miércoles, 29 de agosto de 2007

ESCRIBIR

Lo peor que le ha podido pasar al ego desmesurado, que también nos habita a tantos otros, de Umbral, es que la noticia de su óbito haya coincidido con la muerte de un futbolista, haciéndole compartir la primera página de los periódicos, aunque la foto del joven deportista Puerta aparece en un lugar central, a tres columnas, y la de Paco ocupa menos de media columna, al lado.

He leído que Paco era un esteta. El tratamiento gráfico informativo de ambas noticias también es un hecho estético. El hecho de que el fútbol predomine de modo cotidiano sobre la literatura, en la prensa escrita, la televisión, pero, sobre todo, en la radio, no es, como pudiera parecer, una prueba de la estética ramplona que domina estos tiempos, sino un simple reflejo de la realidad sociológica.

Quienes reclaman un culto público al escritor, mediante premios y otras ceremonias, olvidan que el antiguo prestigio de los escritores se fraguó cuando este era, no hace tanto, un país de analfabetos, donde centenares de miles de jóvenes se alfabetizaban en el servicio militar.

Los tiempos han cambiado mucho desde entonces. Siguen acudiendo a los estadios muchos mas seguidores que a las bibliotecas, pero la novedad es que los periodistas deportivos han tomado el poder en los medios de comunicación.

Reconozco una fobia irracional contra los periodistas deportivos radiofónicos, sobre todo cuando un tipo relata un evento de atletismo como si fuera un partido de fútbol.¿Porqué hablará así este tipo, me pregunto? Debe ser la estulticia, que entre ese grupo de profesionales está mas extendida que en otros.

La escritura, literaria y no literaria, ha alcanzado un nivel de democratización tan generalizado, que me parece fuera de lugar tratar de aplicar un estatus especial a quienes la practican con mayor acierto, conocimiento del lenguaje, arte o lirismo. Especialmente exagerado me parece el carácter de vaca sagrada que se le dispensa a Vargas Llosa, por poner un ejemplo, quien tiene la manía de poner el copyright a todo lo que publica. Entiendo la necesidad de las editoriales, y del propio Vargas, de vender la cabra, porque, al cabo y al fin, por debajo del flujo de la creatividad literaria circulan las aguas del negocio editorial o periodístico, pero es que en los propios periódicos, en las secciones de comunicación con los lectores, se leen con frecuencia ejemplos anónimos de un uso impecable del lenguaje, con muy escasas diferencias y aptitudes respecto de los escritores consagrados .En mi opinión, es un hecho que la escritura de calidad, se ha democratizado.

Quizás hay tantos modos de sentarse a escribir como escritores, pero así, a bote pronto, uno recuerda el que popularizó la película Primera Plana, ¿De Billy Wilder?. La urgencia de un periodismo escrito entre el fragor de los teclados de las máquinas de escribir manuales. Luego están los que tienen algo que contar, y lo cuentan, los narradores, de novela, cuento, los dramaturgos. Los científicos, los investigadores y los autores de manuales con un conocimiento profundo de su profesión, utilizan la escritura con la única pretensión de trasladar sus conocimientos o descubrimientos, aunque en muchos de ellos coincide el escritor literario. Sospecho que Paco era de otra estirpe. Aunque utilizaba la Olivetti, era un escritor que obedecía a una pulsión.

En algún lugar del cerebro, de ciertos cerebros, hay un enano escondido que, al levantarte por la mañana, cuando bajas a tomar café, das un vistazo al periódico, intercambias algunas palabras con los habituales de la tertulia y miras al cielo azul solo un instante, te empuja con una energía irracional para que des forma escrita a las imágenes, mas o menos literarias, que has visualizado durante la primera hora del día.

Una vez te sucede eso, el enano ya no te concede descanso hasta ver terminado, revisado y corregido el trabajo del día. Los panegiristas dicen que Paco tenía ese don. Yo dudo de que eso sea un don. Mas parece una necesidad biológica, inevitable, como defecar, sudar o alimentarse.

No me entusiasman los escritores mesetarios, pero Paco no respondía a esa denominación, exactamente. Lo mejor que creo haber leído de toda su extensa producción, fue un artículo que escribió en la transición, El cosechón. Hace la tira de años y no lo he olvidado. Entonces me pareció que lo había escrito en pleno estado lisérgico, por el lirismo desbordado que expresaba. Leí algún libro suyo, pero tengo para mi que quienes escriben bajo el influjo de la pulsión, no consiguen mantener la tensión estética en los formatos convencionales que exigen las editoriales.

No se nada de Paco Umbral, la persona, solo conozco su escritura, pero me parece una broma del azar que un hombre que, según escriben, aspiró al Nóbel, haya quedado relegado a un rincón de la primera página, al coincidir su muerte con la de un héroe de nuestro tiempo, un futbolista. Lo que confirma mi punto de vista de que los tiempos de glorificar a los escritores, ya pasaron.

Lohengrin. 29-08-07

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