jueves, 2 de agosto de 2007

VERANO

He bajado al Maravillas, con mi camisa de colorines, a tomar café, y por el camino la sopa húmeda que nos envuelve estos días se ha adherido a mi maltrecho cuerpo con una intensidad insoportable. Me he comprado una camisa espectacular. Parezco la bandera de Madagascar. Encarna le ha quitado el cuello y la ha acortado un poco para reducir su aspecto exótico a niveles soportables por la gente normal.

A cien metros del bar ya he oído las estruendosas carcajadas. Al entrar, se ha hecho un sospechoso silencio y la gente me miraba como si yo fuera un poco raro.--Usted cree que soy raro? ¿Un extraterrestre?--Bueno, raro también es poco corriente, dejémoslo así.

El café estaba superior, como siempre. Al abrir el periódico, los efectos del verano me han dado en la cara con virulencia estacional. Ni un solo titular. Todos suplentes, salvo Emili Piera, que sigue, imperturbable, en el tajo, los demás columnistas son tipos que no publican habitualmente y los contenidos de sus columnas son cosas rechazadas anteriormente por el redactor jefe, que ahora las publica para rellenar. Un desastre, oiga.

Solo había algo de morbo en las páginas de información política, con el culebrón de las vicisitudes por las que pasan Izquierda Hundida y sus socios --o debo llamarlos ex-socios?-- por estos pagos. Ahora están con lo de la Caja. Cuando una sociedad se rompe, sea conyugal, mercantil o política, lo primero que hacen los antiguos socios, luego enfrentados, es intentar trincar el control de la Caja.

No tengo experiencia en rupturas conyugales, pero si en desavenencias empresariales. En una de las últimas empresas en las que trabajé, uno de los socios se iba con su Mercedes a Portugal y cobraba, cash, el importe de las exportaciones a ese país. Los de aquí, los demás socios, administradores y tal, descontábamos en los bancos las remesas de las mismas operaciones, y se nos ponía una cara de imbécil muy expresiva al ver que todo el papel descontado de Portugal venía devuelto. Podría seguir con otras anécdotas de este tipo, pero no me parece necesario. Estoy en condiciones de afirmar que, tanto las rupturas empresariales como las políticas, pasan por las mismas fases.

Al final, los antiguos socios, de lo que sea, siempre acaban en los tribunales, como si a los jueces les sobrara el tiempo. Flexibilidad. Falta flexibilidad. Con tres días de entrenamiento en pensamiento flexible, se reducirían los conflictos, y los que hemos votado al Compromís, no nos sentiríamos ahora en un estado de orfandad.

No crean que soy un gurú, que tiene un pingüe negocio vendiendo seminarios sobre pensamiento flexible, no es eso. Soy un mero observador de lo que pasa. A veces, hasta de lo que no pasa.

Pero estamos en verano, esa estación que en Heliópolis, la millor terra del mon, se caracteriza por la sopa húmeda que envuelve los cuerpos de la gente sin que puedan defenderse de ella, sobre todo cuando fallan las infraestructuras eléctricas, que ahora es a menudo. En verano, tienes mas tiempo libre. Puedes entrar a un cuarto lleno de libros viejos con la intención de hacer una expurga. Cuando sales, los ácaros te han comido la muñeca, medio antebrazo, y una parte del huevo izquierdo, y han dejado esas porciones anatómicas con un tono entre violáceo y rosado, y por mucha crema que te pongas luego no puedes resistir el acoso del prurito que te invalida para cualquier otra actividad que no sea rascarte. Al final, la piel de esas zonas queda desollada, y tu maldices el momento en que se te ocurrió entrar en la caverna de los libros viejos.

El verano también es una buena época para la lectura. Ahora estoy con Martin Amis. Un libro publicado en los ochenta, que me ha regalado un amigo, y que no había leído. Dinero, se llama. Es una historia cojonuda, para partirse de risa, de un productor de cine publicitario, que transcurre entre Londres y Los Angeles. El lenguaje de Amis, que supongo que en veinte años habrá cambiado, es provocador, informal, lleno de ironía y sarcasmo, no ahorra una extensa galería de expresiones escatológicas, y el ritmo de los diálogos es trepidante. Muy recomendable para el verano, aunque sea con veinte años de retraso.

De las playas, no puedo contar nada. Dejé de frecuentarlas en junio, cuando todavía eran espacios habitables.

El verano es una sopa húmeda, poco apropiada para visitar playas, hacer expurgas en viejas bibliotecas, romper con los socios políticos, leer libros pasados de moda, ponerse camisas de colorines y teclear en el ordenador, pero como somos una especie paradójica, lo hacemos.

Lohengrin. 2-08-07

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios