viernes, 29 de agosto de 2008

VIERNES

"En los albores del neolítico, hace mas de siete mil años, pudo ser un brujo quien perfeccionó el fraccionamiento temporal, entonces mas ligado a cosechas, monzones y ciclos lunares que al estricto control productivista que vino después.


Tal vez, harto de recibir en su cabaña, en cualquier momento de aquel tiempo extendido todavía no del todo fraccionado, a quienes entraban allí para importunarle con sus consultas sobre cuándo había que sembrar, cómo sería la próxima cosecha y cuando pariría la burra, sin dejarle respiro para ir con sus amigotes inadaptados renuentes a la modernidad neolítica, quienes todavía preferían la caza y la recolección, el brujo tuvo la intuición de que una mas precisa organización temporal de su negocio le dejaría ese espacio de libertad.


Pudo ser en alguna de aquellas excursiones esporádicas a la montaña, mientras el brujo partía en trozos el lomo de un venado para su reparto entre el clan cazador recolector, cuando lo vio claro. Todavía no existían los números, tal como los conocemos ahora, y quizás la noción de cantidad se limitara a mucho o poco, pero ya podían manejarse con los dedos, y solo un milenio después, las culturas mas evolucionadas, por las necesidades de distribución del grano almacenado, inventaron las primeras medidas, dando así el primer paso para convertirse en los matemáticos de la época.


Escribo mas arriba, más de siete mil años, porque he visto arte persa muy evolucionado de hace seis milenios, por lo que no hay que tomar al pie de la letra la datación neolítica de las viejas enciclopedias, que cambia cada día con los nuevos hallazgos arqueológicos y las técnicas de verificación de su antigüedad.


Nuestro amigo el brujo, con las tajadas de lomo de venado en las manos, cuyo número coincidía con cinco dedos de su mano derecha y dos de su mano izquierda, tuvo la lucidez necesaria para darse cuenta de que, si abría la consulta de su cabaña solo en fracciones de tiempo determinadas, digamos, lo que hoy conocemos como de lunes a jueves, cuatro de los dedos de su mano derecha, podría dedicar tres fracciones mas al placer de la cacería con sus amigotes de la montaña y luego regresar, de nuevo, a sus obligaciones con la comunidad neolítica.


Sin ser muy consciente de ello, nuestro brujo acababa de añadir el perfeccionamiento del fraccionamiento temporal, a la rueda y el urbanismo, con lo que sentaba las bases de la civilización moderna, sin saberlo.


Al brujo, en realidad, no le gustaba la modernidad neolítica, solo deseaba disponer de tiempo, sin ser molestado, para cazar con sus amigotes, porque su condición de brujo, no elegida, le había sido impuesta por la comunidad con ancestrales ritos de continuidad hereditaria, pero su impulso natural le empujaba a la emoción y la incertidumbre de la montaña, lejos de la nueva rutina cotidiana de los asentamientos neolíticos, de la agricultura y la ganadería, que le parecía demasiado sedentaria.


Así pudieron ocurrir, o no, los cambios en la evolución humana, de un modo casual, por ocurrencias o intuiciones, como respuesta a nuevas necesidades. El alcance en el tiempo de esos pequeños e innumerables cambios, es imposible de prever en el momento en que suceden, pero parece que su acumulación es lo que nos permite a nosotros percibir ahora: Es viernes, me voy de finde.”


Ayer jueves, se me puso cara de viernes, una cara dolorosa, según dice el Espasa, giro idomático que atribuye al viernes de dolor en las culturas cristianas, pero hoy, viernes, esa facius dolorosa ha desaparecido con la expectativa de un nuevo día, gracias al renacimiento cotidiano del ánimo que permite el invento del brujo neolitico. Aunque ya he dejado las obligaciones laborales, me gusta celebrar el viernes con la misma intensidad dionisíaca de quienes aún están unidos al carro de los estrictos horarios productivistas.


Al fraccionar el tiempo, el brujo nos proporcionó, además del yugo temporal de la vida actual, una esperanza nueva para cada día, que nos permite sobrevivir con ese engaño.


En fin, viernes. Es finde. Hoy, sin esperarlo, nos acompañará mi hijo medio emancipado, que ha vuelto de viaje, a comer. Por la noche saldremos con un par de amigos a patear Russafa la nuit, mañana, acompañaremos a otros amigos en su ocio de piscina suburbana, tomaremos pollo frío con champan y el domingo tenemos una timba de Continental ya concertada. Después de todo, el fraccionamiento temporal tiene su lado bueno, te permite organizarte.


Lohengrin. 29-08-08.

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