martes, 26 de agosto de 2008

FASSBINDER

Anoche fuimos a la filmoteca de verano de Heliópolis, ubicada junto al Palau de la Música, a ver una peli de Rainer Werner Fassbinder con la mayor inocencia y candidez, -–lo juro-- sin saber de que se trataba, porque en lugar de consultar el programa mas extenso que tenemos sobre la mesa de luz –como dicen los latinos-- que incluye una sinopsis de las pelis que se proyectan esta temporada, como teníamos hambre de cine, nos limitamos a mirar una tarjeta en octavo que teníamos mas a mano, que solo incluye las fechas de proyección, noches del 25 y 26, el título, “Querelle”, el nombre del director y la fecha en la que se estrenó, 1.982.


Joder, joder, con el Fassbinder. Trata con tanta complejidad la historia homófila, al parecer basada en una novela de Genet, tal como confirmo a toro pasado en el programa largo de mano, después de haber visto en la pantalla la referencia de un texto firmado por el propio Genet, que la mitad menos uno de los espectadores salió de la proyección con una enorme empanada mental, murmurando en voz baja pero audible que no habían entendido un pijo, --nunca mejor dicho.


Quienes peregrinaron en los primeros setenta a Perpignan para ver Last Tango in Paris, de Bertolucci, –mi mujer y yo la vimos en París, mientras visitábamos a un amigo, y la bronca de los espectadores porque mi amigo le iba traduciendo de viva voz a mi mujer los diálogos en francés, fue antológica-- contaban lo escandalosa que era la película. Una broma. Al lado de Querelle, el Tango es una producción blanca, así como de Disney, la historia de un cervatillo perdido en el bosque, creo que se llamaba Bamby.


Ya al entrar en la terraza de verano, donde el proyeccionista del cine D´Or hace una labor técnica impecable, notamos que la afluencia de homófilos era inusualmente alta. En cuanto empezó la proyección caímos en la cuenta de que los únicos desinformados éramos nosotros. Mi mujer, que es una persona enormemente sensata, me dijo al terminar la proyección que, en su opinión, la afinidad

entre personas del mismo sexo es lo mas natural, y que no hay nada mas anómalo que la búsqueda infructuosa y frustrante de esa misma afinidad en parejas de sexo opuesto.


Al ver a nuestro alrededor una presencia homófila verdaderamente notable, llegué a pensar si los heteros no seremos una anomalía cromosómica, inducida por la necesidad social de reproducción de la especie, y los homófilos representan la normalidad, algo matizada por su impulso de huída del conflicto irresoluble que supone intentar encontrar la afinidad entre personas de diferente sexo.


Unos pocos espectadores, incapaces de resistir la dureza de la película, huyeron despavoridos antes de concluir la proyección. Nosotros aguantamos estoícamente hasta el final, aunque hubo un momento, una secuencia de asesinato algo sangrienta –aunque nada gore-- que me removió en mi asiento, porque no soporto la sangre, menos aún la ajena que la propia.


La historia transcurre en el puerto de Brest, un decorado de una calle, con el muelle al fondo, frecuentado por un par de polis en moto y algunos guardias de aduanas tocados con salacof, con un aire colonial, y tiene una intensidad que se acentúa cuando G. Querelle, un marino mercante, baja a tierra desde un barco Felliniano, construído con cuatro decorados, y entra en el burdel La Feria.


En ese peculiar burdel, el marido de la dueña juega a los dados con los parroquianos. Si ganan, les ofrece a su mujer, –-Jeane Moreau, ya madura-- pero si pierden, se los pasa por la piedra. A partir de ahí, la peli entra en una rara espiral de sordidez y arte visual, en la que la tragedia atormentada, salpicada con frecuentes alusiones explícitas al placer físico de la sodomía, se expresa en el lenguaje salvaje y directo de Genet, que subrayan las tremendas imagenes de Fassbinder. Un artista, y de los grandes, pero también un hombre, trágico y atormentado.


En mi opinión, ninguna manifestación artística merece el sufrimiento y el tormento personal, que revela la personalidad de Fassbinder en esta película, pese a las alusiones hedonistas. Lo que habrá tenido que sufrir este hombre, como sin duda lo hicieron Bacon o Lowry, para alcanzar el altísimo nivel de expresión estética de su sufrimiento personal que se manifiesta en las imágenes que vimos anoche.


Entre el arte y el hombre, cuando aquel es el resultado de la autodestrucción de este, me inclino por el hombre menos angustiado, aunque la belleza plástica, coreográfica, de algunas escenas de la película es auténticamente antológica, como la pelea con navajas de Querelle con su hermano, una espectacular exhibición de danza clásica contemporánea llevada al cine, y los movimientos de la tripulación en las faenas del barco, de una plasticidad que supera lo operístico o musical, para alcanzar, con la simple expresión corporal, unos niveles estéticos subrayados por el uso de una luz cinematográfica y una puesta en escena, realmente excepcionales.


En medio de tanta desolación cinematográfica, me pareció un rasgo de humor un diálogo de la Moreau con el marinero, en el que le dice –ella a el-- que tiene una polla con personalidad. Joder, joder, con el Fassbinder, una polla con personalidad. En toda mi larga vida, algo promiscua en mis años jóvenes, no lo voy a negar, nunca me dijeron: tienes una polla con personalidad. Estoy pensando en explotar ese hallazgo lingüístico. Imagino la escena. Le digo a una chorba: --Nena, ven que voy a llevarte al huerto. Ella contesta: --Calla, carcamal, ¿que tienes tu que pueda interesarme? --Una polla con personalidad, respondería yo, con un aire absolutamente flemático


Esta historia de marineros me ha hecho caer del guindo. Yo siempre había creído, en mi ingenuidad adolescente, que los marineros tienen una novia en cada puerto. Aquello de la Piquer:
El llegó en un barco/ de nombre extranjero/ le encontré en el puerto/ una madrugá....” pero ahora, después de ver la peli de Fassbinder, --joder, joder, con Rainer-- me parece mas realista que en una tripulación exclusivamente masculina, seis meses embarcada sin tocar puerto, algunos marineros no tengan remilgos y pasen de verificar si un culo es masculino o femenino, como seguramente sucede en las cárceles, tal vez en los vestuarios de los estadios deportivos, y antaño, quizás sucedió en los cuarteles, y, porqué no decirlo, en las sacristías.


En fin. Fassbinder. Joder, joder, con Fassbinder.


Lohengrin. 26-08-08.



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