lunes, 9 de febrero de 2009

LA LUNA

"He bajado al Maravillas, mas temprano que de costumbre, y al volver la mirada para cruzar la calle he visto un espectáculo que hace mucho tiempo que no contemplaba. Una luna entera brillaba en su enormidad tras una veladura de nubes muy sutil y atrapaba la atención con una intensidad magnética. Entiendo que haya lunáticos –en alguna medida yo soy uno de ellos-- porque esa imagen tan poderosa seguramente es solo la parte visible de un fenómeno tan real que no solo afecta a las mareas, sino a los ciclos menstruales de las mujeres, además de potenciar la imaginación de quienes nos abandonamos a su influjo.

Podemos preguntarnos como influía la luna, cuando aún no tenía nombre, en los hombres que vivian .en las cuevas rupestres y, seguramente, la contemplaban con una sucesión de emociones.El miedo y la percepción de la belleza quizás estaban presentes en su ánimo, ante algo desconocido que ni siquiera habían aprendido a nombrar todavía.

Durante milenios, las fases lunares, ligadas a cosechas, mareas y acontecimientos inexplicables que seguramente se asociaban a esos ciclos para dar un poco de sosiego al ánimo de las gentes, quizás sobrecogidas y temerosas cuando ocurría un suceso que escapaba a su comprensión, han sido estudiadas por los astrónomos, evocadas por los poetas, contempladas por los enamorados, y han condicionado las expediciones nocturnas de caza de los grandes depredadores, pero hoy, al bajar al Maravillas, yo no he visto nada de eso, solo un espectáculo insólito por su belleza que en la vida urbana no se suele prodigar.

Me aficioné a la ópera al ver una película de Bertolucci que se llama así, “La Luna”. Fue la primera película donde la ópera jugaba un papel central que me dejó huella, además de las viejas películas sobre Caruso, o las versiones de Madame Butterfly que vi en la adolescencia, sin que me produjeran la menor emoción. Después he visto La Flauta Mágica, un ejemplo de puesta en escena operística con todos los recursos que permite el cine. He leído una entrevista al director del Teatro Real, Gérard Mortier, en la que no se muestra partidario de la opera filmada, pero, para quienes no podemos pagar los altos precios de las representaciones operísticas en directo es un buen modo de iniciarnos en ese arte total, mientras ese caro espectáculo, tan costoso de producir, siga alejado de la gente con menos recursos.

En “La Luna”, de Bertolucci, hay una secuencia que algunos calificaran de escandalosa, pero que el director consigue que resulte tierna y sin rastro de obscenidad, cuando la diva, que tiene un hijo adolescente quien, por la profesión y las frecuentas ausencias de su madre se siente abandonado, recibe una demostración de amor filial en una escena de masturbación practicada por la madre a su hijo, rodada con tal tacto y delicadeza que lo que con una visión mas estrecha se consideraría incestuoso, Bertolucci consigue que se perciba como una demostración de ternura afectiva.

Creo que vi esa película en un cine de verano. Mientras se proyectaba la película, una luna como la que he visto hoy era visible desde la terraza descubierta del cine, y la coincidencia de la banda sonora de la película con la grandiosidad de la luna entera y velada que también hubo aquella noche, se conjugaron para que mi primera experiencia de espectador de operas filmadas se tradujera en una curiosidad nueva por un género que hasta entonces no había sido capaz de apreciar.

La ópera pasa por ser un espectáculo elitista, un espacio destinado a la ostentación, donde los ricos llevan a sus esposas para que luzcan sus mejoras joyas y vestidos, mientras ellos se duermen hasta que la potencia del agudo de la diva en la frase que culmina el aria los despierta, sobresaltados.

No siempre fue así. En Italia llegó a ser un espectáculo tan popular como lo es ahora el fútbol, y el publico tenía sus preferencias y se manifestaba en favor o en contra de este o aquel tenor, como ahora ocurre con los hinchas de Raul o Messi.

Es probable que el origen de la ópera esté en los oratorios religiosos, cuando toda forma de manifestación artística o cultural estaba ligada a la Iglesia. Antes de representarse en los teatros, seguramente fue un espectáculo de minorías que solo alcanzaba los salones regios y principescos, pero que en el siglo XXI todavía arrastre la carga elitista de sus orígenes, simbolizada por las representaciones que se daban en el Liceo de Barcelona, o en el Teatro Real de Madrid, en otros tiempos, es contradictorio con las manifestaciones de sus actuales directores conscientes de la necesidad de atraer un público nuevo que asegure su supervivencia.

Hacen falta, además de otros libretos, otras músicas y puestas en escena renovadas para atraer un público nuevo a un espectáculo que parece que envejece mal, acciones divulgadoras y una política de precios adecuada. Desde mi experiencia personal, el cine es un magnífico medio de acercamiento del gran público al espectáculo operístico.

Lo demostró Bertolucci con su película “La Luna”.Lo he recordado esta mañana cuando, al volver la cabeza para cruzar la calle, el influjo magnético de una luna entera velada por una sutil máscara nubosa, ha capturado de un modo hipnótico mi atención. ¿Seré un lunático?”

LOHENGRIN. (CIBERLOHENGRIN.COM) 9-02-09.

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