fortuna.


Una delgada línea de nubes, con sus rasgos horizontales blanquecinos que parecen una firma de autor, subraya bajo la luna, sobre la negrura de la noche, la magia de este momento compartido, que se antoja único, ahora perdido en la evocación del espejo poco fiel de la memoria.


Al alcanzar su máximo la proyección de la sombra terrestre sobre el disco lunar, el eclipse comienza su fase declinante y quienes participamos de la celebración que, sin pretenderlo, ha coincidido con este infrecuente suceso astronómico, experimentamos un descenso paralelo en nuestro nivel de euforia festiva que se va acomodando, por el cansancio, a la normalidad nocturna que regresa cuando la luna, de nuevo entera en su luminosidad exenta de sombras, vuelve a su plenitud.”


Escribo esta crónica el día dieciseis de agosto, para ser publicada en el blog nueve días mas tarde, después de que el rugido de los motores de la Fórmula 1 se haya apagado en Heliópolis, cuando las primeras lluvias torrenciales anuncian ya el declinar del verano.


En fin. El Eclipse. Hola, de nuevo.


Lohengrin, 25-08-08.



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