jueves, 28 de agosto de 2008

LA HORA INCÓGNITA

Cuando zapeo en los canales de televisión por cable y vislumbro fugazmente, en el canal especializado en cine español, mas bien antiguo, alguna secuencia de la película que están proyectando, casi nunca me quedo a verla, porque, en general, son películas que ya he visto, o que no me interesan. Anoche, sin embargo, me atrapó por su rareza un film ya empezado, “La hora incógnita”. Me quedé hasta el final, pero no pude saber quien la dirigía, aunque en el reparto de actores si reconocí algunas viejas glorias y algún actor muy notable.


Por eso, esta mañana he buscado en Google para saber algo mas de la ficha técnica de la película.
Como la vi sin información previa, mi apreciación del film creo que está rebajada de prejuicios, cosa que me parece que no sucede del todo con la opinión de Andrés Pons, cuya crítica demoledora me ha parecido influída por el currículo cinematográfico de Mariano Ozores, su director, que tiene en su historial un buen montón de películas prescindibles. No creo que sea el caso de la que es objeto de este comentario apresurado.


La trama de la peli creo que es absolutamente original en el cine español que podríamos calificar de histórico, por su vetustez, no por aquello de las carabelas y la conquista de América. Una historia situada en la nocturnidad de una ciudad de provincias evacuada por el riesgo inmediato de catástrofe nuclear, en la que han quedado abandonadas, unas voluntariamente, otras a su pesar, una decena de personas, a las que se suman un policía en busca de su perseguido, –una magnífica interpretación de Luís Prendes-- y un ladrón de arte dedicado al pillaje, junto a un borracho que se le asocia, --José Luís Ozores, en uno de sus mejores trabajos, lleno de eficaz sobriedad expresiva.


La película es de 1.963, en plena Guerra Fría. Ese contexto, que creíamos olvidado y que ahora se recrudece en los Balcanes y en el Cáucaso, ayuda a explicar nuestra percepción actual de la singularidad de la historia. La referencia en los diálogos al pánico de la población como instrumento de dominio y domesticación al servicio de poderes oscuros, parece que, desafortunadamente, puede ponerse otra vez de moda.


La opinión de Pons sobre la interpretación de Fernando Rey en el papel de sacerdote, roll que frecuentó en el cine de la época, me parece influida por el desarrollo del actor a las órdenes de Buñuel y en el cine internacional. A mi me parece un actor, efectivamente, con un gran desarrollo a lo largo de su carrera, pero en esa peli, la verdad, su trabajo me pareció inferior al de Prendes y José Luís Ozores, quizás porque Mariano Ozores, el director, evidentemente, no es Buñuel.


El conjunto de actores y actrices que da presencia cinematógrafica a la decena de personajes que se relacionan en una historia al estilo de vidas cruzadas, insertada en la última hora que anuncia la situación de catástrofe inminente, es bastante notable, aunque la mayoría de sus nombres yacen enterrados en las lápidas de la memoria cinematográfica. Manuel Monroy jovencísimo. Un galán de la época, Estrada, de origen argentino, creo, poco creíble en la figura de agresor rural por cuestión de lindes, por su inequívoco aspecto urbano. Antonio Ozores, cuyo histrionismo desmedido alejó a muchos espectadores del cine español, y alguno mas cuyo nombre no recuerdo.


No he encontrado en las fichas técnicas consultadas en Google, el reparto completo. Del quinteto de actrices que aparecen, solo puedo citar el nombre de Emma Penella, aunque a todas las recuerdo por sus apariciones en el cine o teatro televisado. En su conjunto, la actuación de los actores, bastante coral, me pareció más sólida de lo que se estilaba entonces. Personalmente --es una cuestión subjetiva-- la de José Luís Ozores, ese actor malogrado prematuramente por una cruel enfermedad, me pareció sobresaliente.


Una película algo inclasificable. Una rareza. Una puesta en escena enteramente nocturna, en un clima de catástrofe inminente, que además se consuma al final, huyendo del desenlace milagrero
tan propio de la época del nacional catolicismo. Me pareció, además, una buena muestra de interpretación coral, el clásico cruce de vidas, con una cierta profundidad añadida por la presencia simbólica de la muerte inevitable.


En fin. La hora incógnita. Una historia de la época de la Guerra Fría. Si hacemos caso a los analistas de la geopolítica actual, esta vieja historia, que parecia olvidada, caduca, podría volver a la actualidad, en tiempos no muy lejanos. Confiemos en que se equivoquen.


P.S. Gracias a una amable comunicante, rectifico un error en el sexto párrafo. No se trata de Manuel Monroy, sino de Carlos Ballesteros. No hago la corrección insertando el nombre correcto, para que quede constancia de mi agradecimiento.


Lohengrin. 28-08-08.

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