sábado, 2 de agosto de 2014

EN LA SIERRA

La primera bocanada de aire serrano me supo a gin tonic. Bajé del coche y mientras Encarna llenaba una botella con agua del cercano manantial, yo dilaté el diafragma, me puse las manos en la barriga, abrí los pulmones como había aprendido a hacerlo en el aula de teatro y los llené con tres litros de aire, antes me cabían cuatro, que venía del norte de la sierra.

Al expirar, pude ver claramente como salía de mi boca el aire viejo, de un tono ocre, producto de los treinta mil paquetes de tabaco que he fumado desde que tengo recuerdos. En ese momento, sentí que estaba en el paraíso.

Dos horas mas tarde, cuando mi mujer me puso en la cara la crema para la dermatitis y las moscas comenzaron a comerme, tuve la certeza de algo que sospechaba, que la felicidad es una sensación efímera. ....

La vida ordinaria, cuando no está marcada por la tragedia, suele ser una sucesión de momentos felices y monótonos, estos últimos suelen ser mas duraderos, a menos que trabajes para una productora de televisión visitando selvas y quebradas o navegando las costas peninsulares o insulares en un barco chiquito.

No es mi caso, no soy un aventurero, aunque llevo algo mas de siete años ocupado en la aventura de mi mismo,del lenguaje,del blog, pero ahora estoy varado porque mi embarcación, el ordenador, ha sufrido una vía de agua y parece en trance de hundirse para siempre, sin que me pueda comunicar por radio con quien puede reflotarlo.

Estoy en la casa de la sierra trinchando el pollo, desecho la piel y reservo la osamenta para hacer un caldo. Cuando venimos aquí, el primer día solemos comer pollo frío con cava Cabré Sabaté Brut, un vino que, tomado a la temperatura fría adecuada, da algo de felicidad por solo 1,65 E.

La radio no para de retransmitir desdichas, el mundo parece ser así, pero el pollo con champán nos ha dado eso que se llama un momento feliz. Sí.

El viento se hace dueño de la sierra a la una de la tarde del segundo día de nuestra estancia aquí. Me desperté de la duermevela que siguió a un intento fallido de entrar en la novela de Luís Herrero, un tipo que no me cae bien, ni mal, porque tengo en mi memoria su careto de periodista franquista.

Al salir al porche de la casa, Encarna, ahora mejor lectora que yo, está concentrada en la lectura de una novela que, en la etiqueta de la biblioteca ofrece el testimonio de sus muchos lectores, en forma de un número infrecuente de préstamos, una trama novelera que al parecer incluye numerosos episodios relacionados, no se si con la repostería o el erotismo.

Después de pedirle parecer a Encarna, saco de la nevera el taper con la ensaladilla que toca hoy, le añado el huevo cocido y las aceitunas troceadas, el contenido de una lata de caballa, lo remuevo un poco con la cuchara y lo dejo en el banco de la cocina para que se atempere antes de servirla, y escribo esta veintena de líneas para suavizar el mono de ordenador que sufro desde que su avería me impide navegar por el ciberespacio, una dimensión mas amplia que la navegación por las costas peninsulares.

Luego de escribir estas líneas me asomo el porche y compruebo que sí, el viento se ha hecho dueño de la sierra.

En fin. En la Sierra.


LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 31 07 14.

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