lunes, 4 de agosto de 2008

VEINTIUNO

Lo que llamamos, por comodidad de los historiadores, siglo XX, comenzó en realidad hacia 1.945, después de cuatro décadas convulsas, con dos guerras mundiales. Hasta entonces, todas las fuerzas sociales, políticas y económicas que operaban en el mundo conocido, lo hacían con las inercias del siglo XIX y sus conflictos nacionalistas y de clase no resueltos. Fué en la segunda mitad cuando comenzó, en realidad, el siglo XX, y se desencadenaron las mutaciones generalizadas que nos han traído hasta aquí.


Hasta 2008, seguimos viviendo en el siglo XX, con sus inercias y relaciones económicas y de poder que determinan la vida social, marcadas aún por el pasado. Si mi percepción es acertada, estamos de nuevo ante una gran mutación y como el tiempo histórico se está acelerando con una velocidad desconocida hasta ahora, con el gran festival de incertidumbres y nuevos umbrales que comienzan a hacerse visibles con espectaculares fuegos de artificio, es muy posible que, ahora si, estemos a punto de entrar en el siglo XXI, y al parecer la cifra mágica que acompañará ese acontecimiento es 2010, ese año fetiche que todos los oráculos señalan como el del inicio de la recuperación económica.


Hay un libro olvidado de Alvin Tofler, publicado en los setenta, El Shock del Futuro, que dio cuenta de las mutaciones sociales de la época que Alvin supo anticipar con bastante acierto.En aquel catálogo de mutaciones sociales, Tofler advertía de la muerte de la permanencia y destacaba un concepto, transitoriedad, para ilustrar la aceleración de la vida social, económica y tecnológica. No solo la pareja, o el lugar de residencia, iban a durar menos que en el pasado. La aceleración técnica y la revolución tecnológica, conceptos que entre nosotros también divulgó José Luís Sampedro oportunamente, eran fenómenos nuevos que avisaban del tremendo impacto de aquellos cambios en la vida de las gentes.


Releer estos textos, ahora, en la actual era de las comunicaciones, después de que la revolución tecnológica se ha transformado en aplicaciones cotidianas a los objetos de consumo, pero, sobre todo, después de que la globalización ha transformado profundamente las relaciones de poder económico, y la propiedad de las empresas ha adquirido un carácter crecientemente mas volátil, puede ser un recordatorio de como el talento humano puede aplicarse a la anticipación y proveer de muletas conceptuales que, en algunos casos, pueden ser muy valiosas, para aquellos sujetos orgánicos de las economías que ahora parecen estar inmersas, de nuevo, en una explosión mutacional.


En fin. Veintiuno.


Lohengrin. 4-08-08.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios