jueves, 13 de octubre de 2011

LA TORRE DE MARFIL

Ha mucho tiempo, de quienes se dedicaban a expresar públicamente sus opiniones críticas sobre las cosas humanas, sin comprometerse activamente en su mejora, se decía que vivían en una Torre de Marfil. Ese lenguaje vetusto ha progresado con el tiempo y el otro día, Blanco, ese señor que se dedica a fomentar cosas y tiene nariz de Pinocho, mentaba a los que están todo el rato mirándose el ombligo sin contribuir a resolver las cuestiones de interés patrio.

A Blanco ya le contesté, precisando que si te miras el ombligo antes de ducharte eso ayuda a mantenerlo limpio, mientras que si eres político y no te lo miras nunca, sin darte cuenta puedes llevarlo lleno de mierda.

En una linea distinta, pero no tan distante, un entrañable columnista de mi periódico preferido, que suelo leer gratis en el Maravillas, asociaba el otro día la pertenencia a la gauche con el caviar, que casual, después de que yo mencionara esas huevas de esturión en la fiesta virtual que di en la página 1400.
(...)
Vamos a ver, antes de que a otro columnista, mayor, se le ocurra asociarme con la torre de marfil, eso tan antiguo, o con el buey de Kobe, me voy a adelantar, con la intención, claro, de dejarlo sin discurso...ja,ja,ja.

Para empezar, que quede claro, yo no vivo en una torre de marfil, sino en una torre de mierda hecha con ladrillo cara vista que se desmorona porque fue construida, muy deprisa, en el centro temporal de una década dorada, cuando se ataban los perros con longanizas.
Es verdad que tiene una altura. Desde esa perspectiva, si eres taurino, puedes ver los toros desde la barrera, si eres anti taurino, te dedicas a observar a las ardillas enredar en las copas de los árboles.

Si cambias el foco y miras hacia abajo, lo primero que ves es un río de mierda en el que
bracean los políticos intentando ponerse a flote, dando manotazos sin querer que hunden en el lodo a sus simpatizantes y electores.

Seguro que mañana, algún columnista viejo se rasga las vestiduras a cuenta de las generalizaciones injustas. De las generalizaciones hay que decir que no son intrínsecamente perversas, a veces sirven, por medio de la exageración, para aproximarse a una realidad mas compleja.

Veamos, todo el mundo sabe que en las filas de la política, la inmensa mayoría son sujetos honestos y de buena fe. Con esta premisa, las generalizaciones están fuera de lugar. Si introducimos otros argumentos, la cosa es mas dudosa. Siendo como son la inmensa mayoría de los políticos honestos y capaces, ¿Porque no echan de sus filas a los deshonestos, ineptos y corruptos?. Una respuesta puede ser que los partidos, sobre todo los grandes, tienen una estructura gremial y la solidaridad gremial dificulta esa limpieza.

Item. La inmensa mayoría de los políticos honestos y de buena fe militan en la escala de tropa, es decir, no tienen acceso a puestos decisorios, y cuando deciden, lo hacen sobre la base de una disciplina grupal de partido. Esto puede ser una explicación de porqué una minoría corrupta y desaprensiva le da un tinte determinado a la política, incitando a las generalizaciones.

Espero que, a partir de ahora, quienes condenan rasgándose las vestiduras las generalizaciones, hagan una reflexión y maticen su discurso, como yo matizo el mio. La aparición de movimientos ciudadanos emergentes, muy críticos con el modo actual de hacer política, no es ajena a esta realidad.

Luego está lo de la gauche (o la droite) y el caviar. A primera vista, la gauche y el caviar no tienen nada que ver con la torre de marfil. Pero si visualizamos a un divino izquierdista o a un gran jefe del Opus, pasando de un cocktel a otro en las terrazas de los rascacielos de Manhattan o del barrio financiero de París, la relación es mas clara.

Llegado a este punto, me veo obligado a dar una explicación que, como siempre, no ha sido solicitada. Las únicas huevas que he probado en mi vida son las de lumpo, y no me gustaron.
Del mismo modo, nunca he probado la política, pero si no me gusta, no es por su sabor, que desconozco, sino por otras razones.

Apenas era un niño cuando recibí, en el seno familiar, las primeras lecciones de ética anarco-libertaria. Es sabido que la información recogida hasta los seis años por los niños marca sus preferencias futuras, y esta debe ser una de las razones por las que nunca he conseguido sentir empatia por la política tal como se practica, y si he tenido en cambio una idea precozmente asimilada de como se debe practicar.

De no ser por ese impedimento, tal vez una forma de prejuicio, lo asumo, estoy seguro de que ahora mismo me desplazaría en un coche negro con chófer, y mandaría al escolta a comprar condones, para dar por el culo a mis electores sin riesgo venéreo, como cualquier diputado con poder efectivo.

Como eso no ha sucedido, quiero dejar claro, de una vez y para siempre, que no soy de la gauche, ni divina, ni humana, ni de la droite, civil o religiosa. Solo soy un capullo que vive en una torre de ladrillo cara vista que se cae a pedazos, y me distraigo mirando a las ardillas enredar entre los árboles, y cuando miro hacia abajo, lo que veo es un río lleno de mierda en el que los políticos flotan mejor que sus electores.

Y si a alguien le molesta esta generalización, que le den mucho por el culo, con condón, claro.

En fin. La Torre de Marfil.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 13-10-11.

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